Desde hace algunos años me adentré en la lectura de Charles Darwin y si se quiere me trastocó la cabeza. En todo caso esa lectura logró que alguien formado principalmente en la lectura de Marx y Freud pudiera encontrar una cantidad importante de nexos para articular un montón de piezas sueltas que si bien estaban desarrolladas por separado, resultaban algo difícil vincular, más allá de que siempre uno intenta unirlas con un resultado provisorio y que a uno mismo no lo termina de convencer.
Nadie desconoce a Darwin
y muchos adhieren a sus ideas pero lo hacen a partir de sus grandes trazos
gruesos. En todo caso ése era también mi caso. La relectura del texto de Engels, El papel del trabajo en la
transformación del mono en hombre me sugirió comenzar a leer directamente a
Darwin. Había que rastrear por ende, aquella afirmación freudiana acerca de una de las más
grandes heridas narcisísticas de nuestra especie.
Darwin vino a consolidarme.
una posición filosóficamente materialista que uno acarrea desde hace más de 50 años.
Hay conceptos como la Selección Natural que pueden ser utilizados por ejemplo
en la economía y servir para entender el devenir histórico de la humanidad.
Cualquier desviación o comportamiento humano con respecto al de los animales
sólo puede encontrar en la selección natural su determinación en última
instancia. El enigma de la Esfinge en el Edipo de Sófocles, un animal con
ciertas dificultades anatómicas que si no es visto en su sola actualidad, se
debiera desprender que es alguien que está mutando para alcanzar un nuevo
equilibrio, si este último fuera posible. Estas cosas me llevaron a pensar en que no
sería descabellado desarrollar una biopolítica emancipatoria.
El Viaje de un
naturalista alrededor del Mundo, es creo una obra imprescindible para cualquier
lector profano con cierta formación intelectual.