Cada vez que llega la Semana Santa y la Pascua, aun siendo
ateo, hay algo que para mí no es igual a cualquier festejo o celebración. Me
formé de niño bajo la tradición religiosa de los polacos católicos. En su texto
Moisés y el monoteísmo, Sigmund
Freud, de origen judaico decía que aunque él no fuera practicante de ningún
culto e incluso no creyente, sostenía que quizás conservaba lo esencial de la
tradición de sus antecesores.
En Berisso debe haber muchos descendientes de polacos o de
otros pueblos eslavos de tradición católica que seguramente sientan algo similar
a mí, ante la llegada de la Pascua. Lo cierto es que para mis abuelos paternos
esta festividad representaba mucho más que la Navidad. Desde el Domingo de
Ramos los preparativos para la Pascua eran bastante meticulosos. En nuestro
país en donde no existe separación entre la Iglesia y el Estado, la Pascua no
es igual a la de la tradición católica de los eslavos.
Voy a enumerar algunos aspectos de la celebración pascual
que viví en mi niñez. Mi abuela preparaba un pequeño canasto en el que
depositaba algunos alimentos. Entre ellos, lo que nunca faltaba era el oplatek
u oplatki que es una fina oblea de pan igual al de la ostia que un tiempo
antes, el cura polaco les llevaba a sus casas a todos los interesados. Para la
misa de Pascua mi abuela llevaba el canasto para ser bendecido. El contenido
iba a ser repartido en la mesa durante el almuerzo.
Otra peculiaridad eran los huevos de Pascua. En este caso mi
abuelo era el encargado. En una olla en la que colocaba cáscara de cebolla,
hervía una cantidad de huevos de gallina que tras ese procedimiento quedaban
bien colorados. Esto iba a servir para realizar un juego previo al almuerzo que
lograba concertar la atención de todos. Cada uno elegía un huevo y agarrándolo
fuerte con la mano, ponía la parte puntiaguda hacia arriba. Entonces empezaban
dos familiares a chocar sus huevos. El que lograba mantener su huevo sin que se
rompa comenzaba a ganar y a chocar contra el que siguiera. Así había uno que
lograba ganarles a todos. Lo curioso es que siempre ganaba mi abuelo. Mi tío
Mariano decía que el viejo seguro tenía un huevo de madera. En realidad había
aprendido con sus años a saber elegir.
Según escuché, en Europa esta costumbre incluía a que la
gente saliera a la calle con los huevos y jugara casa por casa en una verdadera
confraternidad entre vecinos. Alguna vez el marxista italiano Antonio Gramsci
escribió que el catolicismo no es igual en todos lados. El de sus compatriotas
no era igual al de otras naciones europeas y mucho menos al de lugares como
Sudamérica. A la práctica de la religión se le suma siempre las propias
costumbres de los pueblos.