Llamo estesia al modo primario en que la vida, al organizarse como organismo, se siente existir sin distancia.
No se trata de percepción de objetos, ni de conciencia de sí, ni de una interioridad psicológica.
La estesia no es una facultad, ni una función añadida a la vida:
es la condición misma de que haya un viviente.
Todo ser vivo —animal, vegetal, hongo o microorganismo— existe como un cuerpo relativamente autónomo dentro del flujo general de la vida.
Pero esa autonomía no es sólo estructural o metabólica: es también sensible, en el sentido más elemental del término.
La estesia nombra precisamente eso:
la auto-afección mínima por la cual un organismo, al sostenerse como tal, se siente existir.
No hay aquí un “adentro” opuesto a un “afuera”.
La estesia no funda una subjetividad separada del mundo, sino una envoltura viviente, un pliegue del flujo vital que se experimenta desde sí mismo.
Es una caparazón sin metáfora: no protege de algo exterior, sino que da consistencia al estar vivo.
La vida como flujo general no se percibe en sí misma.
Sólo se vuelve sensible allí donde se pliega en un organismo.
Cada organismo es, entonces, una localización sensible del Uno viviente.
La estesia es ese punto de localización vivido, no representado.
Por eso la estesia no puede decirse fácilmente.
No es algo que se observe, sino algo que se habita.
Hablar de ella es como hablar de las manos:
no de lo que hacen, sino del hecho silencioso de tenerlas y ser con ellas.
En las especies dotadas de imagen corporal, lenguaje y simbolización, la estesia puede estabilizarse, rigidizarse o deformarse, dando lugar al narcisismo, al fantasma y a la conciencia.
Pero la estesia es anterior a todo eso.
No es amor a sí mismo, ni reflejo, ni representación:
es el sentir de existir propio de todo viviente.
En este sentido, la estesia no es alma en sentido metafísico,
pero explica por qué la noción de alma fue históricamente inevitable:
intentaba nombrar, de manera confusa, esa experiencia inmanente del estar vivo.
Dicho de la forma más sobria posible:
Vivir es sostener un cuerpo que, al hacerlo, se siente existir.
Ese sentir —anterior y simultáneo a toda percepción y a toda conciencia— es la estesia.
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