2012/02/28

La tragedia de Once y las asintonías afinables


Si no hubiese ocurrido la tragedia ferroviaria del pasado 22, casi todos miraríamos para el mismo lado, pero lamentablemente esto ocurrió, y ahora hay que sacar conclusiones.

Los pasajeros seguirían viajando en tren como lo venían haciendo, los medios canallas y hegemónicos no dirían nada al respecto, y es posible que tampoco los críticos, ni los denominados “oficialistas”. La situación ferroviaria era sentido común.

Si bien desde el 2003 se produjeron grandes avances a favor de los sectores populares, hay que convenir que esta gestión no es el resultado de una revolución, mal que les pese a los que le piden al gobierno que sí lo sea. Una revolución si alguna vez existió como tal, en su visión casi romántica, implicaba una tabla rasa, una eliminación de todas las impurezas y el surgimiento de algo totalmente nuevo.

La tragedia de Once pone al desnudo, las asintonías finas que aún quedan por sintonizar.

La cuestión ferroviaria, no es nueva, es de larga data y se incrementó su crisis en los ’90 con la privatización y el desguace del estado. Es verdad que hay connivencias peligrosas, que más que el proyecto nacional y popular, les interesa solamente su supervivencia, casi homologable a la “acumulación originaria”, y en esto podemos señalar tanto responsabilidades de propios funcionarios como de empresarios inescrupulosos. Mientras los Cirigliano tienen la concesión de TBA, en condiciones más que deplorables, esto les permite hacer caja para realizar negocios en el exterior, adquiriendo un servicio de transportes en Miami a todo lujo, tal como nos informa el domingo Miradas al Sur.

Decíamos que este proceso no es una tabla rasa desde donde impulsar lo que viene, sino un entramado complejo y sinuoso, y esto no es una novedad pero parece que los medios hegemónicos no se enteraron. De igual forma otras asintonías como pueden ser el caso de la inseguridad, son sus banderas de combate, pero cuando aparece algún proyecto que va en serio por la resolución, miran para otro lado, o se embanderan. Hoy intentan demonizar al kirchnerismo bonaerense porque le quiere imponer la política de seguridad al gobernador Scioli, pasándolo por arriba y pidiéndole la cabeza de su ministro Casal.

Por todo esto debería ser hoy, parte principal de la agenda pública detectar todas aquellas asintonías, que si bien podrían no hacer peligrar la vida, debieran ser abordadas para profundizar el proyecto. De igual forma como yendo por una calle, saber donde están los baches para arreglarlos, o como en el trabajo de un jardinero, saber que en aquel sitio falta una planta.

En la última revista Noticias, hay una entrevista a Lanata, Sebrelli y Sarlo que se titula “Los límites del relato K”, y lleva como subtítulo: “La tragedia de Once puso en apuros al discurso oficial. El verdadero sentido de Patria, inversión, distribución y justicia. Un golpe previsible al fetichismo de la palabra”. Los tres voceros del Establishment cargan todas las tintas hacia el gobierno nacional, tildando que todo es una farsa. Tal vez Sarlo sea un poco más realista y rescata que el discurso oficial si no se apoyara en medidas bien concretas como la AUH, no lograría ninguna encarnadura, pero todo lo demás es denuncia sobre corrupción y mentiras, aplicándolas sobre lo que el que escribe considera contradicciones secundarias, es decir posibles de resolución con la ya popular “sintonía fina”. Tal vez sea verdad que la corrupción exista, pero lo que no se puede hacer de ella es el aspecto principal de algo que fundamentalmente es político, es decir una lucha entre proyectos de país.

2012/02/27

Malvinas, una visión posmoderna


Los grandes relatos emancipatorios se han derrumbado, y si alguien osa plantear algo relacionado a ellos, es seguro que miente, lo único que intenta es una teatralización para engañar a las multitudes y conservar su poder, al cual se lo concibe de igual forma en la que lo hacen los críticos de la supuesta farsa. La posmodernidad planteaba que ante la crisis de lo político, sólo quedan los placeres mundanos, la frivolidad y cierta estética del egocentrismo. Si mi verdad revelada es que el compromiso, ya carece de valor, seguramente voy a plantear que todos aquellos que toman una posición comprometida, sólo lo hacen como mascarada, como engañifa para saciar apetitos meramente vulgares. Más allá de los argumentos que plantean los supuestos 17 intelectuales en “Malvinas, una visión alternativa” el trasfondo es estrictamente ideológico, apela a la indiferencia, al descompromiso, al relativismo, y por ende excede el caso particular de las islas del Atlántico Sur.

La lógica posmoderna sostenía que ante la caída de las narrativas emancipatorias, sólo había lugar para la transpolítica y los fundamentalismos, y ésta es la visión supuestamente alternativa de los 17.

“A tres décadas de la trágica aventura militar de 1982 carecemos aún de una crítica pública del apoyo social que acompañó a la guerra de Malvinas y movilizó a casi todos los sectores de la sociedad argentina” En esta primera frase del documento quizá está resumida o planteada la verdadera opción que esbozan en el documento, es decir, una crítica del apoyo social a una causa, que por plantearse la recuperación de las islas, es idéntica más allá de las diferencias entre lo del ’82 y el planteo actual. Plantearse la soberanía es obsoleto, es del pasado, ese es el mensaje, y se hace extensivo a cualquier rasgo de politización de las mayorías.

