2021/10/18

De resplandores diferentes- Entre la novela, el cine y la miniserie


Stephen King publicó “El Resplandor” en 1977 y fue un éxito mundial. Tres años después, Stanley Kubrick estrenó la película basada en ella, que ya forma parte de la historia del cine pero que a King no le gustó, tanto que produjo y controló en detalle la miniserie sobre la novela de 1997. ¿Qué se juega y qué se pone en tensión cuando una novela se lleva a otro lenguaje?

Cuando una obra literaria es llevada al cine inevitablemente habrá diferencias. El traslado de lo escrito a otro formato, en este caso visual y auditivo nunca podrá ser correspondido fehacientemente debido a que la aprehensión de lo real realizada por medios como pueden ser un texto hecho con letras y otro con imágenes y sonidos, nunca podrán captar la totalidad, ni la temporalidad que se pone en juego. En ambos textos habrá una selección necesaria y simultáneamente habrá exclusiones.

De todas maneras la adaptación siempre tendrá esos factores comunes inevitables y necesarios para que una nueva obra realizada en un nuevo soporte sea la representación de la anterior. Trama, personajes, lugares, tiempo histórico e incluso cierta interpretación ideológica acerca de lo que sucede en el desarrollo. Siempre se hablará de una cierta traición al texto original, cuando los elementos considerados se encuentren sustancialmente alterados.

Se estrenó en 1997 la miniserie El Resplandor (The Shining) basada en la novela homónima de Stephen King publicada en 1977. La dirección de la serie hecha en tres capítulos de una hora y media cada uno fue a cargo del cineasta Mick Garris, bajo el asesoramiento y la mirada atenta del mismo King. El prolífico narrador se sabe que nunca estuvo muy conforme con la versión cinematográfica realizada por Stanley Kubrick en 1980 y que fuera de gran éxito. Stephen King no sólo escribió el guión de la miniserie del ’97, sino que además aparece en un cameo.

En lo que sigue intentaremos elucidar, entre otras cosas, el porqué de la disconformidad del escritor con respecto a la obra del cineasta.

Partiremos del hecho indudable que tanto el libro como el filme, en su particularidad muestran el gran talento de sus hacedores, y esto mismo es lo que hizo que ambas producciones se convirtieran en obras de culto. El problema que se plantea en la diferencia es de otra índole, posiblemente tenga que ver con visiones encontradas, con perspectivas ideológicas no del todo solidarias. Para Stephen King su novela, representaba mucho más que un gran éxito editorial, el primero y tal vez el más importante de su larga cosecha. En la trama se ponía en juego parte de su propia historia personal. Para Kubrick la producción de este filme significaba una gran oportunidad para lograr su propia redención como cineasta, tras el relativo fracaso de su anterior película Barry Lyndon realizada en 1975.

Una dificultad que surge en la confección de esta nota, es que su lector no haya visto la película ni la miniserie, o que tampoco haya leído la novela de King; pues se encontrará inevitablemente con referencias que sería imposible comprender sin conocer el contexto general, cosa que excede largamente las posibilidades de lo que se intenta explayar. De esta forma, sin conocer previamente la obra, tampoco se corre el riesgo de anticipar el final para quien no lo conozca, aunque en la novela y en el filme no coincidan plenamente; debido a que se tornaría ilegible.  

Las diferencias más notorias entre ambas obras, son sin dudas la caracterización de sus personajes, incluso la exclusión de algunos que están presentes en la novela y que no aparecerán en el filme. Casi todos los que escribieron sobre este tema, coinciden con el litigio que se plantea  a partir de un personaje como Jack Torrance. Quien escribe considera que la exclusión de alguien como Al Shockley, amigo íntimo de Jack representa un señuelo significativo por dónde se puede entrar a analizar la perspectiva kubrickiana. Volveremos más adelante a desarrollar las principales diferencias entre estas dos obras, entre ellas sus personajes.

Entre las diferencias hay algunas que siendo significativas no alteran demasiado la obra original, incluso se podría decir que algunas de ellas funcionan como un nuevo condimento que le otorga un sabor bastante interesante. Elegiremos algunos ejemplos al respecto.

En la novela tendrán gran importancia los verdes setos recortados con forma de diversos animales: un conejo, un perro, un caballo, una vaca y otros tres más grandes que son leones retozando. Quien había recomendado a Jack Torrance para el trabajo de cuidador del hotel, recordaba a Jack en sus tiempos de estudiante trabajando para arquitectos paisajistas, realizando la poda y el mantenimiento de un jardín ornamental en la casa de una acomodada señora. Ese recuerdo fue lo que hizo que pensara en él para el cuidado del Overlook. Una de las tareas del cuidado de las instalaciones también será mantener esas figuras ornamentales.

Los animales de los setos tendrán su propio protagonismo en la novela. En la película de Kubrick esto será reemplazado por un grandilocuente laberinto verde también hecho con setos. Wendy y Danny, esposa e hijo de Jack en un momento pasean por el laberinto, mientras que este último los observa desde una gran maqueta del laberinto presente en una de las salas más grandes del Overlook. El nombre del hotel elegido por King no resulta ocioso.

En tal sentido la elección de un gran laberinto, duplicado en una maqueta en la que se pueden ver los movimientos al interior del primero, hacen gala panóptica del nombre elegido. No es un simple Mirador, es también algo que ve desde arriba, es algo que nos observa. No es sólo ver sino también ser visto. En ambas obras el Overlook se convertirá en una instancia que se asemeja bastante a lo que Sigmund Freud denominó Superyó.

 Volveremos sobre esto más adelante cuando hagamos referencia a los múltiples fantasmas, que en el aislamiento acosarán a nuestros personajes. En el caso puntual del laberinto y su maqueta se puede considerar la función de autoobservación propia de esa instancia descrita por Freud. Kubrick introduce en el guión cinematográfico el hecho de que el hotel construido en 1907 está edificado sobre un cementerio indígena. Es un ingrediente interesante, no presente en la novela, que habría que ver de qué modo se complementa con la idea de “resplandor”.

Como en esos juegos de mesa en los cuales se debe avanzar tantos lugares como indica la cara del dado, se debe evitar caer en determinado casillero para evitar retroceder, empezar de nuevo o incluso perder el partido. La diferencia es que aquí no se trata de azar sino de la voluntad que se ponga en juego para impedir caer en la seducción que produce, saber que no se tiene que entrar en tal lugar sin saber bien el porqué. Cuando Dick Hallorann, el cocinero negro del Overlook se percató que Danny Torrance poseía las dotes paranormales propias de “el resplandor”, mantuvo antes de irse del hotel, una conversación con el niño advirtiéndole de ciertos peligros.

Hallorann le pidió a Danny que nunca entre ni se acerque a la habitación 217. Kubrick utilizará el número 237. El cambio de número tiene que ver con un pedido expreso de los dueños del Timberline Lodge que es el hotel en donde se rodó la película de 1980. Temían que a partir de las escenas que se ven en el filme, nadie más querría ocupar esa plaza. En la novela el cuarto estaba ubicado en un piso distinto al que utilizarán con asiduidad los Torrance en su estancia en la montaña. Danny en el filme se paseará en triciclo por el mismo piso en el que estaba la enigmática pieza, cruzándose además con el fantasma de las gemelas Grady. La forma del pasillo por el que circulará el niño reforzará el aspecto panóptico señalado en el laberinto y su maqueta. Kubrick hará ampliar considerablemente el sonido que emite el triciclo, haciendo que se torne una melodía casi inquietante. En el libro no habrá ni triciclo ni gemelas, lo cual no afectará la idea original del novelista, es más, le dará un condimento especial.

Danny Torrance era un niño con algunos atributos inusuales. Podía ver cosas que otros no ven, saber qué pasaba por la cabeza de sus padres. Además tenía un amigo imaginario, Tony que le daba consejos, le sugería de qué cosas abstenerse. En la miniserie, bajo la sugerencia de King Tony es un adolescente que podía ser la proyección del mismo Danny. En el filme Kubrick utiliza un artificio algo grotesco que es hacer que ese amigo habite en la boca del niño, haciéndole hablar de un modo burlesco. Los padres de Danny saben que su hijo es especial, pero no saben a ciencia cierta cuáles son sus atributos.

