Legibilidad, dificultad y transmisión
(Mao Tse-Tung y Lacan como dos políticas de la forma)
Existe una confusión persistente —poco tematizada— entre complejidad del objeto y complejidad de la enunciación. Esa confusión atraviesa la filosofía, la política y el psicoanálisis, y produce efectos silenciosos: naturaliza estilos, justifica opacidades y vuelve invisibles decisiones que son, en rigor, políticas de la transmisión.
El problema no es nuevo, pero rara vez se lo formula como tal.
I. Dos políticas de la claridad y la dificultad
En Sobre la contradicción, Mao Tse-Tung aborda uno de los núcleos más abstractos de la dialéctica materialista: la unidad de los contrarios, la relación entre universalidad y particularidad, la contradicción principal y el aspecto principal. Nada de eso es simple. Sin embargo, la prosa no se vuelve oscura. Por el contrario, se organiza para hacer pasar el concepto.
La claridad en Mao no es pedagógica en sentido escolar, ni estética en sentido literario. Es política: un concepto que no puede ser apropiado colectivamente no cumple ninguna función histórica. La legibilidad no rebaja el nivel; verifica el dominio del objeto.
En el otro extremo aparente, la enseñanza de Jacques Lacan suele ser invocada como ejemplo contrario: una escritura difícil, sinuosa, atravesada por equívocos, cortes y torsiones. Muchos sostienen —con argumentos lógicos atendibles— que esa dificultad es necesaria para la transmisión, porque el objeto mismo (el inconsciente, el goce, lo real) no puede ser capturado por una explicación transparente sin quedar inmediatamente suturado por el sentido.
Aquí la dificultad no busca oscurecer, sino impedir la comprensión imaginaria, esa comprensión demasiado rápida que tranquiliza al yo y clausura la experiencia.
II. El falso dilema: claridad o dificultad
Plantear el problema como una oposición entre claridad y dificultad es un error. La diferencia real no pasa por ahí.
Hay que distinguir al menos tres planos:
-
Dificultad del objeto: hay experiencias —clínicas, políticas, históricas— que no se dejan decir plenamente.
-
Dificultad de la vía: ciertos objetos exigen modos indirectos de transmisión, oblicuos, no evidentes.
-
Dificultad defensiva: cuando la opacidad funciona como coartada, prestigio o filtro de pertenencia.
Sólo el tercer plano es problemático en sí mismo. Y es justamente el que suele quedar naturalizado.
En Lacan, la dificultad puede funcionar como dispositivo: no explica para no cerrar, no aclara para no suturar. Pero esa dificultad está acompañada por una orientación estricta: retornos constantes, esquemas, matemas, definiciones parciales, rectificaciones. No hay aura sin trabajo.
Cuando la dificultad se invoca como valor en sí mismo —“es así porque es profundo”— deja de ser dispositivo y se vuelve defensa.
III. Mao y Lacan: no una oposición, sino dos respuestas
Mao Tse-Tung y Lacan no representan dos estilos incompatibles, sino dos respuestas a riesgos distintos.
-
Mao combate el riesgo del dogmatismo abstracto y de la incomprensión práctica: responde con claridad operativa.
-
Lacan combate el riesgo del sentido inmediato y de la psicologización: responde con torsión y no-evidencia.
Ambos comparten un enemigo común: la repetición vacía, la fórmula sin análisis concreto, la comprensión sin experiencia.
Por eso la comparación no debe resolverse en términos estéticos (“me gusta más uno u otro”), sino en términos de función de transmisión.
IV. El escritor no narcisista como función
Este problema se vuelve más nítido si se lo articula con la noción de escritor no narcisista, entendida no como rasgo personal sino como función.
El escritor no narcisista no decide de antemano ser claro o ser difícil. Decide —si se puede decir así— no replegar la escritura sobre su propia posición. La forma no está al servicio de la firma, sino del pasaje.
Por eso puede haber:
-
claridad no narcisista (cuando la claridad abre apropiación),
-
dificultad no narcisista (cuando la dificultad produce trabajo),
-
y también claridad narcisista o dificultad narcisista (cuando cualquiera de las dos funciona como capital simbólico).
La dificultad buscada como exhibición es un contrasentido con esa función.
La dificultad como dispositivo, en ciertos campos, puede ser una condición de transmisión.
V. Poner el problema en agenda
Hoy esta diferencia casi no se discute. Los estilos se naturalizan, las tradiciones se heredan, las objeciones se moralizan. Sin embargo, lo que está en juego no es un gusto ni una moda, sino una pregunta básica:
¿La forma elegida aumenta o disminuye la posibilidad de transmisión?
No se trata de resolver el problema, sino de hacerlo visible. Porque lo que no se nombra, se reproduce.
Poner en agenda la relación entre legibilidad, dificultad y transmisión no es atacar a nadie. Es devolver a la escritura su dimensión política más elemental: decidir, cada vez, si el pensamiento se cierra sobre sí mismo o si acepta el riesgo de pasar a otro.

No hay comentarios.:
Publicar un comentario