2018/04/16

El silenciamiento de las voces críticas


Con la llegada de Cambiemos al gobierno no sólo se cerraron diferentes canales de comunicación, también se produjo la unificación del discurso mediático oficialista en el que se pregona el desprestigio de cualquier voz contraria al gobierno.

Por Osvaldo Drozd*


Con la llegada de Mauricio Macri al gobierno en 2015 se instaló la idea de que se iba a salir de un supuesto régimen en el que la libertad de prensa había estado sojuzgada. En lo concreto, la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual terminó siendo derogada por un DNU y la existencia de una variedad de medios y programas que no comulgan con el pensamiento de Cambiemos fueron paulatinamente erradicados hasta un estado mínimo. La diversa programación periodística que hoy puede verse por la TV, escucharse en radio o leerse en los principales matutinos impresos, guarda un alineamiento político- ideológico bien elocuente. Por más que hablen de persecución, los actuales popes mediáticos durante el anterior gobierno tuvieron un protagonismo superlativo. Que hayan sido escrachados por movimientos sociales no es lo mismo que haber sido acallados por la intervención estatal. La Argentina nunca fue ni Corea del Norte, ni Cuba ni siquiera Venezuela, aunque con la labor periodística se corra más riesgos en Colombia o en México. En nuestro país fue promulgada en 2010 la ley que derogaba las penas de prisión por delito de calumnias e injurias en la actividad periodística por pedido de la CIDH. De todas formas, sería necesario hacer un balance crítico acerca del funcionamiento concreto de los medios surgidos durante el gobierno anterior para poder entender la facilidad con la que se produjo el gran desguace a partir de 2015, que no afectó nada más que a las principales empresas emergentes como fuera el grupo encabezado por Sergio Szpolsk sino también a una variada red de medios alternativos que comenzaban a desarrollarse de manera autogestiva.  
Los actuales voceros periodísticos esbozan una falacia para justificar la falta de voces críticas en los principales medios. Aseguran que hoy se puede acceder a la información en cualquier lugar de internet y por ese motivo habría mayor democracia. Es verdad que la red ofrece una variedad muy grande de opciones para informarse pero esto no reemplaza ni puede competir contra los principales canales televisivos que son lo que el ciudadano medio tiene más a su alcance. Todos los que desde la labor periodística acceden a internet para conseguir información saben muy bien que esto tampoco es lo que se pinta como la gran apertura hacia el universo, y que hay que conocer un poco para saber en dónde buscar ya que los principales motores de búsqueda están sujetos a algoritmos que direccionan de acuerdo a intereses corporativos.
Los medios tradicionales hoy cuentan con sus propios portales en internet y entrar a ellos a través de las redes sociales nos va a hacer encontrar con una legión de los denominados “trolls”. Mucho se habla de ellos pero hay poca sistematización para combatirlos o controlarlos. Es de destacar que recientemente Amnistía Internacional y también la diputada del FIT Myriam Bregman, denunciaron la existencia y el comportamiento de esos usuarios con cuentas falsas, bots y también personas reales que se dedican a campañas de desprestigio a los opositores o a insultar a usuarios que hacen comentarios contrarios al gobierno. Se podría decir que hay muchas notas en los medios hegemónicos subidas a la red que dan la sensación de ser escritas para ser replicadas por los trolls. Basta con titular una nota con el nombre de algún ex funcionario cuestionado para que se produzca una avalancha de insultos y reflexiones hechas con la más descarada moralina. Es posible encontrar en los comentarios que se diga que hay gente que no tiene derecho a decir nada por haber apoyado al anterior gobierno. Cualquiera que diga algo contra el gobierno actual será tachado de kirchnerista. La famosa grieta mostrando un desnudo pornográfico. La existencia de cuentas falsas para generar odio y violencia no es algo que pueda considerarse demasiado democrático. En la agenda trolling no cuentan ni los argumentos ni las razones. Sólo se trata de callar al que piensa diferente a través de insultos o falacias. Esta actitud también se replica en programas televisivos como Intratables en el cual, sentados todos en redondo, pareciera que todo se decide por mayoría simple. Casi todos los “periodistas” tienen un mismo posicionamiento político y deben debatir con algún solitario invitado opositor hasta que salga sangre. Si a pesar de eso no les va del todo bien, el hablar encima o el silenciar a la fuerza también les sirve como argumento válido para hacer colapsar al otro.
La sensación que produce la realidad que los medios hoy construyen es que nada válido se puede decir sin que eso sea utilizado para fines completamente alejados a lo que se enuncia o en todo caso lo que se diga o escriba necesariamente caerá en saco roto porque el destinatario parece haberse corrido del lugar hacia donde el mensaje iba dirigido.
Es probable que con la emergencia de diferentes medios masivos con un perfil “progre” durante el anterior gobierno, muchos de los que escribimos hayamos supuesto que eso podía leerse masivamente. Otros podían pensar que le daban letra a una ciudadanía oficialista mostrando los principales logros. Lo importante sería saber que eso no llegaba más que a determinados círculos de militantes y algunos dirigentes con alguna tradición de activismo comprometido. Contrario a los que hoy se diga, la mayoría se informaba por los mismos medios que en la actualidad. El sentido común imperante sigue siendo casi el mismo a pesar de que hoy los que siempre tuvieron el poder tengan la libertad para decir a los cuatro vientos sus verdades ponzoñosas. Lo que habría que saber desde el campo popular es qué métodos emplear para revertir este clima de época. En un pequeño texto llamado Gasolinera, Walter Benjamin decía que “Las opiniones son al gigantesco aparato de la vida social lo que el aceite es a las máquinas. Nadie se coloca frente a una turbina y la inunda de lubricante. Se echan unas cuantas gotas en roblones y junturas ocultas que es preciso conocer”.