Es el chef Dick Hallorann quien al percibir en Danny las cualidades de quien esplende, mantiene una charla con él y le cuenta qué es “el resplandor”. Hallorann también poseía esas cualidades al igual que su abuela, con quien se comunicaban sin hablar. “Hay mucha gente que tiene un poco de esplendor, sin saberlo. Son los que siempre aparecen con flores cuando su mujer está triste. Son los que se dan cuenta de cómo se siente la gente, con sólo entrar en una habitación” le cuenta Dick al niño “…es lo que la Biblia llama tener visiones y algunos hombres de ciencia precognición”.

Hallorann se despidió de Danny, pidiéndole que si algo ocurriese en la estancia invernal en el Overlook, pegase un fuerte grito que él desde lejos lo iría a escuchar y vendría en su socorro, sugiriéndole enfáticamente que no se acerque a la habitación 217, como ya habíamos señalado. La sugerencia del fuerte grito, no está en el filme, por eso el chef desde la lejanía no deja de mirar los noticieros televisivos e intenta infructuosamente comunicarse vía telefónica.

Jack Torrance

Si existe algún litigio entre la producción fílmica de Kubrick y la novela original de Stephen King, es justamente la interpretación kubrickiana de este personaje, es lo que iría a hacer mucho más ruido de lo que soportan los oídos más afinados. Debido a que siempre habrá más espectadores de cine que lectores de novelas, el Jack Torrance de Kubrick siempre será el más conocido, no sólo por lo antedicho sino también porque la gigantografía en la que el actor Jack Nicholson aparece con un rostro bastante sacado y sucio, en el momento en que rompe con un hacha una puerta de madera; esa imagen logró trascender cuantitativamente a todos los que vieron alguna vez la película.

El Torrance de Kubrick es un personaje bastante despreciable. Todos esperan que termine como al final acaba, congelado en el laberinto. Con gestos burlescos, aire sobrador, voz socarrona y principalmente imbuido de una maldad grotesca, Nicholson inmortalizó a este personaje.  Mientras el Torrance de Stephen King se desdobla en el desarrollo de la trama, siendo un personaje en el que muchos lectores varones podrán ver sus propios defectos; el de Kubrick muestra la hilacha maldita desde sus inicios.

En la novela Jack Torrance es un humilde profesor que debido a su adicción alcohólica, le cuesta llevar adelante su vida familiar e incluso maltrata a sus seres queridos. Es un personaje que vive arrepentido de esas actitudes y que intenta redimirse, ganándose el afecto familiar cada vez más esquivo. Convertirse en el cuidador del hotel, en época invernal representa principalmente conseguir un trabajo, terminar de escribir una obra de teatro, y recuperar el amor de sus esposa, ante la posibilidad cierta de un eventual divorcio. A la vez, ganarse la confianza del pequeño Danny.

Se sabe que mucho de ese Torrance fue en verdad parte de la misma vida de Stephen King, quien ante ciertos avatares desventajosos se entregó a la bebida por un tiempo.  Debe ser difícil, siendo King verse reflejado por el personaje interpretado por Nicholson. Kubrick quien había tenido su momento de gloria con el rodaje de 2001: una odisea en el espacio (2001: A Space Odyssey) en 1968 y La naranja mecánica (Clockwork Orange)  en 1971 venía en decaída tras el relativo fracaso de Barry Lydon en 1975. El éxito editorial de la novela de King en 1977 representaba para el cineasta una oportunidad inigualable, y se ve que supo aprovecharla.

En 1962 Kubrick había tenido arduas negociaciones con Vladimir Nabokov, para que este último le vendiera los derechos de su novela Lolita. Era un especialista en estos temas y por eso decidió comprar los derechos de autor de El Resplandor para hacerla a su gusto. Mientras que King provenía de una humilde familia de trabajadores, Kubrick había nacido en una familia económicamente poderosa.

Más arriba habíamos señalado que Al Shockley fue uno de los personajes más importantes de la novela que por lo contrario no aparece en el filme. Shockley era el íntimo amigo de Torrance en sus tempos de estudiante, compartían noches de jarana y la adicción alcohólica. A diferencia de Jack, Shockley era de una familia acomodada y había comprado la mayor parte de las acciones del Overlook. Es él quien  a sabiendas de los problemas que aquejaban a Torrance lo recomendó para el trabajo de cuidador del hotel.

Una escena muy importante de la novela es cuando Jack revisando el sótano, se encontró con un álbum de recortes de diarios de distinta época, en las que pudo corroborar que en ese establecimiento no sólo se hospedaron distintos presidentes estadounidenses, sino también grandes capos mafiosos que incluso se habían tiroteado en los pasillos, dejando algunos cadáveres sobre las alfombras. El hotel también había servido para blanquear dinero ilegítimo. La habitación 217 era el lugar donde se hospedaba la mujer de un poderoso abogado, que recibía asiduamente a jóvenes amantes. Ella terminó suicidándose en la bañera.

Cuando Torrance descubrió esos archivos creyó que ahí estaba el material perfecto para escribir su obra maestra. Su amigo Shockley al enterarse de esto lo llamó enfurecido para decirle que él estaba ahí gracias a su amabilidad, y no para inmiscuirse en cosas que no le correspondían. Así de tajante. No deja de ser esta escena una parte importante en el desencadenamiento de la metamorfosis de nuestro personaje.

Será el mismo Overlook quien se irá apoderando de Torrance para convertirlo en algo así como un monstruo. Van a ser tanto su esposa como su hijo quienes al verlo completamente cambiado dirán abiertamente que ese no era él. A Jack se lo devoraron los espectros.

Sobre el final del filme de Kubrick, aparece la imagen del Gold Room del hotel, y en una de sus paredes blancas pueden verse varias fotos. La cámara se acerca a una de ellas y puede verse ahí , mucha gente posando en una fiesta. Un acercamiento mayor mostrará a Jack Torrance sonriendo. La fecha es del 4 de julio de 1921. Celebraban un nuevo aniversario de la independencia de los Estados Unidos. Si hay alguna semblanza que aluda al álbum de los recortes de diarios encontrado por Jack en el sótano, es precisamente esa. En la película el asesino Grady le dirá a Jack que él siempre perteneció al Overlook.

La jungla del fantasma.

Dice un proverbio popular que “la soledad es mala consejera”. Cuando se lee la novela de Stephen King es inevitable para quien la haya visto, recordar la película de Ingmar Bergman La hora del lobo (Vargtimmen) realizada en 1968. En este filme el pintor Johan Borg y su esposa Alma quien se encontraba embarazada, se retiran a vivir a una pequeña isla  para que nadie los moleste. Al igual que los Torrance aislados por la nieve en un hotel de la montaña, los Borg comenzarán a protagonizar una historia ampliada junto a un concierto de fantasmas. “Será que cuando uno se encuentra muy enamorado, comienza a ver lo mismo que el otro”, se preguntaba Alma cuando relata lo acontecido en la pequeña isla de Baltrum.

Sin entrar en grandes disquisiciones teóricas digamos que lo que Freud denominó Superyó, tenía al menos dos funciones específicas, la ya mencionada autoobservación y la conciencia moral. Esta última como algo que nos habla permanentemente que hace sugerencias e incluso extorsiona. En el desarrollo que Jacques Lacan hizo sobre esa instancia freudiana, dirá que el Superyó no es lo que nos condena por excedernos en la realización de los placeres mundanos. El Superyó en Lacan será un imperativo permanente, una exhortación a gozar sin medidas. Esa es la imagen de Jack Torrance cuando será poseído por el espíritu del Overlook. En tal sentido la interpretación que hace Kubrick es muy buena.

Para Stephen King el Jack Torrance poseído ya no es Jack Torrance, es un semblante, es si se quiere la irrupción directa del Superyó desplazando al Yo mismo. Tal vez sea el fantasma que King imaginó llegar a ser si no torcía su propio rumbo. Es esa imagen que vista en la interpretación de Kubrick debe haberlo escandalizado.

Stephen King es un gran admirador de las narraciones de terror, principalmente las de H.P. Lovecraft. En el caso de El Resplandor es posible leer si se quiere, una secuencia de cuentos articulados del autor de Las Ruinas de Ctuhulhu o El color que cayó del cielo. La referencia a Edgar Allan Poe también es inevitable. La Máscara de la Muerte Roja es un ingrediente importante que aparecerá en la obra que nos estamos refiriendo.

Si es por esas referencias literarias de la literatura estadounidense de terror, se puede decir que en eso, Kubrick no desentonó en lo más mínimo.

2021/10/05

Capitalismo, consumo e insatisfacción


Prometer la felicidad a través del consumo, además de producir ganancias y obturar la posibilidad de transformar la sociedad para un destino colectivo verdaderamente satisfactorio ya no puede sostenerse para el capitalismo en la misma legalidad que construyó.
Ya no es necesario esperar la muerte para luego acceder al paraíso que siempre prometieron las religiones, ahora consumiendo, el paraíso terrenal está a la vuelta de la esquina.

Hoy se habla de “inyectar dinero en el bolsillo de la gente”. Es bien sabido que si hay mayor consumo la economía existente se fortalece. Los economistas keynesianos sostienen que fortalecer el consumo es siempre una medida contracíclica para paliar las reiteradas crisis del capitalismo contemporáneo. De todos modos habría que diferenciar claramente lo que significa la consolidación de un mercado interno por un lado y la impronta consumista por el otro.  

Según las teorías del marketing, los grandes vendedores no son los que saben ofrecer los productos necesarios, sino los intangibles. Esos que nunca se sabe bien, qué son, ya que no son concretos, pero que deben considerarse  como necesidades irrenunciables. Las empresas hoy no sólo nos quieren ofrecer un servicio útil, sino que nos venden una salud impecable, la seguridad de nuestra familia, la dicha prolongada y el éxito financiero. 

En todo caso si lo que se trata de vender, no es algo completamente intangible, como puede ser una prenda de vestir, lo que hay que saber hacer es vender la marca, invistiéndola de algún halo mágico, porque da prestigio, o mayor atracción; aunque su valor de utilidad no sea demasiado diferente. Un jeans de marca puede llegar a valer tres o cuatro veces más, ni hablar de un perfume o una determinada bebida alcohólica, mucho más si se pusieron de moda, y sus efectos resultan inigualables. Hoy el fetichismo de la mercancía del que hablara Karl Marx en El Capital, está al orden del día.

La red deseante.

Según precisa la teoría de Freud, el deseo está orientado hacia algo que si bien simula serlo, en realidad es algo inexistente. Cada vez que alguien alcanza lo que desea, se encuentra que eso al final no era, y de esa forma, vuelve a desear, y así infinitamente. Lo alcanzado nunca coincide con lo que se buscaba. A su vez nadie se siente atraído por lo que nadie desea, y en ese sentido el deseo es siempre el deseo de los otros, lo que socialmente se presenta como deseable. Este concepto del psicoanálisis sirve para mostrar dos facetas principales de cómo funciona la oferta consumista: la insatisfacción permanente y el objeto que puede saciarla. Esa oferta está presente continuamente en la subjetividad social, para que la sociedad se reproduzca sin quiebres. Ya que no solamente es la ganancia de los que venden mercancías, sino también la ilusión de que ésta es la mejor sociedad posible.

El muchacho veía la publicidad que aparecía por la pantalla de la TV. En ella, otro muchacho se desplazaba arriba del nuevo automóvil, el más caro de los que habían salido en el último tiempo. En la escena este último pasa cerca de una vereda y una de esas chicas que parecen inalcanzables lo mira y le sonríe. Él se detiene y le abre la puerta. El final es conocido. Apología del medio (el automóvil) y apología del fin (la conquista de la chica). La muchacha de esta forma también se convierte en objeto de consumo. Ella no solamente le da sentido a la escena, ella también compra el automóvil. De esta forma la subjetividad social consumista y hegemónica transforma a los sujetos en objetos. Es el imperio de la imagen y del fetiche.


Según dice Mauricio Lazzaratto en su libro Políticas del Acontecimiento (Tinta Limón Ediciones, Buenos Aires, 2006), el capital financiero no fabrica mercancías como lo hace el capital industrial. El capital financiero –dice- fabrica mundos. ¿Qué tipo de mundos? A través de la publicidad y la cultura de masas fabrica mundos de signos y de imágenes que sugieren que el paraíso terrenal existe, y que es posible a través de la adquisición de diferentes productos que están en el mercado.

La insatisfacción permanente de los deseos, tiene como correspondencia necesaria la idea de la fragilidad, y para ella el capital ya encontró una solución sin esperar una vida ultraterrena, mucho menos el cambio social. Hoy tal como sugiere el filósofo esloveno Slavoj Zizek, la gente ya no se siente culpable por saciar en exceso sus apetitos instintivos, sienten culpa por no poder darle mucho mayor goce a sus cuerpos.

El consumismo crea una demanda de extremo placer, que al no poder saciarla, se convierte en frustración. No se trata de generar -por lo contrario- la vida aséptica de un “santo”, sino saber que la demanda de mayor placer, es una de las imposiciones morales del capitalismo tardío. Pero sobre todo porque es imposible y conduce al individualismo extremo. Porque el paraíso prometido obviamente no es para todos, se les ofrece a todos, pero se sabe que es para pocos: para los emprendedores exitosos con suficiente autoestima. Para los que hacen de la competencia más salvaje, su principal modo de vida.

De ésta nadie se salva

Si bien la mayor oferta consumista está dirigida hacia los sectores que más tienen, y que por ende pueden  comprar lo que se les ofrece; tal como sugiere la crítica cultural brasileña Suely Rolnik, las clases sociales más desposeídas no son ajenas a esa promesa capitalista de paraíso en la tierra. Si bien las elites se encuentran enfermas y alienadas bajo la promesa de esa creencia de la religión del Capital, nadie está a salvo de ello, y más aún, para los excluidos esa promesa resulta mucho más perversa y terrible. La promesa es imposible para todos, ya que no alcanza para saciarla consumir todo lo que nos ofrecen. Si para las clases sociales más pudientes existe la posibilidad ilusoria de realización, en los más pobres esto tiene consecuencias nefastas.

Nike es la cultura

El capitalismo lejos de excluir del consumo, lo multiplicó, lo dividió por segmentos y hoy para cada estrato social existe una oferta específica. Si los autos de alta gama, las 4 x 4, los personal trainers, los cirujanos estéticos, los milagros de la  autoayuda, y mil burbujas más se les ofrecen a las clases medias y altas; también podés comprarle a Sprayette la faja que te quita los kilos de más, porque se puede quemar grasas sin hacer esfuerzos; podés comprar lo que alarga el tamaño del miembro y porqué no una vida. Todo está a tu disposición para una existencia perfecta y envidiable.

También para los extractos más pobres hay una oferta específica, y cada vez más globalizada. El magnate petrolero y el capo narco corren en la camioneta, con anteojos negros y una “rubia producida” a su lado, mientras el pibe de barrio se desvive por las zapatillas con llantas, y la ropa del deporte más popular del país imperial: el beisbol. Cualquiera que vea a este último seguramente dirá: “es un pibe chorro”, pero del supuesto magnate de la Hilux o la Land- Rover,  seguramente no dudará, lo más probable es que sienta envidia. Esa lógica hoy está instaurada. Bastante perversa por cierto. Tanto las “llantas” como la 4 x 4 simulan ser todo terreno. Igual que el consumismo.

