2020/06/19

¿Quién pagará los platos rotos?


La realidad que vendrá tras la pandemia será diferente, no sólo en el país. El deterioro económico implicará un gran desafío tanto para el gobierno como para las diferentes izquierdas y movimientos sociales. Lo que hoy pierden los más poderosos, lo intentarán recuperar a costa de los sectores populares.

Hoy es un lugar común señalar que la irrupción de la pandemia y las medidas de aislamiento social vinieron a destapar la tremenda desigualdad social existente en nuestro país. El abordaje sanitario desplegado en barrios como Villa Azul (Quilmes- Avellaneda) o el José Luis Cabezas (Berisso- Ensenada) vienen a mostrar que las políticas socio económicas que se desarrollaron durante las últimas décadas no hicieron más que profundizar la pobreza.
Tanto los principales medios hegemónicos, como diferentes opciones políticas tanto de derecha o de izquierda lo repiten permanentemente. Unos dicen que el peronismo agigantó la desigualdad para manipular a los pobres con asistencia social. ¿Qué piden? que los políticos se bajen el sueldo. Otros muestran esa realidad para expresar que los diferentes gobiernos, desde hace casi tres décadas son todos iguales. ¿Qué piden? incrementar la ayuda social.
Cualquiera que haya transitado las últimas décadas de nuestro país puede observar con total claridad que a partir de los años noventa se produjo una transformación significativa de la configuración social. La desigualdad y la pobreza extrema se adueñaron de territorios bien definidos. Si bien hubo parches significativos e intentos de inclusión, este proceso nunca se detuvo. Es la configuración propia del neoliberalismo.
Si bien nadie puede negar la existencia de esta pobreza estructural, lo que muy pocos señalan es que la misma no es más que el resultado de otros factores que podrían explicar mucho mejor la realidad y darle a los militantes sociales otras herramientas que no sean sólo plantear ir en ayuda de los más necesitados. Lo que se modificó principalmente a partir de los 90 fue el mundo laboral.
Muchas de las propuestas más sensatas de la izquierda hacen referencia a los problemas que tanto la pandemia como la cuarentena hacen mella en la situación de los trabajadores. No aporta demasiado señalar igual que la derecha que los barrios se convierten en guetos y se privan determinados derechos de circulación. Apología liberal.
En 1996 el por entonces Congreso de los Trabajadores Argentinos (CTA) expresaba que “El desempleo es la mejor ley de flexibilización laboral”. En ese mundo laboral emergente la existencia de una masa imponente de trabajadores desocupados producía que las patronales pudieran explotar desmedidamente a sus empleados, mostrando la cantidad de gente que estaba esperando para ocupar el mismo sitio. Una clara acción de chantaje.
Esta lógica es la que exponen los grandes lobbies que se oponen a las cuarentenas. Hacer trabajar cueste lo que cueste sabiendo que cuentan con un numeroso ejército de reserva. El diputado del Frente de Izquierda en la provincia de Buenos Aires y referente del Subte, Claudio Dellecarbonara, expresó su preocupación por la situación que se vive en diferentes sectores de trabajadores. Dijo que “La liberación de actividades sin siquiera ser consideradas esenciales, y las empresas mandando a trabajar a miles de trabajadores, sin los protocolos ni los equipos de protección, tiene consecuencias”.
El sindicalismo en la Argentina hoy no es demasiada garantía. Hoy los gremios debieran tener un rol preponderante en cuanto a la protección de los trabajadores ante los peligros de la pandemia como en cuanto a hacer valer sus derechos ante patronales que piden a gritos flexibilizar la cuarentena. En las actividades denominadas esenciales emergen determinados conflictos que debieran ser resueltos de la mejor manera, porque los trabajadores de esos sectores no son inmunes y están permanentemente expuestos.
Mientras el gobierno propone algunas medidas interesantes como el impuesto a las grandes riquezas o la expropiación de Vicentín, pero sin avanzar demasiado o intentando que no genere demasiado ruido en la opinión pública; todo ello hace que algunas izquierdas denuncien movimientos tibios predestinados al fracaso. Un síntoma de debilidad de ambos. Una relación de fuerzas desfavorable.
Un gobierno asentado en una acumulación de fuerzas populares significativas y que tenga el objetivo de llevar adelante esas medidas podría hacerlo. Una izquierda con fortaleza en las bases obreras podría acompañar al gobierno imponiendo ciertas condiciones o en todo caso ponerse directamente al frente de esas medidas. Pero esto no sucede.
La realidad que vendrá tras la pandemia será diferente, no sólo en el país. El deterioro económico implicará un gran desafío tanto para el gobierno como para las diferentes izquierdas y movimientos sociales. Lo que hoy pierden los más poderosos, lo intentarán recuperar a costa de los sectores populares. ¿Quién pagará los platos rotos?
Comenzar a delinear el escenario de la pospandemia y prever las posibles fuerzas con las que se pueda contar para llevar adelante lo delineado, debiera ser una de las tareas actuales.


