2020/07/28

Liderazgo u organización ¿Hasta dónde podés llegar, populismo?


Hoy estamos bastante influenciados por determinadas posiciones “populistas” que, lejos de plantear la organización del pueblo, se entregan a enaltecer a los líderes pero, según el autor de esta nota, transformar la sociedad no depende de la buena disposición de un líder sino de la voluntad de un actor social que impulse los cambios.


Durante los últimos días se viene dando un debate, principalmente entre adherentes al gobierno, acerca de una supuesta derechización del presidente Alberto Fernández. Se dice que se distancia de la vicepresidenta, que tranzó con el establishment, que no está dispuesto a llevar adelante determinadas medidas. Todo esto podría ser interpretado de esa forma. El problema es que decir todo eso no ayuda en nada a la necesidad de producir cambios a favor de los sectores populares.
Se cree que todo pasa por la entereza moral y ética de un líder providencial que tendría que hacer todo lo que ciertos pensamientos progresistas creen que habría que hacer, sin que se cuente con determinadas relaciones de fuerza favorables. No se trata del nivel de aceptación positiva que ofrecen las encuestas sino principalmente de la organización concreta de los sectores que necesitan de los cambios.
Hoy estamos bastante influenciados por determinadas posiciones “populistas” que, lejos de plantear la organización del pueblo, se entregan a enaltecer a los líderes. Posiciones que si se las ve detenidamente no hacen otra cosa que confiar en la acción de un líder que se abre camino en las superestructuras para desde ahí resolver el problema de la desigualdad.
Lamentablemente las posiciones de las izquierdas en general tuvieron que sobrevivir durante las últimas décadas aceptando casi sin tapujos el ideario de las democracias liberales. Se escucha decir que los que no aceptan la democracia de manera efectiva son las derechas más recalcitrantes. Ya nadie dice que estos regímenes políticos son los que nos impusieran tras la derrota de los movimientos revolucionarios en la década del 70.
Suponer que un proceso de cambio social pueda llevarse adelante sin trastocar determinados pilares de la institucionalidad dada, es generar expectativas que conducen a la desilusión. En tal sentido fue muy importante la confección de nuevas constituciones en los países llamados bolivarianos, y a pesar de ello no se pudo detener la ola reaccionaria. El golpe en Bolivia, el asedio al gobierno de Venezuela o la llegada al gobierno de Ecuador de alguien que diciendo una cosa fue a hacer lo contrario.
Transformar la sociedad no depende de la buena disposición de un líder sino de la voluntad de un actor social que impulse los cambios. El 17 de octubre de 1945 se produjo una gran movilización de los trabajadores que se habían organizado en diferentes fábricas y suburbios. Sin eso, el por entonces coronel Perón hubiera seguido preso en la isla Martín García. No dependía de su voluntad. No son pocos los que creen que su voluntad posterior fue el resultado de esa presión popular.

2020/07/18

Entre el malestar de la pandemia y la manipulación

En el juego de las democracias occidentales hoy las mediciones de imagen se convirtieron en uno de esos elementos que rigen la vida política institucional. Si bien esos índices en la mayoría de los casos están manipulados, lo que no se puede obviar es que tanto los ascensos como los descensos, tienen como causante, en última instancia, la acumulación de malestares o el logro de una cenestesia social positiva. 

Nota La Tecl@ Eñe

 Hoy los grandes medios hacen hincapié en que el presidente Alberto Fernández bajó su nivel de aprobación. Según ellos, eso se debe –en líneas generales- a que el gobierno aprovechó la cuarentena para llevar adelante un proyecto de avasallamiento de libertades, principalmente económicas, pero que la ciudadanía no se lo dejó pasar. Lo dicen sus principales editorialistas y también el ex presidente Mauricio Macri. Grupos minúsculos de la derecha lo hacen saber rompiendo la cuarentena y protestando en diversos lugares del país. Los medios amplifican esas acciones como si eso fuera la respuesta adecuada a cierto malestar. Como si además fueran muchos.

Tanto los enunciados mediáticos como las declaraciones del ala dura del macrismo, no son más que interpretaciones sobre la cenestesia social. Una de las tareas políticas debiera ser ubicar el lugar del malestar e intentar abordarlo más allá de una contra interpretación. Cuando en marzo diera comienzo la cuarentena y las diversas medidas de restricción, el gobierno tuvo un ascenso pronunciado de imagen positiva. La ciudadanía en general vio con muy buenos ojos la preocupación del presidente para con la defensa de la salud y la vida. Por su parte, una minoría comenzó a sostener que era más importante la economía y que no había que ponerle límites.