El consumo borró la frontera de la legalidad

Prometer la felicidad a través del consumo, además de producir ganancias y obturar la posibilidad de transformar la sociedad para un destino colectivo verdaderamente satisfactorio, -ya que eso no sería necesario, porque hoy están todos los placeres en venta-  ya no puede sostenerse para el capitalismo en la misma legalidad que construyó.

Hoy parte de las ganancias y de los placeres, entraron en un callejón supuestamente ilegal, pero patrocinado por los mismos que dictaminan la ley.  Las redes de trata y del narcotráfico lejos de ser anomalías del capitalismo, son engendradas para satisfacer las promesas de goce, esas que largamente exceden las mismas posibilidades humanas. En Noches de Cocaína, James G. Ballard relataba con estupor cómo un grupo de acomodados veraneantes, quemaban una mansión y ponían en actos sus fantasías sexuales más aberrantes, como forma de satisfacer eso que la cotidianeidad nunca les brinda, incluso bajo el riesgo de morir en el intento.

 

2021/09/27

Por fuera de los discursos dominantes- La alternativa del “Vivir bien”


 Las sociedades, atravesadas por discursos hegemónicos, viven como si fueran “naturales” las condiciones que les son impuestas. Frente a ellos, el “vivir bien”, incorporado a las constituciones de Bolivia y Ecuador, se ofrece como una propuesta colectiva que se ajusta a la armonía con los otros y con el medio ambiente.

La mayoría de los que forman parte de una sociedad, tienen o aspiran a tener un modo de vida que suponen como algo de índole casi natural. Todo habitante posee una determinada perspectiva sobre cómo encarar su subsistencia y la de su círculo íntimo. Modos alimentarios, habitacionales, de distracción, de información, pero sobre todo de relacionamiento con el resto de la sociedad para ganarse la vida o para establecer alianzas. Toda sociedad a su vez intenta aislar cualquier borde de fuga que ponga en cuestionamiento el modo de vida establecido, premiando a los que se desviven por reproducirla. 

Se puede señalar que hasta hace no tantas décadas, en el mundo existían diversas maneras de encarar la vida. En su libro El imperialismo, fase superior del capitalismo, Lenin fue uno de los primeros en advertir el inicio de la expansión global del poder que lejos de unificar a la humanidad, sí fue derrumbando culturas nacionales, suprimiendo diferencias, occidentalizando  planetariamente los modos de vida. 

En La agonía del Eros, Byung- Chul Han, muestra bastante bien la supresión de las diferencias y el establecimiento de un narcisismo que inunda lo social, implementando una sociedad del rendimiento que excluye adrede cualquier negatividad y por ende la posibilidad de que se cuestione lo que él denomina “la mera vida”. No tenía razón Michel Foucault cuando afirmaba que la imaginación sociopolítica había entrado en crisis debido a que el marxismo se había establecido como una perspectiva científica. Foucault señalaba que la creatividad de Rousseau o Locke había concluido con los socialistas utópicos.

Si la imaginación desde un punto de vista no metafísico, es el encuentro de perspectivas no advertidas con anterioridad, no fue el marxismo quien barrió con la imaginación, sino precisamente el desarrollo de la supresión de las diferencias que viene llevando adelante el capitalismo en su fase expansiva y totalizante. Foucault creyó equivocadamente que el sujeto neoliberal, en tanto empresario de sí mismo comenzaba a ganar una libertad que no estaba presente en la sociedad disciplinaria. 

La “mera vida” a la que hacía referencia Byung- Chul Han se opone a formas de vida mucho más deseables como las que proponen el Suma Qamaña y el Sumak Kawsay de los pueblos andinos que fueron impulsadas durante los procesos transformadores que tuvieron lugar en Bolivia y Ecuador, durante las dos primeras décadas de este siglo y que a su vez se plasmaron en Constituciones plurinacionales. Byung en el libro señalado más arriba, mostraba como Aristóteles en La Política, ya diferenciaba a la vida común de la “buena vida”  o como Hegel en su dialéctica sobre el amo y el esclavo, infería que este último siempre salvaguardaba los hábitos que impone el Amo para no poner en riesgo la mera vida. Es probable que en las diferentes sociedades que tuvieron desarrollo en la historia planetaria, la dicotomía entre un tipo de vida consignada como la más conveniente tuviera siempre correlatos alternativos. 

Suma Qamaña, Sumak Kawsay. Una ética milenaria 

Si la Ética es la forma de relacionamiento con el Otro, con el conjunto de los otros, diferenciándola de la Moral, se debe decir que ella indaga en las costumbres más arraigadas, las interpela, para enunciar un tipo de relación donde lo adquirido, puede en sentido aristotélico moldearse y autoconstruirse como una nueva perspectiva. No hay una ética, sino una pluralidad de ellas, hay diferentes formas de relacionarnos con el Otro, cosa que no debiera dejar de cuestionar un cierto relativismo impuesto como soberanía de la individualidad, donde cualquier acción pudiera ser justificada como plausible, aunque vaya en detrimento del bien común.

Un fenómeno interesante y al cual nos vamos a referir son el Sumak Kawsay y el Suma Qamaña, términos que en quechua significan aproximadamente el “Vivir bien”. Lo significativo de esto, es que ambos fueron incorporados a las Constituciones de Ecuador y Bolivia, y de alguna forma establecen lo que sería una nueva Ética de Estado. 

Vivir Bien no implica el goce indiscriminado de todos los placeres conocidos: comer, beber, dormir o tener sexo, alimentado todo ello por el consumismo más despiadado, sino como una propuesta colectiva que se ajusta a la armonía con los otros, y a su vez con el medio ambiente, con la tierra, con la Pachamama. 

El Sumak Kawsay en el quechua ecuatoriano, implica principalmente ni un mejor ni un peor vivir que el resto de la comunidad. No es tampoco auspiciar la prisa que lleva a querer mejorar obsesivamente nuestro pasar. Vivir en consonancia con los otros, y sin desvivirse por mejorarla, son sus principios fundantes. El Sumak Kawsay fue incorporado a la nueva Constitución ecuatoriana de 2008 donde se enuncia que: “Se reconoce el derecho de la población a vivir en un ambiente sano y ecológicamente equilibrado, que garantice la sostenibilidad y el buen vivir, sumak kawsay”, 

El Suma Qamaña en el aymará boliviano posee una significación más colectiva y podría ser traducido como un buen convivir, como una sociedad buena para todos y en completa armonía, mientras que en la Constitución del Estado Plurinacional de Bolivia de 2009 se escribe que: "el estado asume y promueve como principios ético-morales de la sociedad plural: ama qhilla, ama Hulla, ama suwa (no seas flojo, no seas mentiroso ni seas ladrón), suma qamaña (vivir bien), ñandereko (vida armoniosa), teko kavi (vida buena), ivi maraei (tierra sin mal) y ahavai ñan (camino o vida noble)". 

Sin dudas una ética que rastrea en las culturas que fueron diezmadas por los conquistadores, es una iniciativa que plantea desde nuestro mismo suelo, encontrar una manera de relacionarnos con los otros y con el medio, diferente a la que nos fue impuesto  y de lo que aún hoy seguimos prisioneros. 

En el prólogo al libro Vivir bien ¿Paradigma no capitalista? realizado por Ivonne Farah H y Luciano Vaspollo, el ex mandatario boliviano Evo Morales Ayma sostiene entre otras cosas que "Mientras los Pueblos Indígenas proponen para el mundo el 'Vivir Bien', el capitalismo se basa en el 'Vivir Mejor'. Las diferencias son claras: El vivir mejor significa vivir a costa del otro, explotando al otro, saqueando los recursos naturales, violando a la Madre Tierra, privatizando los servicios básicos; en cambio el Vivir Bien es vivir en solidaridad, en igualdad, en armonía, en complementariedad, en reciprocidad. En términos científicos, desde el marxismo, desde el leninismo se dice: socialismo o capitalismo; y nosotros sencillamente decimos: el vivir bien o el vivir mejor".

