2010/08/26

La realidad de los medios o del sujeto aún impune

Esto más que ofrecer soluciones, plantea problemas que a mi entender debieran encontrar algún tipo de solución teórica. Cuando hago referencia a la teoría, aclaro que no la concibo como un mero argumento abstracto, sino como una caja de herramientas que le permite a sujetos concretos, llevar adelante una práctica de transformación de la realidad, entendiendo a esta última, como un complicado nudo de relaciones, permanentemente en cambio, aunque mantenga algunos componentes de inercia, otros aparentemente inmóviles, y muchos otros que cambian sin que puedan ser percibidos correctamente, o incluso hasta pasando inadvertidos.
La visión que tenemos sobre la realidad nunca es inocente, nunca es imparcial, y por otro lado siempre está mediatizada por determinadas escalas de valores, que fueron construidas para imponer, que lo que percibimos es eso, y ninguna otra cosa. La visión sobre la realidad, en primer lugar tiene que ocultar que es una visión, y tiene que proclamarse a sí misma, como verdad, como realidad. Si alguien llegara a cuestionar la realidad impuesta, debiera ser considerado anormal, o loco, o tal vez mentiroso. Esto de lo que venimos hablando puede denominarse ideología, subjetividad, imaginario colectivo, sentido común, acá la denominación tal vez no sea lo más importante, sino que lo importante es la implicancia que adquiere en nuestra cotidianeidad, tanto social, como política o económica, y de que manera esta deformación opera y se ejerce, y los sujetos la llevan adelante sin tener conciencia, mucho menos certeza que lo que defienden como libre elección, les fue impuesto, sin que tuvieran opción al respecto.
El principal formador de conciencias, otrora fue el culto religioso, y su principal reproductor la estructura familiar. Hoy pareciera que dejando como referentes a esas dos instituciones, pero sólo en un rango afectivo, el principal productor y a la vez reproductor, es el aparato mediático, los grandes medios de comunicación, quienes nos bombardean al infinito, con sus consignas de cómo debemos ser, pensar, consumir, relacionarnos, valorar, desear, condenar, etc., etc.
Desde la emergencia del neoliberalismo, y el pensamiento único, se entró en una era de reproducción al infinito, que simulaba una detención de la historia, pero que con el paso de algunos años, demostró su total derrumbe y su ser falaz, principalmente en el plano de la economía, y también como en nuestro continente, de las líneas políticas que lo habían implementado como si se tratara de una línea divina, e inobjetable. Hoy sabemos que todo eso fue una fantasía, que servía para que los sectores concentrados acumularan más riquezas y se agigantaran las diferencias y desigualdades sociales. Pero si bien esto es así, creo que en el plano de la subjetividad, ese del que hablamos en primer lugar, los cambios no son tan obvios, y por momentos pareciera que aquel sujeto ideológico cultural del neoliberalismo, permaneciera impune.
Cuando uno escucha a alguna gente defender a ricos y famosos, que lo son, o lo comenzaron a ser a partir de cualquier inescrupulosidad, y que también silenciosamente los admiran por eso, es cuando uno ve que los cambios que se van produciendo no sólo en nuestro país, sino en el mundo y principalmente en nuestro continente, parecieran estar ajenos a la visión del televidente.