No es ocioso que la crítica siempre vaya por al lado de la corrupción, un fenómeno realmente transpolítico. Las proyecciones nunca cuentan, porque en su ideario ya dejaron de existir.

2012/02/19

Moyano- Dimes y diretes


Cuando comenzaron las tensiones entre el gobierno nacional y la CGT liderada por Hugo Moyano, no poca gente supuestamente alineada al progresismo, entró en ciertas contradicciones. El líder camionero se presenta en sociedad como el más encumbrado luchador sindical contra el ajuste neoliberal llevado adelante por Menem en los noventa, casi como un paradigma de la resistencia a los ajustes y la desregulación del estado durante la segunda década infame, pero para el que escribe, todo ello es una verdad a medias, a riesgo de equivocación.
La Marcha Federal del ’94 fue sin dudas un punto álgido de la resistencia contra el menemismo. En ella confluían el por entonces Congreso de los Trabajadores Argentinos (CTA), la Corriente Clasista y Combativa (CCC) y el flamante Movimiento de Trabajadores Argentinos (MTA). Este último se había conformado por la confluencia de dos gremios fuertes como el de Camioneros, y la UTA dirigida en aquel entonces por Juan Manuel Palacios, más la adhesión del ex líder cegetista Saúl Ubaldini.
Mientras el CTA y la CCC representaban fundamentalmente a trabajadores estatales, el MTA era un agrupamiento de gremios transportistas, es decir de trabajadores encargados de la circulación. A diferencia de los estatales, que padecían en carne propia el desguace del Estado, un gremio como el de los camioneros representaba un sector en expansión, principalmente tras el derrumbe de los ferrocarriles.
Mal que pese, seguía imperando la misma lógica sindical iniciada algunas décadas atrás por el famoso líder metalúrgico, el “Lobo” Augusto Timoteo Vandor. ¿Cuál era esa lógica? Muy simple como eficaz para satisfacer apetencias estrictamente corporativas, resultaba el “Golpear para negociar”. El vandorismo a esto lo tenía muy bien aceitado, e instrumentalizaba la lucha obrera para construir poder sindical, un poder de cúpula, que constituía a sus dirigentes en verdaderos jerarcas sindicales, escindidos de su propia base. La alternativa a este modelo de acumulación gremial en los setenta, fue sin dudas el clasismo, que si bien tuvo desarrollo en cuerpos de delegados o comisiones internas, chocaba infructuosamente contra las cúpulas sindicales, salvo muy contadas excepciones.
El sindicato de Camioneros en los noventa, no representaba a una fracción de trabajadores, empleados en un sector de la economía considerado como variable de ajuste, sino como anteriormente decíamos, a un sector en expansión, y tal es así que la privatización de algunas ramos, como podía haber sido el Correo mismo, surgiendo por entonces los correos privados, esto le permitía a Camioneros sumar poder, afiliando a un sector de trabajadores sumamente flexibilizados, o por dar otro ejemplo, en La Plata a los recolectores de la basura.
Resistir al menemismo contra sus políticas de ajuste, es muy diferente a golpear al menemismo para construir poder sindical.

2012/02/17

Golpe del ’55- Estampidos de metralla en Ensenada


La madrugada en la ciudad de las diagonales, aquel 16 de septiembre de 1955, aún conservaba el clima de finales del invierno.

Sanadría llegó bastante temprano a la radio, como siempre. Desde el momento en el cual comenzó su trabajo como locutor en LS 11 Radio Provincia, era su costumbre. Eran poco menos de las seis de la mañana y tras haber tomado algunos mates junto al productor, ya se disponía a sentarse junto al micrófono, cuando un contingente irrumpió en el estudio, y se dirigió directamente a él. Varios uniformados de verde y armados hasta los dientes lo rodearon, mientras el aparente jefe del grupo, le ordenó que leyera al aire lo que estaba escrito a máquina en una hoja de papel. Sanadría leyó en voz baja y se sorprendió, era un comunicado donde decía que el gobierno había sido depuesto por un movimiento cívico- militar, habiendo comenzado la Revolución Libertadora. Esta no era una noticia que hubiera llegado por el teletipo, la habían traído personalmente, y de una manera poco convencional. Sanadría que hacía unos años atrás había hecho el servicio militar en el ejército, pudo advertir que el que le daba la orden era un capitán de esa fuerza, las tres estrellas plateadas en su uniforme lo delataban, al igual que la dorada y plateada de los dos tenientes, mientras que los cinco o seis conscriptos que los acompañaban tenían cara de no saber muy bien lo que estaban haciendo. El locutor intentó preguntarle el nombre al uniformado, diciendo: -Tenemos orden de la producción general de la radio de no leer mensajes no verificados… Si al menos me dijera su gracia- Cuando se percató que la boca de un fusil Mauser lo estaba apuntando.

-Va a leer el comunicado, o lo mato… ¡Entendió! ¡No ponga objeciones!-

Hacía tres meses justos, que el país estaba agitado. Nadie olvidaba la masacre de Plaza de Mayo donde cayeran muertos casi medio millar de civiles, por los bombardeos de la Aviación Naval, y Sanadría sin salir de su perplejidad se sintió obligado a pronunciar al aire el comunicado, a pesar del desagrado en el cual se sintió imbuido.