2020/06/14

La Pandemia, lo individual y lo estatal- La “angustia” de los capitalistas


Desde hace varias décadas se viene inculcando que la salida a todos los problemas es individual. Que todo depende del esfuerzo y los méritos. En medio de la pandemia de Covid-19 este discurso no sólo se recrudece por derecha sino que atenta contra la prevención.

Que se sepa, ningún gobierno fue elegido por haber planteado cómo abordar una peste. Algunos se pusieron las cuarentenas al hombro mientras otros intentaron minimizar o intentar que todo pase como una tormenta pasajera. La presencia de la pandemia cambió ostensiblemente el escenario político mundial. En una economía globalizada nadie está exento de sufrir sus consecuencias. Se puede afirmar que los diferentes posicionamientos no coinciden automáticamente con posturas ideológicas definidas, aunque los más liberales sean más anticuarentena y los más keynesianos promuevan mucho más las medidas de prevención. Lo cierto es que la pandemia modificó cualquier rumbo prefijado.

El pasado sábado 6 de junio el Jefe de Gabinete Santiago Cafiero señaló que “Fortalecimos el sistema de salud en tiempo récord con una Argentina quebrada que dejó Macri. Recordemos que nos habían dejado sin Ministerio de Salud”, afirmó el funcionario, señalando a su vez: “Imaginen lo que hubiera sido esta pandemia con Macri gobernando, una catástrofe”.
Si bien podría considerarse como una afirmación dura que enaltece la “Grieta”, no hay gran misterio en lo que dijo. Por su parte, la oposición macrista no lo dejó pasar y rápidamente devolvió la bola.
Macri “habría confiado más que nunca en la responsabilidad de los argentinos y menos en la imposición estatal”. “Habría advertido los efectos del aislamiento estricto sobre otras patologías de la salud y sobre el empleo y el trabajo de los argentinos, y habría encontrado maneras de encontrar un equilibrio más temprano”, dijeron desde la dirección del Pro.

“Hacé la tuya”


La respuesta opositora no deja de ser original en tanto marca esa tensión entre “la responsabilidad de los argentinos” y “la imposición estatal”.  Planteado de esa forma no deja de marcarse que el gobierno elije un modo autoritario, en tanto privilegia lo segundo. ¿Podría ser de otra forma? ¿Podría dejarse el abordaje de la pandemia supeditado a la iniciativa individual?
El pasado sábado 6 podían verse por la TV diferentes imágenes de los que se convocaron en el Obelisco para protestar. La mayoría no llevaba tapabocas y algunos de los que sí dejaban la nariz afuera. “A mí no tienen porqué decirme lo que tengo qué hacer”, “Es inconstitucional que no me dejen caminar por la calle y no pueda viajar en tren”. Un músico de reggaetón se quejaba de que ahora no pueden hacerse espectáculos. La mayoría no quiere perder plata.
Cuando se sale a hacer las compras es inevitable ver gente que vive transgrediendo las medidas de distanciamiento, el uso del barbijo, el salir en grupo e incluso comercios que no respetan los cuidados.
Para que la cuarentena sea eficaz se necesita de la responsabilidad individual, pero dejar que todo se dirima en el libre albedrío es el principio de su abolición. “Hacé la tuya”, “Sálvese quien pueda”
Desde hace varias décadas nos vienen inculcando que la salida a todos los problemas es individual. Que todo depende del esfuerzo y los méritos que hagamos para ello. Que nadie debe estorbarnos ni poner palos en la rueda.
Las mayorías sociales no fueron educadas para enfrentar una pandemia ni siquiera contar con herramientas simples para ello. Muchas de ellas fueron aprendidas en los últimos meses. Muchos no dimensionan el riesgo y otros se cuidan obsesivamente. Algunos creen que enfermarse es una opción personal.