2021/09/22

Sustrato humano


 Existe algo que podría llamarse sustrato humano. Algo no emparentado a la diferencia entre cuerpo y alma o subjetividad y biología. Algo difícil de formular ya que hay varios obstáculos que no nos permiten hacerlo. En primer lugar ser humano.

Tenemos una elevada visión acerca de nosotros mismos como especie. Desde las visiones religiosas el humano es la criatura privilegiada del ser supremo, y si abolimos a este último, esa criatura ocupa casi el mismo lugar.

Ver la humanidad desde afuera es inconcebible, pero tenemos visiones parciales elaboradas por ciertos humanos acerca de otros de la misma especie. No existe animal que nos lo pueda decir, a menos que intentemos interpretarlos pero siempre giraremos en redondo.

Si entendemos que no existe un lugar común en el cual dar cabida a todas las diferencias propias de concebir la humanidad, podremos saber, en la profundización de esas diferencias que el humano en términos generales no existe, siendo una simple generalización instrumental que la mayoría no reconoce ni respeta.

2021/09/20

PASO 2021- Más marketing que política

 

Cuando de ciertas voces políticas se escucha proponer la construcción de una sociedad más justa o igualitaria a la cual se llegará a partir de una importante transformación social, esos enunciados más que provocar entusiasmo, no dejan de sembrar dudas e incluso un gran escepticismo. Los discursos políticos hoy están impregnados de sofismas marketineros que nunca se traducen en prácticas concretas.


Cuando se habla de Grieta se supone que estamos en presencia de un conflicto muy acentuado, casi irreparable entre dos proyectos de país. Por un lado los que llevarían adelante la transformación de la sociedad en beneficio de los sectores populares, tocando los intereses de las fracciones económicas más poderosas. Del otro lado, los últimos, intentando detener esa sangría confiscatoria que nos llevaría a ser Venezuela, Cuba o Corea del Norte. Pensado así la infraestructura de la sociedad estaría sujeta a una disputa que mueve el suelo como un sismo.

El resultado de las PASO muestra que la supuesta Grieta no deja de ser un gran simulacro, y que el piso en el que se desarrolla se encuentra demasiado firme. La democracia argentina se acerca cada vez más a ese bipartidismo con alternancia que tanto pregonan los demócratas liberales y que alguien como el ex presidente Eduardo Duhalde no deja de sugerir enfáticamente a las dirigencias políticas argentinas.

La alternancia supone la existencia de una política de Estado que se mantiene gobierne quien gobierne. No deja de ser una de esas repetidas propuestas que muchos políticos y periodistas siempre sugieren. Una política de Estado en Educación, Justicia, Seguridad, Trabajo. Al revés, se podría decir que esa política ya existe y es la que el pueblo viene padeciendo desde hace ya un tiempo, probablemente a partir del segundo mandato de la ex presidenta Cristina Kirchner. Definir ese momento implicaría un interesante trabajo de investigación.

Se podrá señalar que el ex presidente Mauricio Macri hizo lo que tanto previa como posteriormente no se había hecho: endeudar al país de una forma desmedida poniendo así serias trabas a quien quisiera revertirlo. Si la deuda contraída por Macri no se investiga y a la vez se hacen todos los deberes para pagarla, lo que se está haciendo es validarla como tal.

Cuando de ciertas voces políticas, se escucha proponer la construcción de una sociedad más justa o igualitaria a la cual se llegará a partir de una importante transformación social, esos enunciados más que provocar entusiasmo, no dejan de sembrar dudas e incluso un gran escepticismo. Los discursos políticos hoy están impregnados de sofismas marketineros que nunca se traducen en prácticas concretas. Esto no es ninguna novedad ya que gran parte de la ciudadanía lo percibe de esta forma y a eso se debe, en gran parte, la escisión creciente entre política y sociedad.

“Sabemos que falta, que falta un montón, pero estamos haciendo” es una frase repetida hasta el hartazgo tanto por el oficialismo como por la oposición cuando fue gobierno. El gran problema es que nunca se sabe hacia dónde hay que ir para suplir la falta. Eso no se dice. Se parece al secreto empresarial. El ciudadano entonces, aunque cada dos años tenga que ir a votar, se vuelve pasivo, tiene que esperar. Lo antedicho debe ser el principal axioma de la señalada alternancia. También lo que provoca, la falta de entusiasmo para comenzar una práctica militante, aunque se escuche asiduamente decir “Estoy trabajando para fulanito”. Obviamente que militar, no es trabajar.

“Es lo que hay” es otra de esas frases que se repiten. Si cada uno se la rebusca como puede, como se dice hoy, lo que molesta sobremanera es que digan que están cambiando el país. Es en este punto preciso donde se hace sumamente perceptible que hoy la imaginación sociopolítica está completamente enterrada. Si se intentase transformar la sociedad, inevitablemente se debiera comenzar a construir otro modo de vivir, de producir, de pensar, de consumir, de hacer política.

Seguramente a través de ciertos razonamientos se podrá decir que lo antedicho no coincide completamente con la realidad, aunque la mayoría de los viejos militantes con cierta formación ideológica  lo vea así. Los nuevos deberían ganarse a las mayorías silenciosas y demostrarles que se trata de ir mucho más allá de lo existente, de eso que no deja de reproducirse continuamente, porque la ideología existe en el modo de vida, en el quehacer cotidiano. Es eso que se reproduce espontáneamente. Los grandes teóricos que hablaron de la ideología obviaron casi siempre un escrito emblemático de Lenin como el ¿Qué hacer? Allí el revolucionario ruso señalaba que la lucha obrera espontanea conduce al tradeunionismo y no al socialismo y que por ende había que darle a eso una sugestiva vuelta de tuerca.

De todas maneras, no todo lo que sucede genera escepticismo. Al interior de los procesos políticos progresistas que se fueron dando en Latinoamérica, durante las dos primeras décadas de este siglo, vale subrayar los ejemplos de Bolivia y Ecuador en los cuales no sólo se realizaron acciones políticas sino a su vez se planteó el establecimiento de un nuevo modo de vida basado en las costumbres milenarias de los pueblos indígenas. El “Vivir Bien”, el Suma Qamaña de los aymaras o el Sumak kawsay. No son pocos los movimientos sociales regionales que adoptan como regla, otro modo de vida alejado del consumismo reinante. Los viejos militantes argentinos de los 70 conocen todo esto a la perfección ya que en sus prácticas también modificaban sus modos culturales heredados, por ejemplo la conocida proletarización.

Por razones de espacio desarrollaremos los temas del último párrafo en una próxima nota. 

2021/07/26

Entre la micro y la macropolítica


Algunos sectores creen que la única posibilidad de transformación es aportar a las experiencias de los gobiernos progresistas, pero olvidan que si no se producen modificaciones en las relaciones de fuerza social, se caerá en cierta esterilidad con respecto a producir cambios de importancia.

En notas anteriores publicadas también en Socompa, quien escribe venía desarrollando no sólo la importancia teórica de definir al sujeto social, sino principalmente el estatus que la definición misma le otorga a las prácticas militantes. La ausencia hoy de una clase obrera concentrada y con capacidad de centralizar a diferentes expresiones populares no deja de interrogar a todos aquellos que desde varias décadas atrás vienen sosteniendo la necesidad del cambio social.

Mientras algunos sostienen que, caída la centralidad obrera, no queda otra que irse a casa, están los que no se dan por vencidos e intentan encontrar alguna veta por donde llevar adelante una práctica transformadora. Obviamente, muchos caen en un estéril voluntarismo. Por esta misma razón resulta imprescindible indagar de forma sistemática en la realidad social para hallar nuevos focos que permitan la acumulación política.

Muy lejos de intentar dar una definición acabada, lo que sigue pretende ser una simple aproximación que aporte a un debate necesario que pueda dar por sentada las bases de una práctica transformadora.