El capitán le daba la orden de leerlo repetidamente, mientras el cañón del Mauser 1909, seguía apuntándolo. Habían pasado tal vez veinte minutos cuando se pudo percibir en la sede de la emisora, que ésta ya no estaba transmitiendo, y fue ahí que algo inquieto el oficial ordenó la retirada violenta de su tropa. Cuando se asomaron a los ventanales de la radio, pudieron ver que los militares huían en autos civiles, los cuales habían estado estacionados detrás del palacio municipal, de la por entonces Ciudad Eva Perón, nombre que tomó la capital provincial desde el año 1952. Un alto funcionario de LS11 había escuchado desde su casa la proclama leída por Sanadría y enseguida llamó por teléfono a Olmos, donde estaba ubicada la antena transmisora para que cortaran la onda, y eso fue lo que había sucedido.

Aquel 16 de septiembre comenzaba con cierta densidad, y una gran inquietud cundió en la población de la ciudad desde las primeras horas de la mañana, al trascender noticias sobre diversos levantamientos militares en distintos sitios del país. La revuelta se había originado en Córdoba con el alzamiento de algunos sectores del ejército y los comandos civiles, pero la jornada iría ser muy álgida en el territorio de la capital provincial, principalmente en las inmediaciones de Río Santiago, donde la infantería de marina se había insurreccionado generando la reacción inmediata de las tropas leales al presidente Juan Domingo Perón, principalmente las de las dependencias del Ejército, ubicadas en esta región.

A lo largo del día Sanadría se preguntaba a sí mismo acerca del hecho ocurrido aquella mañana, principalmente en cuanto a la pertenencia del comando rebelde, ya que por los uniformes y las insignias sin dudas éste era del ejército, el cual se tendría que haber supuesto alineado al gobierno nacional y al del gobernador peronista, el Mayor Carlos Vicente Aloe, un oficial de Intendencia, también de la misma fuerza castrense.

Si bien el ejército en aquel momento dirigido por el general Franklin Lucero, y del cual el general Perón también era parte, contaba con un componente poco despreciable de adhesión a un gobierno que lograba satisfacer las demandas populares como nunca antes había sucedido; paralelamente se venía incubando en cierta oficialidad una fuerte tendencia contra el peronismo, es decir una masa crítica de altos mandos militares que pretendían recuperar la conducción de aquella fuerza, para volver a constituirla como el apéndice armado de los sectores oligárquicos y proimperialistas, como históricamente había sido desde la conformación del estado liberal por parte de la generación del ´80. Esta tendencia había quedado demostrada tras la fallida sublevación del general de brigada Benjamín Menéndez durante el año 1951, pero además de él, también revistaban entre la fracción liberal de dicha fuerza, nombres como los de Pedro Eugenio Aramburu, Luis Leguizamón Martínez, Eduardo Lonardi y José F. Suárez.

Cuando uno saca cuentas acerca del anónimo capitán que había irrumpido en la emisora de LS11, bien podría ser que él, si prosiguió su carrera militar, en los setenta seguramente llegó a ser algún general reconocido, tal vez alguien encargado de represiones violentas en un tiempo donde la lucha popular fue todo un signo distintivo. ¿Alcides López Aufranc, Sánchez de Bustamante….? Son los primeros que se me vienen a la mente, y estoy casi seguro que si ninguno de ellos fue, el que sí lo hizo no tendría que haber sido de “un palo” muy distinto, sino de las mismas características que los dos nombrados. Aquel anónimo capitán y los dos tenientes ya eran parte de ese ejército que se constituiría en un actor decisivo de la vida nacional, en los años subsiguientes, y es de suponer que se hayan movilizado desde alguna dependencia ajena a las que había por aquel entonces en el territorio de la capital provincial.

Aquel 16 de septiembre había estallado en Córdoba el complot tanto militar como de los denominados comandos civiles, para derrocar al General Perón; pero además del foco que representaba la ciudad mediterránea, otros epicentros de la insurgencia golpista fueron Bahía Blanca, Curuzú Cuatiá, y la región de la capital de la provincia de Buenos Aires, donde fue protagónica la acción de la Infantería de Marina, principalmente en la zona aledaña al puerto, más precisamente del lado de Ensenada estableciendo su retaguardia en la ribera del Río Santiago, particularmente frente a la Base y la Escuela Naval, desde donde se orientaba el operativo desestabilizador.

Desde muy temprano ya se veían por las calles platenses, movimientos de tropas del ejército, y de la policía; en las inmediaciones de la Casa de Gobierno, en la sede del Comando de la Segunda División, y en el Departamento de Policía.

Desde las azoteas del Comando podía verse el emplazamiento de ametralladoras, mientras que alrededor del Departamento de Policía una cantidad importante de centinelas desviaban el tránsito de las calles aledañas, no permitiendo el paso de automóviles particulares. Más allá de aquellos lugares mencionados, siguiendo la línea imaginaria que supone la inexistente calle 52, en dirección sudoeste, también se vieron tropas en las inmediaciones del Regimiento 7 de Infantería, que estaba ubicado en 19 entre 51 y 53, donde en la actualidad se encuentra la Plaza Islas Malvinas. La presencia del gobernador Aloe, a las 8 de la mañana en el Departamento de Policía, ubicado frente al bosque, era un indicio claro de que las alarmas de alerta estaban sonando.

