2025/12/13

El escritor no narcisista (Benjamin – Sollers – escritura como proceso)

 


E
l escritor no narcisista

(Benjamin – Sollers – escritura como proceso)

Cuando Philippe Sollers, a fines de los años sesenta y comienzos de los setenta, propone disolver el continente ideológico llamado “literatura” en una ciencia de la escritura, no está atacando una forma estética sino una ficción histórica: la del autor como origen, de la obra como unidad cerrada y del libro como lugar natural del saber escrito. Su tesis es materialista: toda escritura se desarrolla bajo un determinado modo de producción, no solo económico sino simbólico, técnico y social. La escritura no expresa una interioridad: funciona dentro de un sistema de producción de sentido.

Walter Benjamin había llegado, desde otro ángulo, a una conclusión convergente. En Gasolinera, cuando afirma que la eficacia literaria significativa solo puede nacer del riguroso intercambio entre acción y escritura, Benjamin no está defendiendo géneros menores frente al libro, sino señalando una mutación histórica: el saber ya no se transmite mediante totalidades estables, sino por intervenciones localizadas, fragmentarias, instantáneas, capaces de actuar sobre puntos precisos del aparato social. El libro, en ese contexto, deja de ser el centro y pasa a ser, en el mejor de los casos, un sedimento.

En ambos casos, lo que se desarma es la misma figura:
el autor soberano, propietario de un sentido, organizador de una obra total, garante de una identidad.

Frente a esa figura emerge otra posición posible: la del escritor no narcisista.

No se trata de una virtud moral ni de una actitud psicológica. El escritor no narcisista no es “humilde”: es estructuralmente descentrado. No se piensa como origen del texto, sino como un nodo transitorio dentro de un proceso colectivo de escritura. Acepta que lo escrito circule sin él, se fragmente, se recontextualice, se use mal, se continúe en otra parte. No exige lectura completa, adhesión ni pertenencia. Escribe para que el texto entre en relación.

Desde la perspectiva de Sollers, esta posición es coherente con una ciencia de la escritura: si la escritura es un proceso determinado por su modo de producción, el autor deja de ser sujeto fundador y pasa a ser operador parcial. Desde la perspectiva de Benjamin, esta posición es la única eficaz en un mundo gobernado por hechos y no por convicciones: no se trata de inundar la turbina con opiniones, sino de lubricar juntas ocultas que hay que conocer.

La pantalla —hoy dominante— no crea esta situación, pero la vuelve visible. En ella, la escritura se lee en fragmentos, se enlaza, se superpone, se comenta, se reactiva. El texto ya no se presenta como obra, sino como material en circulación. En este régimen, el escritor narcisista —el que reclama unidad, cierre y reconocimiento— queda estructuralmente fuera de lugar. El escritor no narcisista, en cambio, aparece como la figura que mejor se ajusta a la realidad material de la escritura contemporánea.

No porque haya renunciado al libro, sino porque ha dejado de confundir el libro con el pensamiento.
No porque desprecie la obra, sino porque sabe que hoy el pensamiento no se organiza como monumento, sino como entramado.

Así entendido, el escritor no narcisista no es una excepción ni una marginalidad: es la forma que adopta la escritura cuando asume plenamente su condición histórica, colectiva y material.

No hay comentarios.: