2012/04/29

Algunas consideraciones sobre el Estado



“Puesto que no hay lecturas inocentes,
empecemos por confesar de qué lecturas somos culpables"
Louis Althusser

Esto intenta plantear algunas dicotomías en relación a la conceptualización del Estado, y a la fuerza político social necesaria para profundizar las transformaciones que actualmente viven tanto nuestro país como el continente suramericano.
Existe una falaz dicotomía en relación a la interpretación marxista sobre el peronismo, y de igual modo una falsa visión peronista acerca de cómo ver el fenómeno de la lucha de clases. Este malentendido es producto de analizar una sociedad capitalista dependiente en donde los movimientos nacional-populares y los movimientos clasistas obreros tienden a ser visto como contradictorios, y hasta muchas veces enfrentados. Si bien éste es un viejo debate, que data ya de varias décadas, el que escribe considera que debiera actualizarse, ya que la situación actual así lo amerita. No es ocioso recordar, que este tipo de elaboraciones fueron fundantes de lo que se llamó la izquierda peronista. Ya en los primeros años de la década del ’60 John William Cooke, y posteriormente otros dirigentes e intelectuales peronistas, realizaban sus análisis de la realidad argentina a través del conocimiento del materialismo histórico. Gustavo Rearte, Rodolfo Walsh, Envar El Kadri, Carlos Olmedo, o la pléyade de los Cuadernos Pasado y Presente, son algunos de los nombres a destacar.
Desde la concepción materialista de la historia, el Estado es un aparato, un dispositivo de dominio que permite a una clase social oprimir a otra, cristalizando determinadas relaciones de fuerza. Ya que una clase, transformándose en fuerza social a través de un proceso histórico, es capaz de constituirse como Estado, en una secuencia de enfrentamientos y alianzas con otras clases. De tal forma el estado moderno fue en Europa, la cristalización de una ascendente burguesía en detrimento de la vieja sociedad feudal, mientras que el estado proletario de la Rusia del ’17 resultaba del poder de los consejos obreros (soviets) que hasta el momento de la ruptura revolucionaria constituían la base de una dualidad de poder. En ambos casos la identificación del Estado con una determinada clase social es inevitable, y también vale precisar que esas clases estaban “dispuestas” para ejercer el poder.
El problema de muchos marxistas, intentando descifrar la realidad latinoamericana fue el exceso de dogmatismo y también de mecanicismo, tratando de realizar traslaciones automáticas, que de hecho los hicieron caer en desviaciones insalvables, como por ejemplo no entender la naturaleza liberadora de los movimientos nacionales populares, y mucho menos saber que la existencia de los mismos era el resultado de la deserción de la III Internacional en relación al profetizado ascenso de las revueltas del Tercer Mundo, realizado por Lenin en sus últimos días. 
Volviendo al tema del Estado, valdría señalar que éste, en sentido general, es un aparato, expresa una relación de fuerzas y también un equilibrio de éstas. Es peligroso decir como se les puede escuchar a algunos trotskistas, que el Estado peronista resulta una conciliación de clases. La conciliación sólo es posible de acuerdo a una dialéctica idealista, ya que lo que en la historia puede suceder es el equilibrio de fuerzas, el empate hegemónico, el bonapartismo, pero nunca la fusión. Lenin decía que el estado es el resultado de lo irreconciliable de la lucha de clases, y es en ese punto preciso donde tal vez haya que encontrar el aporte de los movimientos nacionales y populares a la teoría marxista de las contradicciones. El Estado nacional del primer peronismo no era precisamente un estado ni burgués ni proletario, sino el resultado de un equilibrio inestable de fuerzas que era necesario abordar correctamente para profundizar aquel modelo de desarrollo nacional autónomo. Si esto no fue posible, ya que los sectores retrógrados de la sociedad retomaron el poder en el ’55 hay que precisar entonces que la conformación del Estado- Nación era prematura, ya que las fuerzas represivas (las fuerzas armadas y de seguridad), partes ineludibles de la maquinaria estatal respondieron a favor de la restauración conservadora y proimperialista. Si bien por aquel entonces existieron las tropas leales a Perón, los tiempos posteriores al golpe demostraron el alineamiento general a la reacción y el descuartizamiento de los sectores peronistas pertenecientes al ejército.
Desde los albores de la nacionalidad argentina, alguien preclaro como Mariano Moreno ya entendía que el Estado era el tipo de organización necesaria para llevar adelante un desarrollo económico sustentable, ante la ausencia de una burguesía revolucionaria capaz de realizar esa tarea.
En un artículo muy interesante del sociólogo platense Julio Godio, denominado Reflexiones iniciales sobre el Partido de Kirchner, este decía: Perón se planteó a partir de 1944 construir un "partido de Estado", acorde con sus convicciones políticas más profundas. Perón era un militar muy culto. Se había formado intelectualmente dentro de la concepción de la guerra del gran filósofo militar von Clausewitz, que consideraba al arte de la guerra como "la continuación de la política por otros medios". La guerra era inevitable cuando la sociedad veía peligrar al Estado-nación, por agresión externa.
En Clausewitz, la sociedad es la retaguardia organizada del ejército. En las condiciones de crisis del Estado-nación (que provocan, por ejemplo en nuestro país la Revolución de 1943) lo principal era edificar una relación sólida entre el Estado y la sociedad. Este es el punto de partida para entender a Perón. Pero esta reconciliación de la política con la sociedad sólo podía producirse si las instituciones más dinámicas de la sociedad se identificaban con el objetivo del Ejército. Estas instituciones eran para Perón los sindicatos, fuertes por representar a la fuerza laboral organizada en una fase de rápida industrialización y constitución de la sociedad de masas. El país estaba en plena búsqueda de un liderazgo nacionalista fuerte. Perón fue lo suficientemente audaz como para entender que el clausewiano "partido del poder" o "movimiento" que necesitaba incorporar a los sindicatos. En Perón, el verticalismo es necesario para establecer una hegemonía sociopolítica y fortalecer al Estado-Nación
Visto de esta forma el proyecto peronista era establecer un Estado bisagra, un dispositivo de poder que permitiera avanzar al conjunto de la sociedad en un desarrollo económico autónomo, desplazando a los viejos estamentos de la Argentina agroexportadora, en un modelo agroindustrial sustentable en el tiempo, manteniendo el equilibrio de todas las clase sociales implicadas con dicho desarrollo. El establecimiento de esa nueva institucionalidad, expresada legalmente en la Constitución del ’49 no pudo cerrar el círculo, pero dejó sentadas las bases empíricas de una nueva Argentina, que fundamentalmente se expresó desde la resistencia, conformando un movimiento de masas con vocación liberadora.
Desde el año 2003 nuevamente se presentan las condiciones para que lo que fueran luchas sociales por establecer un país justo y libre, alcancen para darse el trabajo de constituir la fuerza social definitiva para la emancipación social y nacional.