Los diarios de la época subrayaban la presencia en la zona portuaria de abundante personal de la Prefectura Nacional Marítima los cuales provistos de armas largas realizaban tareas de vigilancia, pero cuando se puedan ver los acontecimientos ocurridos, se podría precisar que ellos debieron haber estado apostados en lugares diferentes al lugar del combate del cual nos ocuparemos más adelante, y que sin lugar a dudas fue el hecho más relevante de aquella jornada. Posiblemente la Prefectura haya estado en las primeras horas de la mañana en las inmediaciones del Barrio Campamento del lado ensenadense del puerto, y luego hayan hecho acompañamiento en las inmediaciones del extremo noroeste del Dock Central, muy cercano a la Puerta 1 de la Destilería YPF, más precisamente donde funcionaba la gran estación hidráulica, con dos bóvedas muy altas que simulaba un gran templo religioso, en plena zona industrial y portuaria, y en el muelle berissense, en el tramo comprendido por donde alguna vez estuviera el Taller Naval, hasta los frigoríficos Swift y Armour.

Desde muy temprano fueron interrumpidos los caminos que unen a La Plata, con Berisso y Ensenada, como también el tránsito que unía a la capital bonaerense con la Ciudad de Buenos Aires. A la altura del Dique sobre el camino Vergara (Ex Colón), a la altura de 43 y 126, de acceso a Ensenada, como Villa Arguello en 128 y 60, camino a Berisso, se habían instalado fuertes retenes policiales que prohibían el tránsito hacia la zona ribereña.

Don Vicente como muchos otros verduleros que en carro llegaban desde Berisso y Ensenada bien de madrugada, para cargar mercadería en el Mercado de verduras y frutas, que estaba en la manzana comprendida entre 3 y 4, y 48 y 49, quedaron a la vuelta varados en la 122, y luego optaron por devolver lo comprado antes que comenzara a ponerse feo. Las líneas de colectivos a Ensenada y Berisso habían interrumpido su habitual recorrido. Los tranvías también se habían detenido, mientras que los ferrocarriles, los dos que llegaban a Ensenada, uno al centro de la localidad y el otro precisamente a Río Santiago fueron interrumpidos. Igual suerte corrió el tren carguero que llegaba a la orilla portuaria de Berisso.

Poco después de las 8, la alarma general se hizo sentir y muchos padres se acercaron a las escuelas y colegios secundarios para retirar a sus hijos. A pesar de todo, a lo largo de la mañana reinaba en la ciudad de las diagonales una espasmódica tranquilidad, más bien un cierto toque de queda, y fue así que muchos comercios reabrieran sus puertas. Pero ya llegado el mediodía, otro hecho anómalo fue que tras las 12.30 cerraran los bancos locales, e incluso la agencia del Banco Provincia que funcionaba en los Tribunales, sitio que permaneció casi desierto a pesar de que algunas secretarías cumplieran funciones. La delegación regional de la CGT, dispuso un paro de actividades a partir de las 14.30 haciendo que se cerraran todos los comercios, así como se dispuso el envío a sus hogares de todo el personal administrativo de las distintas dependencias estatales, incluidos los trabajadores de los Tribunales.

En definitiva hoy podemos saber que el mayor desplazamiento de fuerzas visibles en el casco urbano de la capital bonaerense, estaba dado por tropas del ejército que custodiaban las inmediaciones del RI7, el Comando de la 2da División, la retaguardia de la Casa de Gobierno por la calle 5, como también los cordones policiales que cercaban el Departamento Central de esta fuerza, mientras que yendo hacia la periferia también la Policía realizaba retenes como ya señalamos a la altura del Dique y Villa Arguello impidiendo el paso tanto a Ensenada como a Berisso. Vale destacar que entre estos dos puntos se encuentra el Hospital Naval, ubicado entre el Dique y la vía del tren que llegaba hasta la Estación Río Santiago, donde está el embarque de la lancha que cruzaba hasta la base y la escuela naval. El ferrocarril partía de la Estación La Plata, iniciando su circuito por detrás del hipódromo, y se dirigía hacia la ribera cruzando por dentro de la petrolera, y por el margen ensenadense del puerto después. Antes de meterse en la destilería el tren paraba en la Estación Hospital Naval, estando ubicada la entrada de dicho nosocomio, a metros de ahí, sobre la calle 128 a la altura de 51.

Pasado el mediodía, lo que sucedía en las localidades de Ensenada y Berisso era toda una incógnita, y es así que los diarios de la época al otro día, solamente pudieron publicar algunas impresiones de aquello. El matutino La Nación por ejemplo decía: “En el sector de la ciudad que mira hacia el Río de la Plata, o sea hacia el Nordeste, sintiéronse en forma espaciada algunos estampidos lejanos, dando apoyo a versiones sobre un posible ataque a las dependencias de la Base Naval, ya fuese por tierra desde Ensenada, o bien desde el aire, siendo imposible desde la ciudad verificarlo, al estar bloqueados a los civiles los caminos de acceso a esa zona.