La ira de Dios


Se dirá que con respecto al Medioevo, los humanos han evolucionado. Se desarrollaron la ciencia, la industria, la tecnología e incluso nuevas formas de contrato social. De todas maneras siguen existiendo pensamientos mágicos y oscuros para resolver problemas cotidianos.
En el filme Det sjunde inseglet  (El séptimo sello) de 1957, es interesante rastrear como Ingmar Bergman presenta las diferentes maneras que tenían los suecos de la Edad Media para contrarrestar la peste negra. Un caballero que regresa de las Cruzadas junto a su escudero se enfrentará a la Muerte en una partida de ajedrez. Ella le dirá que siempre viaja a su lado.
Con imágenes de una peste que azota a los poblados, puede verse como los aldeanos condenan a una bella joven a la hoguera acusándola de haber realizado un pacto con el demonio. No faltan aquellos maleantes que buscan cadáveres para robarles sus pertenencias y luego exhibirlas en el bodegón.
Impresiona de gran forma las imágenes de peregrinos que recorren diferentes territorios infligiéndose castigos para calmar la peste, entendida como la ira de Dios. Se trata sin dudas de imágenes ¿lejanas?.
Cuando se observan hoy determinadas  posturas de cómo enfrentar la inseguridad, planteando linchamientos o haciendo justicia por mano propia, o quemar cárceles en las que hay infectados para que no se propague la peste; sumando la creciente propagación de ideas anticientíficas, amparadas por el sentido común, nos hacen pensar que posiblemente no estemos tan lejos del escenario que pintaba Bergman.
La angustia de los capitalistas
Los poderes económicos que fogonean la anticuarentena y hablan de la angustia que esta provoca apuntan a otro lado. Lo que no soportan de la pandemia es no seguir ganando como antes. Seguramente saben de los riesgos, y por eso, también se cuidan. Lo que no quieren es que los que siempre les dieron sus ganancias también lo hagan.
“El malentendido es la esencia de la comunicación”
Jacques Lacan

La pregunta sobre la “angustia” que genera la cuarentena realizada días atrás por la periodista Silvia Mercado al presidente Alberto Fernández muestra de forma inequívoca la mala intención de todos aquellos que hoy militan la anticuarentena. Los grandes medios, políticos opositores rabiosos, trolls y diversos lobbies.
Desde el día cero del aislamiento social, lo obvio se transformó para un sector minoritario de la sociedad en un contrasentido. Por qué habría que tenerlo en cuenta entonces. Lo que muestran los grandes medios no es nimio. Es lo que consume la mayoría. Los comentarios que se pueden leer en los portales de noticias muestran una abrumadora avalancha de trolls que intentan socavar las medidas de prevención.
Además hay que señalar que la gran apuesta de la anticuarentena es que ésta comience a sufrir un desgaste y que ello acarree una merma significativa del apoyo y el compromiso que hoy tiene. Si desde el gobierno se intenta mostrar una unidad real ante la pandemia, una unidad que excede largamente las posiciones políticas, desde la anticuarentena no deja de politizarse cualquier medida que se tome, además de rascar fuerte sobre diferencias y tensiones entre los que se comprometieron con el aislamiento.
“La gente se va a cansar de todo esto”, “Nos quieren convertir en Argenzuela”, “Van a dejar un país quebrado” rezan los trolls. La mayoría de todas esas expresiones se sostienen en ciertos supuestos nunca explicitados. La pandemia no existe, es una ilusión kirchnerista inventada para sojuzgar mediante el miedo y avanzar de modo dictatorial hacia sus objetivos. Convertirnos en Venezuela o Corea del Norte y robarse todo lo que todavía no se robaron.
Lo que está pasando en la Argentina, pasa aquí y nada más. La economía se cae en nuestro país pero resplandece en el mundo. Lo que acontece en Brasil o los EEUU se debe a que ellos tienen más población que nosotros. Las cifras de muertes y contagios se debe a eso y no porque no les importe que se extienda la peste.
Si entendemos que el aislamiento social implica la responsabilidad ciudadana de protegerse y proteger a los más cercanos, hay que añadir que eso necesita de una centralización que no puede hacerla más que el Estado. En los supuestos opositores el aislamiento es una coerción a la ciudadanía, una imposición que se padece como los presidiarios. Tal vez eso sea el origen de la “angustia” de Silvia Mercado.
El mundo que viene sin dudas será más pobre y cambiarán muchos hábitos. Lo que los más poderosos capitalistas no soportan de la pandemia es no seguir ganando como antes. Seguramente saben de los riesgos, y por eso, también se cuidan. Lo que no soportan es que los que siempre les dieron sus ganancias también lo hagan. En una economía global en donde el desempleo es muy grande no temen perder fuerzas de trabajo, porque saben que pueden recuperarla.