2012/04/28

Cristina x miles, a favor de un Estado soberano


Mientras la presidenta recibe apoyo de miles, el canciller español dice qué política le conviene al pueblo argentino.
La política a llevar a cabo por una nación soberana, sin dudas no pueden ser las recomendaciones hechas por los organismos multilaterales que están al servicio del lucro de los intereses más concentrados del planeta, ni tampoco determinados lobbys que sólo intentan reproducir y ampliar sus propios privilegios en detrimento de las mayorías populares. La política bien entendida no es en beneficio de mínimos sectores corporativos, sino en función del bienestar general. Esta pareciera una verdad de Perogrullo pero el bombardeo constante de los grandes medios de información, la pone entre paréntesis, y es por esto que los marcos de legitimidad de una política, necesariamente imponen una toma de posición y un criterio de valoración.
Ayer se produjo en nuestro país una de las más grandes movilizaciones populares de los últimos tiempos. El respaldo masivo de militantes y organizaciones, a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner recordaba esos grandes momentos de despertar popular, que no tienen otra significación que la aprobación a medidas concretas que van en el sentido de dignificar la vida de la sociedad en su conjunto. La expropiación de las acciones de YPF a la española Repsol, de esa forma fue entendida por la mayoría de la población, mal que le pese a las corporaciones.
Pero más allá de la legitimidad que la movilización popular le da al gobierno argentino, en otros andariveles suceden cosas como las que siguen:
Ayer el ministro de Asuntos Exteriores de España, José Manuel García-Margallo, advirtió que “Argentina, en estos momentos, tiene que afrontar unas necesidades de financiación de unos 36.000 millones de dólares y puede que vea cortado el acceso al crédito internacional”. La frase inevitablemente suena como una amenaza, pero la pregunta es hasta qué punto puede España frenar esa financiación para Argentina como represalia a la expropiación del 51% de Repsol en YPF. El canciller español apuntaba a su vez como informaba la cadena RNE, a la solidaridad europea con su país, para frenar cualquier acuerdo bilateral entre la UE y el MERCOSUR si nuestro país no cambia de política, pero lo que sorprende del jefe de la diplomacia de la península es cuando esboza esta frase: “No queremos adoptar ninguna medida que perjudique al pueblo argentino, sino que lleve a su gobierno a volver a la senda de la legalidad internacional, que es a lo que su pueblo le conviene”. Llamativamente el que sabe qué es lo que le conviene al pueblo argentino es García- Margallo y no el mismo pueblo que aprueba la medida de nacionalizar la compañía petrolera, y que se moviliza masivamente para apoyar la decisión del ejecutivo. Ante afirmaciones como estas uno se pregunta entonces, desde dónde habla una persona como Margallo, y después de pensarlo un poco, ni siquiera vale responderse preguntas que tienen respuestas muy obvias y con un tufillo desagradable.

2012/04/23

Ay Joaquín

-Hay que seguirle pegando al gobierno por el tema Repsol- le dijeron a Morales Solá, y éste sin perder tiempo anotó 3 o 4 cosas con las cuales debía articular el editorial del domingo para el matutino La Nación. Un cuadro de la derecha no partidaria como él, siempre va a encontrar alguna línea argumentativa, y también algunas sugerencias para políticos opositores no acostumbrados a tener línea propia. El tucumano pensó de inmediato en la impronta de las encuestas, y la desprevención de algunos para salir a manifestarse sin tener esos datos en cuenta, pero lo más importante era titular la nota con algún nombre explosivo, y argumentar mínimamente sobre eso. “La peor crisis internacional desde el default fue el sugestivo título, diciendo que después de Malvinas y de la crisis de 2001, el haber expropiado las acciones de YPF a la española Repsol provocó la reacción internacional contra nuestro país. Muy suelto de cuerpo, Morales Solá escribió: “El mundo ha hecho saber públicamente, con menor o con mayor intensidad, su rechazo a la expropiación de YPF” para luego citar, cuando no, dos informaciones extraoficiales. La primera aludiendo a que algunos países latinoamericanos ya se encargaron de manifestarles a España, Europa y los Estados Unidos, que ellos no son iguales que la Argentina, pero claro “esto lo deslizaron en ámbitos más reservados”. La segunda información extraoficial, tiene que ver con el descontento norteamericano. Literalmente: Obama debió sentirse defraudado, 48 horas después, cuando se enteró por televisión de la decisión argentina. En la capital norteamericana se ratificó que Cristina no le dijo nunca nada a Obama lo que sucedería con YPF. Ante una consulta precisa, la embajada estadounidense en Buenos Aires fue tajante: Nadie le advirtió al presidente Obama sobre la expropiación, contestó. Hillary Clinton, primero, y su vocero, luego, precisaron que la expropiación había caído muy mal entre ellos. Es probable que pase mucho tiempo antes de que Cristina vuelva a tener una reunión cara a cara con Obama Morales Solá comienza el artículo expresando que una compra consensuada con Repsol hubiera sido lo justo, pero claro con eso se perdía el trazo épico y guerrero, que necesitaba el gobierno para subir en las encuestas. Cosa que al parecer del tucumano, no le resultó tan favorable, al menos amparado en sondeos realizados por Poliarquía para La Nación. Luego se contradice manifestando que los radicales se subieron a la propuesta oficialista, para no decaer en las encuestas, sin importarles los métodos empleados. El “cómo” de la reestatización de YPF era importante para preservar las inversiones, sugiere, argumentando que si se hubiera hecho cómo él dice, se garantizaría que haya capitales dispuestos a invertir en la Argentina para el caso concreto de la petrolera, y que del modo como se hizo, no habrá dinero para llevar el proyecto adelante. Planteado así, la acción del gobierno resultaría casi un suicidio, solamente rentable en las encuestas, aunque en ellas, tampoco le alcanza. Pero lo grave es que la Argentina entró en la peor crisis internacional, aunque de ello, los pueblos del mundo no tengan la más mínima idea.

2012/04/18

La pelea cultural por YPF


La decisión gubernamental de expropiar las acciones de YPF a la española Repsol, en otro momento hubiera sido un hecho indiscutible y totalmente diáfano, casi como ejercer el derecho a la alimentación, o a contraer matrimonio, pero cuando uno lee toda la hojarasca que anda dando vueltas por los medios no solamente nacionales, sino también de extramuro, se da cuenta que este acontecimiento no sólo debiera ser explicado desde una posición política, sino que a su vez para ser bien entendible, es necesaria una fuerte pelea cultural e ideológica. Si es verdad que una gran mayoría del pueblo argentino apoya la determinación, es preciso señalar que no pocos están en contra, como a su vez existe una franja muy importante de indiferentes. Desde los tiempos de Doña Rosa, los medios ejercieron una fuerte desacumulación subjetiva en relación a los derechos tanto populares como nacionales. Era el puntapié original para entrar en una década (la del ’90), donde lo que se privilegiaba era la salida individual, y el desinterés por la cosa pública, casi concibiendo al interés general, como otro interés particular aparte del mío.
Autoritarismo nacionalista, rotulan algunos, y ponen al hecho mismo como el capricho de algún dictadorzuelo tercermundista, que amparado en una masa ignorante, comprada, o atemorizada responde con festejos similares a los de alguna hinchada de fútbol. Intereses netamente personales, cobijados en una búsqueda irracional de un poder cada vez mayor, dicen otros. Falta de respeto a las inversiones capitalistas internacionales en nuestro país, que lo que vienen a hacer es a darnos una gran mano para que crezcamos económicamente. De todas formas, hay que entender que ganar dinero a cualquier precio aún hoy no es considerado un pecado, ni una mala palabra, sino que muchas veces es hasta visto como una gran virtud, a la cual todos debiéramos emular. La lista podría extenderse mucho más, pero lo importante a señalar es que la lógica desde la cual se intenta reprobar la acción del gobierno, tiene sedimentos arraigados en el sentido común.
El petróleo, la electricidad, el gas, el agua, la tierra, y todo el negocio involucrado en sus producciones, desde la visión imperial, son bienes privados que no se pueden tocar, que hacerlo es delito. La apropiación privada del bien público aún goza de buena prensa, esa misma que justifica las guerras, tanto militares como económicas, aunque el límite entre ambas sea poco preciso.

2012/04/14

Profundizar el proyecto ¿Por dónde?


Profundizar el proyecto, es un lugar común, casi dicho hasta el hartazgo. Ahora se trata de saber por dónde se hace, por dónde se prosigue, ya que por definición una transformación social, no es posible sin la participación popular, sin que el conjunto de la población adquiera determinada conciencia de los cambios, y se ponga la mochila al hombro, ya que es su bienestar lo que está en juego.

La crisis de 2001 reveló una fractura ineludible entre la sociedad civil y la sociedad política, una crisis de legitimidad, que si bien empezó a revertirse sustancialmente a partir del 2003, aún quedan rémoras de un pasado que exige superarse. Lo nuevo no se construye sin las resistencias de lo viejo, y es en este punto preciso donde se debieran establecer los nudos principales del proceso en cuestión. La “Revolución desde arriba” tal como la caracterizara Julio Godio, encuentra límites precisos en un modelo de organización política y social, diseñada para etapas anteriores, donde la participación popular o los estándares de militancia, se ajustaban más al quiebre entre los dirigentes y los dirigidos, que a superar la despolitización popular impulsada por el neoliberalismo.

La ofensiva mediática contra el vicepresidente Amado Boudou, más que el intento destituyente, lo que intenta, es colocar a la población como un espectador pasivo, como un rehén de una contienda que se desarrolla en un escenario que les es ajeno, y del cual solamente pueden tomar partido, como en un reality show. La puja entre Boldt y Ciccone, o entre el vicepresidente y Magneto, Scioli, Binner o Randazzo, reproducen la lógica de la desmovilización popular, antes que el impulso a la organización, y esto se pone de manifiesto cuando aparece algún problema concreto por el cual, los sectores populares si necesitan de una respuesta efectiva.

Tras los desastres generados por el tornado, en semana santa, la búsqueda de resoluciones, develó la existencia de una espontaneidad popular en la cual, hay rémoras muy marcadas de una cultura del asistencialismo, al igual que una falta de organización política y social, acorde al proyecto nacional y popular.

En la mayoría de los municipios del conurbano bonaerense, se dieron piquetes con exigencias dispares, donde se reclamaba no solamente por la ayuda social, y la reparación de las viviendas destruidas, sino donde la demanda también se unía al reclamo contra las empresas privatizadas de energía. Es muy probable que la mayoría de los que hacían los piquetes, hayan votado a los que encabezan las diferentes gestiones tanto municipales, como provincial; pero en el reclamo se enfrentaron a ellos, mezclándolos con el sector empresarial.

La visión errónea del problema hay que entenderla como una manifestación de espontaneismo, producto del bajo nivel de organización. Con núcleos de militancia arraigada territorialmente la visión hubiera sido diferente, y hubiera permitido la participación solidaria de los vecinos, en la resolución del problema, además de distinguir a la empresa privatizada de la gestión de un municipio, como a este último poder golpear junto a los afectados, contra un servicio ineficiente. Es inconcebible que sectores de la población se organicen para saquear una escuela ante la falta de luz, como que haya otros que reclamen chapas o tirantes para luego venderlos. La organización territorial bien establecida es la única que puede responder efectivamente a las necesidades de un Estado, que necesita romper definitivamente con la lógica del asistencialismo y del “sálvese quien pueda”. Esto también es parte de propiciar la “sintonía fina”.