Ratificose (sic) en seguida la impresión de lo que estaba ocurriendo allí, al ordenarse la evacuación de las dependencias de la destilería fiscal de Yacimientos Petrolíferos Fiscales, donde quedó solamente el personal de guardia para la atención de los mecanismos de las plantas, que continuaron funcionando. En Ensenada y Berisso -donde vive algo más de un 60 por ciento de las familias del personal de la destilería -la alarma se hizo intensa, comenzando la evacuación también la población civil, que en buena parte se desplazaba a pie. Hacia las 14 el cañoneo se hizo sostenido y volvió a sentirse desde esta ciudad. La alarma hízose Intensa, y a esa hora los comercios de esta ciudad cerraron sus puertas, haciendo abandono de los mismos los empleados. Alrededor de las 15 se interrumpió también la labor en todas las dependencias de la administración pública, retornando el personal a sus casas. Por todo ello la ciudad presento desde las primeras horas de la tarde un aspecto especial de un día de paro. Grupos de vecinos, con tanta curiosidad como temor, se observaron en algunas calles, y especialmente en azoteas y terrazas, cuando se sintió arreciar el cañoneo, pero poco después era casi nulo el movimiento de peatones y vehículos. A las 15.30 volvieron a sentirse con nitidez e intensidad inequívocas fuertes estampidos, que con intermitencias prosiguieron hasta las 17.”

La primera conclusión a la que se puede arribar a través de lo expuesto es que entre las 14 y las 17 horas, se produjo un serio enfrentamiento entre fuerzas que aún no era posible precisar correctamente. Pero hay un dato que ofrecen los diarios de la época que resulta significativo, y es que aproximadamente a las 15, un comando del ejército, más precisamente del 7 de Infantería, tomó el Hospital Naval, e hizo formar por cuarenta minutos en uno de sus playones al personal médico perteneciente a la Armada, mientras que a todo el personal civil, se le ordenó retirarse a sus domicilios.

Mientras tanto como ya habíamos señalado, los retenes policiales impedían cerca de ese lugar, tanto el paso a Berisso como a Ensenada. En esos cortes precisan los periódicos, había numerosos ómnibus y camiones policiales para transporte de personal, pero vacíos, sin poder saberse donde estaban apostados los que habían sido llevados hasta allí en dichos rodados.

Desde muchas calles de la ciudad de las diagonales y desde la zona cercana a la portuaria afirman personas que vivieron aquellos sucesos, podía verse en muchas oportunidades el paso de aviones que, evidentemente, efectuaban vuelos vinculados con los hechos en cuestión, e inclusive profusos disparos de cañones antiaéreos. Según informaciones recogidas por los diarios de entonces, el regimiento 7 había sido llevado a Ensenada, a luchar contra la base naval de Río Santiago. Para tal operación, detallaban, se habían empleado muchos camiones, no sólo del ejército sino de organizaciones provinciales v ómnibus del servicio público de transporte de pasajeros. También con éstos se arrastraron cañones de campaña de aquella unidad en dirección a Ensenada.

La Nación decía: “Durante toda la tarde fueron llegando noticias confusas acerca de la situación en torno a la base naval de Río Santiago, pudiéndose sólo afirmar con certeza que hubo bombardeos aéreos por parte de aviones leales al Gobierno, intenso cañoneo y combates entre aviones”

En las últimas horas de la tarde del 16 se pudo observar que comenzaban a llegar a la Ciudad Eva Perón, ómnibus de distinta clase trayendo familias de Ensenada, las que se distribuyeron en diversos lugares, especialmente en edificios públicos.

Si bien Berisso no fue el epicentro de los acontecimientos acaecidos entre fuerzas armadas, los estampidos y bombardeos podían sentirse casi como parte del lugar, debido a su proximidad espacial, y sumado a las amenazas del Almirante Rojas de bombardear la destilería YPF si Perón no renunciaba; la población de esta localidad sin comprender demasiado bien lo que estaba sucediendo del lado de Ensenada, hizo que muchos vecinos abandonaran sus casas hacia lugares más seguros, principalmente en dirección de Los Talas, zona semirural alejada de la zona portuaria.

Hasta aquí lo que estaba sucediendo aquel viernes 16 en la zona de conflicto, para los medios de entonces, todo era solamente una simple especulación.

A la medianoche, la CGT levantó el paro, y por la mañana los comercios de la región reabrieron sus cortinas. La población acudió principalmente a comprar comida. La afluencia a negocios de comestibles fue significativa, tal vez se suponía que el conflicto duraría mucho tiempo más y los lugareños fueron principalmente a aprovisionarse. Los compradores allí, aún conservaban la angustia que les habían causado los acontecimientos de la víspera. Eso era lo que los diálogos entre vecinos dejaban escuchar, en una región que aún se mantenía hondamente conmovida.

Lo que se podía haber presentido el día anterior tras la escucha del incesante cañoneo, al otro día los medios de información lo corroboraban. Una parte de la localidad de Ensenada, más precisamente el Barrio Campamento, se había convertido en un verdadero campo de batalla, donde las secuelas eran una marca ineludible para cualquier observador.

Mientras muchos pobladores de la zona ribereña, retornaban a sus hogares, en ambos lados del camino que une la capital provincial con Ensenada, podían verse cañones con dirección de fuego hacia Río Santiago. Estas imágenes preparaban el panorama sombrío que se iría a ver adentrándose en los barrios linderos al puerto, una verdadera postal bélica donde se podían presenciar emplazamientos de ametralladoras en cruces de calles y lugares estratégicos, tropas en posición de alerta, vidrios rotos. Todos ellos eran indicios claros de la violencia que se había desatado la víspera en aquel sitio.

El 16 habían llegado a Ensenada las tropas rebeldes integradas en su mayoría por la infantería de marina, con la orden precisa de copar esa localidad, separada por el río Santiago, de la base y la Escuela Naval, desde donde funcionaba su centro de operaciones.

En ese sitio convergieron para desarticular el intento de copamiento, tanto el Regimiento 7 de infantería, asentado en la ciudad de las diagonales, el 6 de infantería que se encontraba realizando maniobras en las inmediaciones de Magdalena, y otras llegadas desde acantonamientos de Campo de Mayo, portando poderosos elementos de combate. Por la mañana del 17 las tropas leales del ejército seguían en la tarea de reducción de los focos rebeldes que aún seguían en pie. En las inmediaciones de los astilleros, algunas decenas de prisioneros aguardaban ser trasladados, bajo la vigilancia de las fuerzas del orden. Efectivos de las tropas leales cruzaban el Río Santiago para avanzar sobre la base y la escuela de cadetes de la marina, donde ya flameaban banderas blancas de rendición.

A intervalos, todavía se alzaban algunos penachos de humo, en la zona donde habían sido los enfrentamientos del día anterior. Sin dudas ese fue el lugar donde más arreciaron los enfrentamientos. Ante la llegada del ejército, los marinos se replegaron sobre la ribera y llevaron adelante una enconada resistencia. En el Barrio Campamento la metralla dejó visibles marcas en las paredes, mientras cañones antiaéreos y ametralladoras proseguían ahí emplazados en posición de combate.




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2012/02/15

Repartiendo diarios por la madrugada


Desde que salgo todas las madrugadas en bicicleta a repartir diarios, conozco las calles de Berisso mucho mejor que antes, al menos tengo mucho más presentes, una cantidad de detalles que antes pasaban de largo, ya que por una cuestión meramente obvia uno no puede tener en la cabeza mucho más de lo que necesita. El detalle es importante, mucho más cuando desde siempre me consideré un detallista, pero claro, examinar la filigrana de un recorrido que concierne en dejar matutinos en determinadas casas, es algo totalmente nuevo. Uno debe saber que en determinada cuadra van tantos diarios y van en determinados domicilios, y que algunos hay que meterlos por debajo de la puerta o el portón del garaje, mientras que otros hay que tirarlos enrollados por encima del cerco o de las rejas, otros por las hendijas de una ventana, o por un ojo de buey. Maldición cuando tiraste un diario y pegó en las rejas o en un paredón y se quedó en la vereda, y te tenés que bajar y volver a tirarlo, o cuando teniendo que descender de la bicicleta, para enviar el periódico por debajo de una puerta, tenés que hacer que el pedal se trabe sobre el cordón, y crash, el peso hizo que la bicicleta se cayera y los diarios se desparramaran y se desacomodaran en el piso, y tenés que volver a ordenar todo para poder seguir. Bueno, estos son accidentes que te pueden pasar y que sin dudas te hacen putear a todos los que compran esos pasquines por los cuales uno no pagaría ni un centavo, pero no todo es pálido y negativo, sino no estaría escribiendo sobre ello. Es más, si lo hago es porque encontré ese lado que me gusta, y que por ese motivo justifica que lo haga.

Salir antes del amanecer un día de semana, en bicicleta y recorrer las calles casi desiertas es impagable. No tanto los fines de semana, cuando tenés que andar esquivando vidrios de botellas rotas, o cuidándote de aquellos que corren en motos con caño recortado, para que no te choquen. Eso sí, cualquier día de la semana, perros callejeros por la noche hay a montones. Decí que sólo ladran…

Aquella madrugada, una de las primeras, cuando había salido a hacer el rutinario paseo en bicicleta, me detuve un momento en un tramo de esa calle, en el cual seguramente nunca antes había estado, a pesar de la relativa cercanía con respecto de donde vivo. El desnivel en el asfalto, hizo que tuviera que esquivarlo y tener que acercarme al cordón de una vereda poblada de pasto mojado por el rocío, cosa que me obligó a detener la marcha por un instante. Las ramas del sauce desde el costado de la vía, y por encima de mí, me impedían la visión mucho más allá de veinte metros, y algunas gotas de la copa salpicaron en mi cabeza, mientras la niebla vaticinaba que hasta que no saliera el sol, iría a mantener su distorsionante presencia.

La vivienda más cercana al lugar descrito, me despertó curiosidad y me hizo pensar por su fachada, que la gente que viviera ahí, deberían ser personas que seguramente si las conociera serían de mi agrado. Ver una casa sin saber quienes viven en ese lugar, siempre me genera una aprobación o un desagrado, que no tienen nada que ver con la condición social de sus supuestos habitantes, sino tal vez con cierta dignidad que se deja traslucir, más allá de lo costoso o lo humilde de las construcciones.

Cuando pisé con mi pie izquierdo el pedal, y flexioné mi rodilla derecha para proseguir viaje abriendo mi visión hacia delante, los dos faroles de un moderno y pequeño automóvil me encandilaron, y al mirar hacia dentro de él, pude ver a pesar de la niebla la sonrisa de una mujer conocida, que moviendo su mano me saludaba amablemente. Giré mi cabeza hacia atrás y a ese auto que se alejaba, pude darme cuenta que nunca antes lo había visto, a pesar de lo familiar del rostro femenino, que tampoco pude con certezas saber muy bien quién era, ya que las dos primeras que se me ocurrieron que podían ser, que además de ser entre sí íntimas amigas son muy parecidas, sabía que ambas por ahí no vivían, como además sabía que no manejaban.

Ese día, a partir de esa escena que casi lo inauguraba, me quedó una leve sensación de euforia, tal vez por lo inusual de toparse por algunos segundos con una imagen extremadamente familiar pero no totalmente delimitada. Tenía la certeza que un sueño no era, pero en su configuración, todo aquello, mucho se le parecía.

Los días subsiguientes intenté en vano desplegar todo el abanico de posibilidades, para poder saber quien había sido, e incluso pasando por el mismo lugar detener la marcha por un rato, casi como esperando que la escena se repitiera para así develar la incógnita. Pero esto no sucedió.

Ya casi había olvidado todo esto, cuando un día volviendo por la primer paralela a la calle del inicio pero ya siendo de día, me cruzó el mismo automóvil, y vi que una mano se movía saludándome por detrás del parabrisas, pero por los reflejos del sol no pude verle la cara.

La soledad de una mañana de día de semana y de verano, antes del amanecer, además de romperse, cuando al pasar, los perros que duermen en la calle, se levantan y te ladran, y te corren detrás de la bicicleta, hasta que paraste, porque ahí, ellos también se paran y comienzan a mover la cola como si no pasara nada, te hace pensar en cuanta hipocresía hay en aquellos que se dicen defensores de los animales. Por favor, no digo un sistema represivo como fue la perrera, pero no estaría mal hacer predios donde los pobres canes puedan vivir dignamente, con gente que los cuide. Muchos vecinos les dan de comer, y les ponen cartones en las veredas para que puedan dormir, pero eso no es lo mismo que hacerse cargo, y entrarlos en su casa.

Otros habitantes de la madrugada, son esos pibes que recolectan bidones de orina de mujeres que fueron madres, y los suben en camiones atmosféricos, corriendo detrás del móvil. No se por qué una madrugada en la cual me encontré durante todo el trayecto con el triple de perros de los que veo y escucho normalmente, se me cruzó la idea de que antes de recolectar los bidones, en esos camiones te traen perros de otros municipios, y en determinadas esquinas los sueltan. Pensé escribir con eso algún cuento de ficción pero aún no lo hice.

Cuando la cooperativa de diarios tarda en llegar hasta el puesto, el reparto obviamente se retarda y es ahí donde la calle ya no está tan desierta, porque ves a muchos que ya parten para el trabajo, mientras que a los taxis los ves siempre, igual que a los micros, aunque éstos últimos, no tan seguido. El otro día que me comentaban que algunas casas habían sido desvalijadas, mientras sus dueños estaban de vacaciones, me di cuenta que a esa hora casi no se ve andar patrulleros, y una leve paranoia me recorrió cuando pensé si justo cuando uno va a tirar un diario por debajo de la puerta, te encontraste con los ladrones.

De los aproximadamente ciento cincuenta matutinos regionales que se reparten en mi barrio, ninguno tiene desde mi consideración una línea editorial aceptable, son los de siempre, y es en ese punto donde uno podría precisar que hace falta que la nueva ley de medios se haga efectiva de verdad, y que si existiera un medio como el que uno considera necesario para que la gente esté bien informada, es decir un medio crítico y a la vez comprometido, seguramente estaría escribiendo en él, pero tal vez repartirlo en bicicleta me daría mucho mayor satisfacción.

2012/02/14

El conflicto social y la política


Si en el seno de una estructuración compleja, se considerara que el conflicto social consiste en un hecho anómalo, puntual, o circunstancial; la idea de aislarlo no implicaría algo que pudiera tildarse de descabellado, por el contrario, hacerlo sería una forma de resolución efectiva, logrando que todo lo que es externo a él, no se salpique y quede a salvaguardas de su supuesto efecto expansivo. Considerar al conflicto social como una anomalía, en última instancia legitima la represión del mismo.

El conflicto social lejos de ser una excepción, o un efecto residual, es parte constitutiva de cualquier formación social compleja, y su sitio en la escena colectiva, en su faz estructurada; conduce o responde a lo estructurante de la sociedad misma. Callar el conflicto, es no permitirse adentrarse en lo intrincado de las estructuraciones complejas, donde radican los núcleos fundantes de las injusticias, las desigualdades y las irracionalidades.

Una política que intentase subsistir al margen del conflicto, u obviándolo, rayaría en sus límites con lo apolítico mismo, ya que sería la renegación de las demandas sociales, que validan y dan legitimidad al hecho mismo de hacer política. El conflicto es la matriz constitutiva de cualquier acción colectiva, mientras que la forma de plantear su resolución, inevitablemente conduce a la toma de posición, a la politización, a tomar partido. Considerar al conflicto como un hecho temporal, aislado o aislable; también es sentar una posición, o una forma de resolución, que como anteriormente señalábamos, en última instancia justifica la represión, aunque no la lleve a cabo, ya que legitima en el ánimo social la idea de reprimir.