Berisso, 6 de abril de 2018

*Periodista


A 50 años del estreno de la gran obra de Pasolini- El Teorema más inquietante


Una familia burguesa tipo. Marido y mujer, dos hijos adolescentes, una criada y la llegada de un huésped que lo trastoca todo. En el convulsionado 1968, Pier Paolo Pasolini generaba admiración, escándalo e infinidad de polémicas con el estreno de Teorema.


Hace 50 años, en 1968, se estrenaba el film Teorema en Italia, la duodécima producción cinematográfica de Pier Paolo Pasolini. Ese mismo año ya había dirigido anteriormente dos películas, Edipo rey y Le streghe (las Brujas) junto a otros directores. Pasolini que era un prolífico escritor en géneros como poesía, ensayo, narrativa y teatro; desde 1961 comenzó a incursionar en el cine. Nacido el 5 de marzo de 1922 en Bolonia se convirtió en uno de los más emblemáticos intelectuales italianos de posguerra.
Sus dos primeras películas fueron  Accattone (1961) y Mamma Roma(1962). Ambas enroladas en el neorrealismo italiano propuesto por un director como Roberto Rossellini. Roma, città aperta (1945) de dicho cineasta es considerada la primera producción de este género. La tesitura neorrealista era mostrar las condiciones reales de existencia de los sectores sociales más postergados  principalmente en los tiempos de posguerra y por otro lado terminar con cierta modalidad fascista presente en el arte que privilegiaba un estilo histórico y musical grandilocuente. Accattone el personaje principal de la primera película de Pasolini era un pobre proxeneta de barrio proletario que hacía prostituir a la mujer con la que vivía. Por su parte “Mamma Roma” es una prostituta que trabaja en las calles de la capital italiana pero sueña con alcanzar un modo de vida pequeño burgués. Ambos filmes fueron hechos en blanco y negro y cuentan con historias acaecidas en los suburbios mostrando los avatares y la crueldad de la vida cotidiana.
1968 representó un año de cambios, de revuelta y de presentación en público de una nueva generación nacida tras la finalización de la 2da Guerra Mundial. En Europa el Mayo parisino iría a marcar una nueva agenda de la que el resto del continente no permanecerá ajeno. Un año después estallaría el Otoño caliente italiano. No se puede entender a Pasolini sin este contexto.
Si en matemáticas y geometría un teorema es una proposición que partiendo de un supuesto (hipótesis) afirma una racionabilidad (tesis) no evidente por sí misma; en la trama de Pasolini el teorema va a ser la presentación de la vida de una familia “pequeño burguesa en el sentido ideológico, no en el sentido económico”, dirá el autor en la primera página del libro que luego se transformará en film. Se trata en verdad de un manual laico sobre la vida de una familia perteneciente a la rica burguesía industrial de Milán en la que se producirá una irrupción religiosa luego de haber sido trastocado su propio orden. Ése será precisamente el teorema.
La cuestión obrera y el lapsus patronal

La Italia del ’68 estaba conmocionada por grandes luchas obreras y el resurgimiento de viejos debates acerca de la cuestión operaria, fundamentalmente los que ya había vislumbrado Antonio Gramsci en los consejos de fábrica turineses y los había transmitido en los célebres cuadernos de L’Ordine Nuovo entre 1919 y 1920.
Si bien en Teorema la cuestión de la condición obrera y su relación con el mundo fabril no es para nada algo descollante, la película comienza mostrando la imagen de una fábrica que “se extiende por todo el horizonte, como una inmensa barcaza anclada entre los regadíos y las barreras transparentes de álamos” dice Pasolini en el libro. “Después (de esa paz), súbitamente, un verdadero infierno: los seis mil quinientos obreros de la fábrica empiezan a salir, todos juntos, vomitados por las cancelas plegadizas, y toda la zona de estacionamiento parece trastornada por una especie de ciclón” agrega. En la puerta de la fábrica un periodista con su cámara filmadora comienza a hacerles preguntas a los trabajadores. “El patrón les ha cedido la fábrica: ahora los dueños son ustedes, los obreros. ¿No los humilla el haberla recibido como donación?” interroga el cronista y entre muchas más preguntas “¿No habrían preferido haberla conseguido mediante una acción propia? De este modo ¿No los ha apartado el patrón del futuro revolucionario de la clase obrera para convertirlos en pequeño burgueses?”
Pasolini en el libro aclara que son preguntas confeccionadas cuidadosamente en un “lenguaje de baja laya, típico de la cultura para ciudadanos medios, destinadas a informar en la sórdida prosa de la actualidad”. La donación de la fábrica a los obreros realizada por el patrón en verdad, no responde a ninguna estrategia, es simplemente una acción apresurada de alguien que entró en crisis a partir de su participación en las operaciones del teorema.
La sexualidad y la subversión del sentido común

Una familia burguesa tipo. Marido y mujer. Dos hijos adolescentes de ambos sexos y la criada. La escena transcurre en una mansión con amplios jardines a la que se accede a través de un pasaje suburbano pero de suburbio residencial. A lo lejos se pueden ver más allá de los jardines “palacetes elegantes y rígidamente silenciosos”. La familia asiste a una rutina que será trastocada con la llegada de un huésped. Cuando se habla de cine es recomendable no anticipar determinados elementos que podrían afectar la curiosidad de un virtual espectador que aún no vio cierta obra. Se intentará respetar esa regla. Sólo se hará referencia a cuestiones puntuales que es necesario señalar para justificar sobre lo que se escribe.
El personaje del huésped se torna paradigmático en toda la obra, aunque en la segunda parte su eficacia se produzca a partir de su ausencia. Interpretado por el actor británico Terence Stamp, el visitante aparece en una fiesta que la familia ofrece para sus amistades en su propia mansión.  El efecto es mostrar a alguien que inmediatamente se va a diferenciar del resto no sólo por su atractivo sino por rasgos que lo hacen distinto al burgués medio. El huésped tampoco es un proletario. Su aspecto muestra una cierta vivacidad que para los burgueses de ese tiempo parecía vedada. Él tendrá una relación exclusiva con cada integrante de la familia incluida la criada y cada acción particular hará que cada uno de los personajes se transforme disolviendo sus hábitos adquiridos aunque en un segundo momento ello se convierta en culpa.
Pasolini sostiene en el libro que no se trata de un relato realista sino de una parábola y que por esa misma razón las descripciones no serán minuciosas ni programadas en todos sus detalles  como sí ocurre en un relato tradicional o simplemente normal. A diferencia de una narrativa realista lo que sucede en el teorema es que la presencia del visitante afecta en bloque y casi en simultáneo a todo el grupo familiar. Es probable que estas cosas sucedan pero no afectando a todos, sino tal vez como la aventura particular de alguno de sus miembros. Pero no hay que descartar como hipótesis los efectos de un tiempo de profundos cambios culturales e ideológicos a lo que la obra también se refiere.
Tras medio siglo Teorema sigue representando una obra emblemática de un tiempo singular.