 Tanto el jefe de gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta al igual que la mayoría de los intendentes bonaerenses se alinearon con el gobierno nacional para llevar adelante las medidas de aislamiento social. Los grandes medios comenzaron a tener dos facetas. Un canal emblemático como TN en horarios matutino o mediodía aún muestran la importancia de la cuarentena, mientras que en horarios nocturnos despliegan todo el arsenal opositor a rajatablas con sus consabidos opinólogos. Fueron y son los principales agoreros del desgaste que produce el aislamiento. Ellos quieren imponer casi a la fuerza la interpretación del agotamiento.

Al inicio de la cuarentena la mayoría tuvo una visión espontánea del desarrollo de la pandemia. Se preveía que en 2 o 3 meses ya habría concluido. Se iba a llegar a un pico y luego la pendiente dejaría todo como antes. Pasados 4 meses la curva sigue subiendo a pesar de que se haya llevado adelante una de las políticas sanitarias más acertadas. El común supone que tal vez no haya sido de esa manera y que probablemente haya habido errores. Los índices que se dan en otros países comprueban el acierto pero eso no es algo que sea un dato que la mayoría tenga en cuenta. Obviamente que el desarrollo de la pandemia nunca puede estar sujeto a ninguna doxa y por otra parte el virus causante se ha vuelto extremadamente rebelde a la episteme.

Me cuido no me cuido. Lo que se percibe, principalmente en diferentes conglomerados urbanos de la provincia de Buenos Aires es que se comenzaron a dar pequeñas resistencias moleculares contra el aislamiento social. No se puede englobar a estas rebeldías dentro del marco de los derechistas movimientos anticuarentena que obviamente tienen métodos y fines diferentes.

 Hace aproximadamente un mes una línea de colectivos que une La Plata con Berisso fue cerrada por varios días. Aproximadamente 30 conductores dieron positivo el hisopado y fueron aislados la mayoría de los choferes de esa línea. Se supo que habían realizado un asado de camaradería. Algunos creen que no siendo personas de riesgo no existe ningún problema. Principalmente los jóvenes. Entonces están los que hacen reuniones. Incluso fiestas clandestinas.

 En junio una ex candidata a concejal de Juntos por el Cambio de Berisso se vanaglorió en las redes sociales de haber llevado a su hija a la fiesta de cumpleaños de su hermanastra. Estos hechos ocurren asiduamente sin ser promocionados. Se escucha la queja de vecinos que dicen que personas que tienen Covid asintomático salen a hacer mandados. En los barrios esas cosas se conocen y se producen así esas pequeñas “contradicciones en el seno del pueblo”. Hay comercios que no están habilitados para la venta y de todas formas se realiza la política del whatsapp.

El problema es que gran parte se cuida y ve que una gran parte no lo hace y que las autoridades municipales no se encuentran a la altura de poder manejar esas situaciones que los desbordan. No pocos son los que dicen que “la cuarentena está rota”. Estos hechos que cualquier persona puede percibir en sus localidades van agotando las ganas de cuidarse. Los grandes medios manipulan ese desgaste para intentar imponer una visión en la que la caída de disponibilidad tenga como correlato un rechazo al gobierno. Obviamente no es así pero se corre el riesgo de caer en esa encrucijada.

El problema es que no se puede llegar a un aislamiento regido por un Big brother y pareciera que la responsabilidad individual no alcanza. Entonces se puede ver gente con un barbijo puesto que muchas veces funciona como un trompe l'oeil. 

Después de la pandemia ¿Una oportunidad contra la desigualdad?


Las iniciativas para la pospandemia no deberían servir solamente para retornar a cierta “normalidad”. Podrían ser la oportunidad para intentar abrir un camino que apunte a resolver los problemas de desigualdad que desde hace más de 200 años venimos acarreando.