El gobierno kirchnerista, desde el 2003, inició una política bien peculiar en relación al conflicto social, constituyéndolo en el soporte principal de la gestión estatal, y sin dudas esta posición particular se convirtió en estructurante del proceso de repolitización de amplios sectores de la sociedad, un proceso que si bien hoy podemos considerar significativo, aún tiene un trecho muy largo por andar y de posible desarrollo, si esta característica de la política kirchnerista se extiende como es deseable a los más recónditos y a veces esquivos esquineros del tablero nacional, alcanzando la base misma de la sociedad: los lugares de trabajo, los barrios, las profesiones, las provincias, los municipios, la cultura, la ciudad y el campo. Si aún hoy existen apatías hacia lo político en determinadas extractos sociales, es porque falta escuchar al conflicto, permitir que se elabore, poder darle un lugar en la institucionalidad. Hacerlo, sería un nombre más de lo que se dio en llamar: inclusión ciudadana.

Decíamos que el kirchnerismo logró iniciar una política peculiar al respecto, y si bien existen algunas pistas muy concretas para poder afirmarlo: la no represión del conflicto, la política del Ministerio de Trabajo, la inscripción institucional de viejas demandas de los movimientos sociales, ya sea de DDHH, de movimientos piqueteros, de género, de fábricas recuperadas, etc.; consideramos que debiera esbozarse o al menos comenzar a realizarse una elaboración en el plano de lo conceptual abstracto, acerca de lo que viene desarrollándose en la material concreto. Esta elaboración no implica ni un adorno, ni un esquema para justificar nada, sino un marco conceptual desde donde se puedan avizorar nuevos horizontes de probabilidades, que sin realizarlo, desde la empiria misma no podría hacerse. Este planteo, sin dudas no niega que existan ya algunas elaboraciones al respecto.

La política propia de las derechas siempre fue la del aislacionismo del conflicto social, su represión y desarticulación, mientras que en el plano preventivo, la contrainsurgencia, la inteligencia o el espionaje. Desde las izquierdas clásicas, la política consistía en montarse del conflicto, con la presunción de su generalización, proponiendo la consigna de unificar todos los reclamos para crear una crisis, que permita a una vanguardia revolucionaria asaltar el poder.

Ante el impetuoso avance de la derecha en tiempos del neoliberalismo, fragmentando el tejido social, produciendo enormes desequilibrios, reduciendo significativamente la capacidad operativa de la clase trabajadora, pero principalmente estableciendo un escenario cultural donde se privilegiaban las salidas individuales, y la admiración por los éxitos económicos a cualquier precio; las viejas estrategias de la izquierda pasaron a ser un capítulo casi clausurado en una realidad social, política, ideológica y económica, muy diferente a aquellas que habían inspirado el ideario revolucionario. En verdad lo que dejaba de cuajar con la realidad que imponía el pensamiento único neoliberal, era principalmente la traslación mecánica de estrategias pensadas en otros contextos.

En los noventa, ante la crisis de la clase obrera y el surgimiento de los nuevos movimientos sociales, ya se podía definir que los planteos para el futuro inmediato no podían ser de ruptura, sino de negociación. La ausencia en aquel tiempo de un sujeto social capaz de centralizar a todos los sectores populares, planteaban de mínima establecer un nuevo escenario donde los movimientos sociales pudieran establecer algo así como una mesa de negociación para sus reclamos. Esto conllevaría un cambio en la relación de fuerzas y el horizonte programático de un nuevo pacto social.

La crisis de 2001 encontró a la Argentina ante la presencia de múltiples actores sociales, unidos por momentos en la acción, pero carentes de una proyección política que pudiera reemplazar a lo viejo, abriendo una vacancia de poder público que pudiera tener legitimidad en la sociedad. Los gobiernos de entonces tuvieron como política para el conflicto social, la represión y la desarticulación de los diferentes movimientos.

El gobierno de Néstor Kirchner privilegió la negociación, el diálogo y la no represión, y en este sentido podría afirmarse que el conflicto social entró como una palanca principal de la dinámica política, como cuestión de estado.

El ministro de Trabajo Carlos Tomada, expresó que no se le debe temer a la conflictividad social, sino que ella constituye la puja necesaria para la distribución de la riqueza, o en otro momento manifestar que al conflicto laboral no se lo reprime ni aísla sino que se lo administra.

Vale aclarar que lo que consideramos como conflicto social, excede largamente a la demanda de organizaciones sociales, considerado tal vez como el típico caso de conflictividad. El conflicto social alcanza a todos los aspectos de la convivencia ciudadana, a la agresión entre vecinos, a la inseguridad, a la violencia juvenil y deportiva, a la tensión con las fuerzas policiales, etc.

El trazo grueso de lo que constituye una política que incluye al conflicto social como parte necesaria del proceso, sin dudas está esbozado, lo que resta es que pueda profundizarse en intención y en extensión, en las particularidades mismas del tablero para alcanzar lo más fino del trazo, generando una nueva agenda que apunte a un nuevo pacto social, es decir a un piso desde el cual no pueda existir retroceso. Esto no es solamente un planteo que debe llevarse adelante en la acción política, sino que también debiera ser parte de una práctica teórica que permita conceptualizar a esta nueva realidad que ya está en marcha, dándole proyección, y propiciando que en el sentido común, se afiance la necesidad de ese piso del cual no debe haber retroceso.