2025/12/17

Sobre la máquina narrativa

Hay una experiencia de lectura que suele pasar desapercibida, pero que dice mucho más sobre la escritura y la copia que cualquier teoría explícita de la influencia. Ocurre, por ejemplo, al leer a ciertos autores con una maquinaria narrativa muy potente, como Dostoievski.

Mientras se está leyendo, la lectura se interrumpe por una acción banal —levantarse, ir al baño, mirar alrededor— y, sin embargo, la experiencia cotidiana inmediata comienza a organizarse como si estuviera siendo narrada por ese autor. No se trata de una imitación consciente ni de una reproducción de frases o ideas, sino de algo más sutil: la activación momentánea de una forma narrativa ajena que sigue operando aun cuando el texto ha sido suspendido.

Lo decisivo es que ese efecto no aparece fuera de la lectura. No es un rasgo permanente del pensamiento ni un estilo propio que se haya incorporado de una vez y para siempre. Es un estado transitorio, inducido, que se disuelve cuando se abandona el libro. Esto permite una primera precisión importante: no estamos ante una identificación psicológica, sino ante un acoplamiento formal.

En ese acoplamiento no se copia un contenido, sino un modo de procesamiento de la experiencia. La vida cotidiana, por unos minutos, pasa por la máquina narrativa del otro. Lo trivial se vuelve narrable, no porque adquiera importancia objetiva, sino porque ha sido sometido a un régimen de atención, de temporalización y de dramatización específico. Incluso lo insignificante puede volverse escena.

Esta experiencia permite repensar la noción misma de copia. Copiar, en este nivel, no significa reproducir un estilo ni apropiarse de una voz. Significa permitir que una forma ajena opere en uno sin fijarse como identidad. La copia deja de ser un gesto narcisista —“yo escribo como”— para convertirse en una operación funcional y reversible.

Desde esta perspectiva, la lectura aparece menos como apropiación de sentido que como exposición a dispositivos formales. Leer no es sólo comprender lo que un texto dice, sino aceptar, por un tiempo limitado, que el mundo sea organizado según otra lógica. Esa lógica no se acumula ni se integra definitivamente: se activa, trabaja y se retira.

Tal vez por eso algunos autores dejan una marca tan profunda sin volverse imitables en sentido estricto. No porque se los copie, sino porque muestran que la experiencia puede ser narrada de otro modo. Y porque, durante un instante, esa narración no ocurre en el libro, sino en quien lee.

Tesis sobre lectura, copia y proceso primario freudiano

El proceso primario no es un estadio arcaico ni un residuo infantil: es un régimen activo de funcionamiento donde las formas operan sin mediación del yo, sin cronología estable y sin acumulación de sentido. En él, no se explica: se pone en escena.

La lectura, cuando toca ese nivel, no consiste en comprender un texto, sino en activar una máquina formal. Ciertas escrituras no transmiten contenidos: inducen modos de procesamiento de la experiencia. Durante ese acoplamiento, la vida inmediata puede organizarse narrativamente sin decisión consciente, por desplazamiento e investidura directa.

La copia, en este régimen, no es imitación ni apropiación. Es activación transitoria de una forma ajena. No deja identidad, no produce estilo, no se acumula como capital simbólico. Opera y se retira, como las formaciones del proceso primario.

Una escritura no narcisista es aquella que no fuerza el pasaje al proceso secundario: no progresa, no clausura, no totaliza. Se ofrece como conjunto de fragmentos circulantes, disponibles para nuevas activaciones. Del mismo modo, una lectura no lineal no busca dominar el sentido, sino alojar configuraciones provisorias.

El archivo, en este marco, no conserva contenidos sino condiciones de activación. Archivar no es ordenar, sino mantener la posibilidad de que una forma vuelva a operar en otro tiempo, en otro cuerpo, en otra escena.

La máquina narrativa pertenece al proceso primario: no reconoce autoría, no distingue entre lo propio y lo ajeno, no responde al ideal del yo. 

Leer, copiar y escribir, cuando se inscriben en este régimen, dejan de ser actos de apropiación y se vuelven operaciones materiales de circulación.


No hay comentarios.: