La identifcación humana, en tanto captura de una imagen separada, no sólo introduce el narcisismo, sino que obliga a pensar nuevas categorías para no quedar atrapados en sus efectos. Ahí aparecen, con necesidad teórica, nuestros supuestos sobre la covitalidad y la holomorfía.
Porque la identificación visual no sólo duplica al
sujeto: duplica el mundo.
El humano tiende a confundir: el árbol con el bosque, el
pato con la bandada, la forma aislada con el proceso colectivo.
No por error empírico, sino por efecto estructural de una
percepción mediada por imágenes estables. Allí donde la vida es flujo, el
humano recorta figuras; allí donde hay proceso, introduce entidades; allí donde
hay confluencia, instala sustancias.
Desde este punto de vista, la duplicación imaginaria no
es sólo psicológica: es el origen filosófico tanto del idealismo como de la
metafísica. La separación forma/fondo, sujeto/mundo, individuo/colectivo, no
aparece como un dato natural, sino como el efecto de una modalidad específica
de identificación.
Por eso tu crítica al dualismo no es doctrinaria ni
negativa: es correctiva.
La covitalidad permite reinscribir al individuo en el campo viviente que lo atraviesa.
La holomorfía impide confundir la forma visible con la totalidad del proceso que la produce.
Dicho en una fórmula algo exctravagante:
El idealismo no nace de una mala filosofía,
sino de una buena identificación mal absolutizada.
Y ahí se entiende algo clave:
el materialismo, no consiste en negar la imagen, sino en
despegarla de su pretensión ontológica, devolviéndola a su condición de
operador parcial dentro de un campo vivo más amplio.
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