Mientras hoy muchos creen que la única forma es aportando a las experiencias de los gobiernos progresistas, se olvidan que si no se producen modificaciones en las relaciones de fuerza social, se caerá en cierta esterilidad con respecto a producir cambios de importancia. No se trata de soslayar o rechazar esas experiencias, sino de verlas al interior de un marco adecuado.

La irrupción en Latinoamérica de diferentes gobiernos de tinte progresista desde principios de este siglo no deja de ser el resultado de la resistencia de los sectores populares a los ajustes neoliberales de los años 90. La llegada al gobierno en 2003 de Néstor Kirchner hubiese sido imposible sin las grandes luchas sociales que desencadenaron la gran revuelta de diciembre de 2001. Algo similar se dio a lo largo de todo el continente.

Por eso hablar de “Democracia” como un absoluto – como una entidad que, si bien debe ser mejorada, pero obviando todas las circunstancias que la hacen posible – es caer en una abstracción que sólo sirve para la supervivencia de los políticos profesionales.

Lo primero que debe medirse es el bienestar del pueblo y no las formas. En tal sentido hoy existe una cierta orfandad que debiera ser revertida. Porque si se pretendiera profundizar la democracia, a saber, el protagonismo y la participación de los sectores populares, lo que hoy existe institucionalmente resulta ser un gran impedimento, principalmente el Poder Judicial.

Desde lo pequeño

En 1986 se publicaba Micropolítica- Cartografías del deseo, escrito por Félix Guattari y Suely Rolnik.  Lo que planteaba ese libro, es probable que no tuviera, en ese momento, la actualidad que iría a adquirir con el paso de los años. Eran tiempos en que, si bien ya se avizoraban distintos signos sobre la realidad social futura, aún se consideraba, desde los círculos militantes, que el cambio social tenía lugar principalmente en la escena macropolítica. 

No son pocos los que considerando lo innovador de los planteos esquizoanalíticos, llevaron adelante ciertas prácticas al interior de institutos de menores, cárceles y hospicios. La mayoría de ellos, consideraban a esas acciones como un cierto trabajo de base que tendría efectos en la escena política general, aunque pusieran mucho entusiasmo en esas prácticas moleculares.

La Micropolítica interpela y pone su acento en la particularidad, el sindicato, la junta de vecinos, el centro de estudiantes o diversas organizaciones institucionales en las que la ideología capitalista siempre es hegemónica.

En la Argentina existe un cierto sello distintivo en lo que hace al traslado de lo social hacia lo político, en cómo se concibe el salto hacia las superestructuras. Esto complica de alguna manera al activismo micropolítico. Veámoslo con algún detenimiento.

En los años 70 era una constante de los diversos grupos de las izquierdas revolucionarias, tanto socialistas como peronistas, buscar el modo en cómo determinadas luchas sociales -que por entonces eran prolíficas-, podían ser transformadas en una lucha política efectiva. De algún modo esto se llevaba adelante forzando la realidad sin alcanzar a producir los efectos deseados. Esto no dejó de ser una particularidad que prosiguió durante las décadas posteriores, principalmente durante los 90 en la resistencia social al menemismo. 

La ausencia de organizaciones políticas de izquierda con un gran anclaje de masas, en gran medida debido a la existencia del peronismo y otro tanto a raíz de sectarismo o dogmatismo, hizo a lo largo de los años que muchos activistas de formación marxista se dedicaran a llevar adelante trabajos de base por cuenta propia al margen de los partidos, pero con la intención clara de convertir esos núcleos organizativos en plataformas políticas. Es así que, a lo largo de las últimas décadas, en cualquier asamblea multisectorial es posible encontrar a dirigentes sociales de pequeños grupos de base, hablando como si fueran referentes nacionales. Esto se hizo bastante elocuente con el surgimiento del movimiento piquetero, en el que casi todos intentaron engordar su quinta propia sin la mínima preocupación por establecer las bases de un solo movimiento unificado.

Pareciera que el salto a lo político fuera algo así como una obsesión del activismo de nuestro país. Esta característica conspira contra el desarrollo de la micropolítica como tal. Posiblemente los que llevan adelante militancia de base autónoma no dejan de pensar en lo macropolítico, pero que, debido a sus posibilidades materiales, siempre quedan recluidos en un activismo que no excede lo local.

En un encuentro de organizaciones sociales realizado a principios de 2005 en el Olga Vázquez de La Plata, en el que estuvo presente quien escribe, tres activistas españolas contaban su experiencia en la recuperación de espacios tanto públicos como privados abandonados y de cómo gestionarlos en una nueva perspectiva. El grupo al que pertenecían constató que un viejo leprosario ubicado en un pequeño bosque cercano a Barcelona estaba abandonado, y a partir de ahí concentraron su tarea en recuperar el lugar, para luego de ser adecuado, poner ahí en marcha tanto un emprendimiento textil como un refugio habitacional para mujeres solas con hijos. A su vez contaban otras experiencias similares en Europa, como la de un viejo castillo en Italia que fue recuperado por los okupas y en el que pusieron en marcha un hotel autogestionado.

Lo interesante de esas experiencias es que no son demasiado conocidas y eso principalmente porque quienes las llevan adelante prefieren no exponerlas demasiado para impedir que las desbaraten. En la Argentina ese modus operandi no es el más común. Cuando irrumpieron las fabricas recuperadas allá por el 2001, algunas como Zanón o Brukman eran presentadas por algunos grupos de izquierda casi como la plataforma de la revolución socialista. No está mal intentar que los trabajos de base puedan aspirar a ser parte de una alternativa política, el problema es cuando se fuerza ese movimiento, rompiendo la unidad de base y abortando o desgastando lo alcanzado hasta ese punto.

La política como culto al individuo

No son pocos los que creen que los diferentes cambios revolucionarios son el resultado de la acción de grupos minoritarios. Las derechas utilizan ese tipo de argumento para desprestigiar y socavar cualquier intento transformador, mientras que ciertas izquierdas al igual que los progresismos también vanaglorian el culto de las personalidades. Esas ideas provienen principalmente del iluminismo jacobino de las burguesías radicales. La suposición de que todo cambio social tiene más que ver con la voluntad de algunos pocos que con las necesidades concretas de las grandes mayorías, no sólo económicas, sino también subjetivas.

Lo señalado podría ser desarrollado con suma exhaustividad si no fuera porque esos debates pueden rastrearse tanto en documentos como también por el testimonio de viejos activistas de un tiempo en el que la transformación de la sociedad estaba al orden del día. Si hoy las condiciones sociales son sumamente diferentes para llevar adelante una práctica política, hay determinadas matrices conceptuales que permanecen. En tal sentido se podría decir que el sustituismo elitista hoy es el patrón ideológico dominante, en desmedro de la participación activa. Dirán que “a la gente no les interesa nada. Vean cómo votan”, prescindiendo así de la tarea ardua de incorporar y foguear voluntades, del otrora conocido “trabajo de hormiga”.

Si se pretende transformar la realidad, esto no es posible sin la existencia de una fuerza social mayoritaria en la que primen trazos críticos y por sobre todo autonomía. Pedir el voto para resolver los grandes problemas sociales, no tiene ningún sentido transformador si a las grandes masas se las mantiene sumisas y sin ningún poder de decisión en lo que hace a la cotidianeidad, relegando sus deseos y su voluntad a votar cada dos años. Mucho más cuando hoy, más que proyectos lo que se votan son candidatos a los cuales la mayoría conoce por los medios de comunicación. De igual manera que en la vida corriente, en la política también reina el Individuo. Tanto el bueno que viene a “hacer cosas para la gente”, como el que viene a hacer negocios.


2021/05/10

Los movimientos sociales- Desocupados, rebelión y cooptación

 


El surgimiento de las luchas piqueteras a mediados de los ‘90 dio lugar un cierto traslado o desplazamiento de la clásica combatividad del movimiento obrero argentino. Sin embargo, una vez instalado un régimen de asistencia estatal, la feroz competencia al interior de los mismos movimientos, por conseguir planes fue debilitando la rebeldía. Aunque tal vez el mayor déficit haya sido que nunca se hayan podido unificar. (Foto de portada: Gabriela Manzo).

El 1 de enero de 1994 se produciría en un lugar remoto de la selva chiapaneca (México) un acontecimiento que marcaría a fuego el destino de casi todos los movimientos sociales de nuestro continente. La revuelta zapatista tanto por sus formas como por sus contenidos, iría a ser una fuerte bocanada de aire fresco, en un tiempo en el que se intentaba mostrar que cualquier expresión emancipatoria ya pertenecía a un pasado que había sido superado por el reino de las democracias liberales. Se vivía así el fin de la historia, el fin de las luchas y la llegada de un mundo en el que con el simple esfuerzo individual toda la humanidad podía ser feliz.

La irrupción del neozapatismo en la recóndita selva Lacandona, no sólo desenmascaraba la utopía reaccionaria promocionada por el pensamiento único neoliberal, sino que a su vez y de modo significativo, objetaba gran parte de las premisas de las izquierdas impregnadas de burocratismo y liberalismo. Mostraba fundamentalmente por qué, estas últimas expresiones habían perdido su relación con las bases sociales y las serias dificultades para recomponer cualquier lazo. Mientras que la mayoría de las izquierdas quedaba aprisionada en el juego democrático, los diferentes movimientos sociales comenzaban a construir sobre la base de la autonomía.

Promediando el año 1996, se comienza a producir un declive en las luchas de los trabajadores ocupados, y con ello el surgimiento de los novedosos movimientos de trabajadores desocupados que fueran más con conocidos como piqueteros. La gran Marcha Federal que tuvo lugar en 1994, ya presentaba una marca que comenzaba a verse por ese tiempo, la gran incidencia de los gremios estatales y la de los gremios del transporte (Camioneros y UTA). Las patronales tenían bastante resguardado el protagonismo de los gremios industriales, y no pocos creían que la presencia de los transportistas resultaba estratégica, ya que si se lo proponían podían desabastecer o dejar aislada a gran parte de la población. Lo cierto es que esto nunca ocurrió.

Precisamente en 1996 se produciría el primer gran corte de ruta en Cutral-Có (Neuquén) con un gran protagonismo de ex trabajadores de YPF. Un año después esto se repetiría en esa misma región neuquina y un fenómeno similar también tendría lugar en Tartagal (Salta)  en donde se repetía la presencia de ex trabajadores petroleros. La estética del piquete, repetida hasta el hartazgo por los medios televisivos, recordaba al zapatismo. Resultaba por ese entonces una novedad sin demasiados precedentes en nuestro país. Sorprendía incluso a las variadas organizaciones de desempleados que ya habían comenzado a desarrollarse, principalmente en los diferentes municipios del conurbano bonaerense.

Por ese tiempo, muchos desocupados comenzaban a juntarse, ex activistas gremiales y militantes de izquierda confluían en pequeñas organizaciones, aunque nadie sabía muy bien qué hacer. Vale señalar que en 1988 tendría lugar el nacimiento en Rosario de la Unión de Trabajadores Desocupados (UTD). Este grupo gestionó una personería jurídica como asociación civil sin fines de lucro, y funcionaba tanto como bolsa de trabajo, como generando algunos emprendimientos cooperativos. Alcanzó mayor desarrollo cuando Héctor Cavallero fuera intendente de Rosario a partir de 1989. Cuando surgió en 1992, el Congreso de los Trabajadores Argentinos (CTA), la UTD se incorporaría como un gremio más a la central dirigida por Víctor De Gennaro. De todas maneras el patrón de este grupo no sería el único modelo para los que como desempleados se sumaban a la nueva central obrera.

A partir de 1995 aparecerían a lo largo de los distintos municipios del conurbano bonaerense, pequeños grupos de desocupados. Algunos ligados a partidos de izquierda y muchos otros que no permitían la intromisión de las orgánicas al interior de la organización. La principal actividad era realizar ollas populares en las barriadas y participar de las grandes movilizaciones obreras que tuvieron lugar entre el 95 y el 96. A estos movimientos el fenómeno Cutral-Có sin lugar a dudas los entusiasmó, pero la realidad socio geográfica del Gran Buenos Aires no era demasiado propicia para llevar adelante acciones como la de los piqueteros neuquinos. Se consideraba por entonces que los municipios de Berisso y Ensenada, con la refinería La Plata en sus bordes, habiendo sufrido el despido masivo de trabajadores en 1992 podía ser un gran polvorín. A diferencia de Cutral-Có, Plaza Huincul o Tartagal; en el Gran La Plata no había condiciones similares.

El 1ro de Mayo de 1995 haría su presentación pública en Plaza de Mayo, la incipiente coordinadora de los Movimientos de Trabajadores Desocupados (MTDs).  Había entre ellos agrupaciones de San Francisco Solano (Quilmes), de asentamientos del partido de Almirante Brown, de Villa Corina (Avellaneda) entre otros.  En 1996 estos grupos confluirían junto a diversas organizaciones barriales, de desocupados, anti represivas, más ligadas a las izquierdas, en una gran movilización a la Casa Rosada que llevó el nombre de Marcha contra el Hambre y la Represión.  Allí también aparecieron grupos que se habían consolidado con la toma de tierras y la formación de asentamientos como el Agustín Ramírez. Lo interesante de este tiempo fue que comenzaban a aparecer diferentes elementos programáticos para estos grupos. El más significativo fue el reclamo por la institucionalización de un Plan de emergencia ocupacional y un seguro de desempleo.

Cuando se produjo el primer piquete bonaerense en el partido de La Matanza, la metodología de estos movimientos comenzó a expandirse y hacerse cada vez más presente el reclamo de estos sectores que fueron grandes protagonistas de las luchas que se fueron dando durante la crisis diciembre de 2001. Con la sangrienta represión efectuada el 26 de junio de 2002 en el Puente Pueyrredón de Avellaneda por parte del gobierno de Eduardo Duhalde y que dejara dos militantes populares asesinados, Darío Santillán y Maximiliano Kosteki; se iría a producir paulatinamente la cooptación de todos estos movimientos en las esferas estatales que controlan la ayuda social y rigen el asistencialismo. Los diversos movimientos comenzarían a ocupar en las barriadas el lugar que los viejos punteros habían perdido durante los 90. De todas maneras esto no excluye la importancia de estas organizaciones en la configuración de un tiempo en el que el movimiento obrero había perdido su potencialidad.

Se necesitaría sin dudas una historia crítica de estos movimientos, que muestre sus grandes aportes y a su vez sus déficits. A muy grandes rasgos vale subrayar que en las diversas luchas piqueteras se produjo un cierto traslado o desplazamiento de la clásica combatividad del movimiento obrero argentino. Una vez instalado un régimen de asistencia estatal, la feroz competencia al interior de los mismos movimientos, por conseguir planes fue debilitando la rebeldía y el compromiso de muchos militantes. Aunque tal vez el mayor déficit haya sido que nunca pudo establecerse la unificación de todos los movimientos en una central unitaria que asuma sindicalmente la gestión de todos los problemas inherentes a la condición del trabajador desocupado. La mayoría de las orgánicas de izquierda siempre consideraron a estos movimientos como parte de su propia base social.

La balcanización que afectó al conjunto de la sociedad y en particular a la clase obrera también se presentificó en estos movimientos. La unidad piquetera hubiera permitido gestionar al conjunto de las reivindicaciones de la economía social, o al igual que lo hace la Central Obrera Boliviana (COB), detectar las irregularidades presentes en ciertas empresas privadas y promover la recuperación de las mismas por parte de sus empleados. Incluso esta modalidad de empresa recuperada es un modelo típicamente argentino nacido al calor de las luchas producidas durante 2001.

2021/04/27

Globalización y democracia- Cuando el sujeto social se balcaniza


 No se trata de que el sujeto social haya desaparecido pero, igual que el conjunto de lo social, vive un proceso creciente de fragmentación que contradice la falsa panacea de una humanidad unida gracias a la globalización.