La propagación del Covid-19 está afectando la economía mundial. Aún no se puede hablar de una crisis, pero no son pocos los economistas que la prevén como inevitable. Si la de 2007-2008 fue una crisis sistémica originada en el sistema financiero, la que viene se sostiene en una desaceleración creciente de la economía mundial. Tiene más que ver con un freno en la producción, lo que trae aparejada una pauperización de los sectores populares a partir de la caída de salarios y empleo, al igual que un severo impasse en las ganancias de los sectores más concentrados.
Las grandes crisis pasadas fueron en la mayoría de los casos, la oportunidad para que los más poderosos recompusieran sus privilegios en detrimento de las mayorías, ordenando a su vez un nuevo contrato social que convalidaba ese equilibrio social emergente. Como después de una crisis no habrá para todos, igual que antes, cualquier salida se dará inserta en un nudo de conflictos. En tanto no se puede ser neutral en ello, nos importan en primer lugar los intereses de los trabajadores y los diversos sectores populares.
En la Argentina ante el nivel creciente de pauperización podemos constatar que el gobierno viene desarrollando diferentes planes de ayuda social. Desde los planes IFE a subsidios a empresas tanto para preservarlas como para que puedan hacer efectivo el pago de salarios. La pandemia llegó al país, por suerte, bajo una gestión gubernamental no atada a los dogmas neoliberales imperantes en grandes porciones del planeta. Esto si bien representa un cierto aliciente no implica que sea la resolución a los problemas que se están generando y que se harán mucho más explícitos cuando finalicen las medidas de prevención sanitaria.
Nuestro país está atado a cumplir con una exorbitante deuda externa que para el perfil gobernante es de gran importancia resolver. Imponer impuestos a las grandes fortunas locales como llevar adelante la expropiación de Vicentín, una empresa sospechada de delincuencia económica; no son tareas que resulten tan fáciles de llevar adelante. La relación de fuerzas es si se quiere, desfavorable.
Para prever futuros posibles es importante considerar determinados elementos de la sociedad que ya tienen un cierto anclaje, tanto organizativo como experimental. En la Argentina existe una gran tradición de lucha y organización tanto de los trabajadores como de los diferentes movimientos populares. Esto dio pie a variadas respuestas autogestivas. A su vez estamos insertos en un gran territorio con una muy marcada desigualdad en cuanto a densidad poblacional que desnuda una estructura agraria sumamente injusta.
La autogestión
No necesariamente debe ser un postulado de las izquierdas promover que los trabajadores tomen en sus manos la resolución de sus problemas. Juan Domingo Perón en sus 20 verdades decía que “Sólo el pueblo salvará al pueblo”.  Esto sucede –además- al margen de los posicionamientos políticos.
Para finales de los 90 cuando todo indicaba que el ajuste menemista y luego radical, estaba tocando fondo, muchos empresarios fundían sus empresas para ganar de otro modo. Surgió entonces un fenómeno bastante singular, los trabajadores se hacían cargo de las fábricas quebradas y las ponían a producir. Volteaban por un lado la hipocresía empresaria y además se aseguraban no quedar en la calle. Este modelo surgido en el país se extendió por diferentes lugares del mundo. Vale señalar que en Grecia ante las recientes crisis hubo experiencias que reivindicaban el modelo argentino.
La desarticulación de la clase trabajadora argentina allá por los 90, provocó que grandes sectores de desempleados construyeran imponentes organizaciones sociales. Esto sirvió para que se pusieran en marcha diferentes economías de sustento, que luego se llamaría economía social.
También tuvo gran importancia, de manera más reciente, el desarrollo de diversas organizaciones cooperativistas que se agruparon creando centrales que las sacaban del aislamiento y las conectaban con otras experiencias. Vale en tal sentido nombrar a organizaciones como la Cnct (Central nacional de cooperativas de trabajo) que nuclea empresas recuperadas y cooperativas de trabajo, como a la Ctep (Confederación de trabajadores de la economía popular).
David con cabeza de Goliat

Nuestro país es un monstruo con cabeza gigante y un cuerpo diminuto extendido a lo largo de un extenso territorio. Esto no se debe a que tenemos la libertad de elegir en qué lugar vivir y todos elijamos el mismo. Se debe a una distribución muy desigual en la relación campo- ciudad que obedece a una estructura territorial que nació con extensos latifundios. Es la propiedad de la tierra quien creó a ese monstruo. No es una originalidad argentina. Está presente en todas las naciones latinoamericanas.
No son pocos los referentes de movimientos sociales -surgidos en las últimas décadas- que alguna vez plantearon que, en nuestro país, se debía dar un fenómeno similar al que llevó adelante el Movimiento de los Sin Tierra en Brasil. A partir de un trabajo de base en asentamientos que rodean a las grandes ciudades, el MST promovió, allá por los 80, organizaciones que abandonaron el hacinamiento y la pobreza extrema, saliendo a buscar tierras improductivas para llevar adelante granjas colectivas y una vida mucho más digna. Una racionalización de la estructura productiva y territorial, una terapia sobre la anatomía del monstruo de cabeza gigante.
Cuando se percibe que la pandemia del Covid-19 afecta principalmente a la Ciudad de Buenos Aires y el Conurbano bonaerense concentrando la tasa más significativa de contagios del país, también se pone sobre la mesa esa estructura marcada por lo desigual.
Las iniciativas para la pospandemia no deben servir solamente para retornar a cierta normalidad. Debieran ser la oportunidad para intentar abrir un camino que permita resolver esos problemas que desde hace más de 200 años venimos acarreando.