Hoy se intenta mostrar que a partir de la denominada globalización se fue produciendo de forma ascendente la unificación planetaria de la humanidad. Lo que no se dice es que ante ese avance, a nivel de los diferentes territorios y de forma inversamente proporcional, se fue dando una fragmentación creciente de las estructuras sociales.

 A diferencia de tiempos anteriores en los que primaba un tipo de sociedad integrada, hoy se percibe una balcanización cada vez más profunda. Esto resulta bastante evidente en relación a los desarrollos arquitectónicos presentes en la configuración de las ciudades, logrando que los diferentes estratos sociales se vayan aislando entre ellos, mientras que al interior de un mismo sector, se vaya perdiendo el sentido de pertenencia, haciendo que prime el individualismo ya no como actitud subjetiva sino como lazo social concreto.

Barrios cerrados, domicilios enrejados, asentamientos precarios en los que no entran más que sus habitantes; logran escindir a los diferentes sectores sociales; mientras que la supuesta unidad de lo social, sólo es factible encontrarla en el universo virtual creado por las plataformas tecnológicas.  No se trata pues de una mera cuestión espacial sino principalmente de una reconversión profunda del universo de la producción y de los modos de encarar la subsistencia.


Esto que se señala, paradójicamente aparece de modo redundante en la ficción distópica que hoy abunda tanto en el cine, las series de las plataformas y la literatura. Sociedades fragmentadas separadas por extensos desiertos, rotura del tejido social y modos de subsistencia en los que prima la competencia salvaje en la que no se escatima la utilización de métodos violentos y criminales. Si bien se podría decir que lo que se muestra en esa ficción no es igual a la realidad, ahí lo que varía simplemente es el modo de resaltar determinados contrastes en los que la ficción aporta apenas,  la pintura del paisaje.

En una nota anterior, quien escribe señalaba cómo en los tiempos que corren, fueron despareciendo diferentes elementos y conceptos que se cuentan para llevar adelante una práctica política transformadora y que otrora se consideraban indispensables. Todo parece haber quedado reducido a la experiencia electoral propia de las democracias liberales y a la gestión de lugares institucionales que no hacen otra cosa que reproducir el status quo, más allá de lo que discursivamente se pregona.

La consideración que debiera tener una fuerza social para transformar la realidad queda así reducida a la voluntad de los que se ofrecen como sus representantes. No se trata de gobernar “para” ciertos sectores de la sociedad que deben confiar, apoyar y seguir; sino gobernar “junto a” o más precisamente que los sectores populares, gobiernen a través de los que ellos mismos eligieron para hacerlo. No existe profundización de la democracia si eso no acontece, solamente la inercia en la que los más poderosos viven completamente resguardados.

¿Y el sujeto?

En la nota citada se señalaba que, la potencialidad que tuvo la clase obrera en otros tiempos, fue decreciendo y fue quedando poco que pueda torcer el rumbo de la acumulación capitalista propia del neoliberalismo reinante desde hace casi cuatro décadas. No se trata de que el sujeto social haya desaparecido, sino que al igual que el conjunto de lo social, se produjeron profundas hendijas que lo fragmentaron acorde a la balcanización creciente. Una estrategia política de liberación debiera construir un único centro de coordinación que permita unir los distintos fragmentos para que se potencien en las luchas contra la injusticia.

De todas formas vale señalar que alcanzar una comprensión científica de los fragmentos, sólo puede hacerse desde una perspectiva histórica, que no se encuentre escindida de los movimientos sociales. Una tarea tanto teórica como militante. Algo difícil y complicado en un tiempo en que cualquier conceptualización de la realidad siempre tienda a quedar absorbida por el discurso académico que monopoliza al saber.

Se intentará en lo que sigue rastrear someramente el proceso de desarticulación del sujeto que se fue produciendo desde hace al menos tres décadas, al interior de la sociedad argentina. Convengamos a su vez que esto es un proceso global que coincide con la instauración de ese sistema político, social, cultural y económico que conocemos como neoliberalismo.

A poco de asumir como nuevo presidente de la Argentina, en 1989, Carlos Menem impulsó la Ley de Reforma del Estado. Ello ocurrió el 17 de agosto de dicho año, cuando se sancionó la Ley 23.696 impulsada por el Partido Justicialista y sus por entonces socios de la UCeDe del ingeniero Álvaro Alsogaray. Con esta normativa el mandatario podía iniciar el proceso de privatizaciones de las diversas empresas públicas entregándoselas a inversores privados.

Esto afectaría principalmente a las diversas empresas estatales encargadas del suministro energético: electricidad, agua, gas, petróleo, carbón. La posterior privatización de YPF en 1992 dejaría una marca muy profunda al interior de la sociedad argentina. El desempleo comenzaba a crecer desmesuradamente a lo largo y ancho del país, llegando en mayo de 1995 al 18,4 por ciento. Gran parte de los trabajadores que fueron perdiendo su empleo, serían protagonistas en los años siguientes, de los  nuevos movimientos sociales de los cuales hablaremos más adelante.

Resulta interesante ver cómo determinados agrupamientos sociales fueron percibiendo esos cambios en la estructura, e intentaron construir nuevas herramientas organizativas para contener a una clase trabajadora que comenzaba una importante mutación.  El 14 de noviembre de 1992 se conformaría el Congreso de los Trabajadores Argentinos (CTA) que algunos años después se convertiría en una nueva central obrera. Para el nuevo CTA, el modelo sindical vigente, encarnado por la CGT, terminaría siendo ineficaz para enfrentar los cambios estructurales que se estaban produciendo.

Entre otras cosas el nuevo modelo sindical proponía que los trabajadores desocupados, jubilados, precarizados; debían formar parte de la nueva central obrera y que no se podía participar de los nuevos conflictos sociales sin establecer la unidad de todos los sectores, principalmente entre ocupados y desocupados. El trabajador despedido no podía ser ignorado por el sindicato del cual formaba parte.

El CTA, al igual que otros nuevos agrupamientos obreros como eran el Movimiento de los Trabajadores Argentinos (MTA), constituido principalmente por los camioneros de Hugo Moyano y los transportistas dirigidos por Juan Manuel Palacios; y la Corriente Clasista y Combativa (CCC) que encabezaba Carlos “Perro” Santillán; tuvieron una gran incidencia en la resistencia al ajuste menemista. Fue en 1994 que esos sectores impulsaron la gran Marcha Federal, siendo esta  la punta de un iceberg que comenzaba a tronar ante la indiferencia de la burocratizada y anquilosada CGT.

Ante la pérdida constante de puestos de trabajo, el sector empresarial más concentrado comenzó a plantear la necesidad de la flexibilización laboral, cosa que iría precarizando cada vez más la relación entre capital y trabajo, y que lejos de ser una solución, junto al proceso de privatizaciones pondrían en jaque las condiciones materiales en las que se desempeñan los trabajadores.

La movilización iniciada con la Marcha Federal se iría a desarrollar hasta mediados de 1996, cuando tanto la CTA, como el MTA dejaron de lado la resistencia, poniendo gran énfasis en la construcción de una alternativa electoral, surgiendo la Alianza entre la UCR y el Frepaso. En esos tiempos cobraría relevancia la irrupción del movimiento piquetero que pasaría a ser el principal protagonista de la conflictividad social.

La necesidad de una central obrera que pueda darle un marco organizativo a los diferentes sectores populares sigue siendo prioritaria, a pesar de que hoy es mucho más complejo que por ese entonces.

En una próxima nota nos ocuparemos de esos movimientos de trabajadores desocupados que fueron surgiendo al calor de las luchas de Cutral- Có en el Sur y Tartagal en el Norte, protagonizadas principalmente por ex trabajadores de YPF. Desde 1995, a lo largo de los diferentes municipios del Conurbano bonaerense también nacieron diferentes movimientos, de los cuales nos ocuparemos, pero que diferían bastante de los que tuvieron lugar tanto en Neuquén como en Salta.