2017/10/21

Semblanza de un clásico- Las marcas de Ingmar Bergman

Un recorrido por la vida y la obra del director de El huevo de la serpiente en busca de las fuentes donde abrevaron su formación artística y una producción que cambió la historia del cine.


Ingmar Bergman es tal vez una de las figuras más emblemáticas del arte contemporáneo. El entre otras cosas cineasta sueco nacido en Upsala en 1918 y fallecido en la isla Fårö en 2007 se convirtió en uno de los principales productores estéticos de la segunda parte del Siglo XX. En lo que sigue se hará principalmente referencia al cine que, sin dudas es el aspecto más destacado de su producción.
Debe haber sido el año 1970 cuando quien escribe vio por primera vez Vargtimmen (La Hora del Lobo). Fue en el Cine Cervantes de la Plata que estaba ubicado en la calle 51 entre 11 y 12, a pocos metros de Plaza Moreno. Dicha sala se había convertido en cine club y por esa razón el filme de 1968 podía verse ahí como pieza de culto. Este por entonces estudiante del Colegio Nacional de la ciudad de las diagonales entendió bastante poco sobre lo que pudo ver en la pantalla del viejo cine. Bergman no resultaba fácil, aunque su dificultad implicara para los de aquella generación, un valor difícil de igualar cuando el impacto de la obra había resultado contundente. Es tal vez eso lo que hizo que quedase entre los ineludibles y que determinadas obras con el transcurrir del tiempo invitasen nuevamente a ser visitadas. Fue el mismo Bergman quien dijo que la lectura de August Strindberg le produjo algo similar. En el excelente documental Intermezzo (2001), realizado por Gunnar Bergdahl sobre el cineasta, Bergman recordaba haber comenzado a leer a Strindberg a sus 12 o 13 años. Allí decía que había leído sus obras de cámara, principalmente El Pelicano. “Me impresionó muchísimo y no creo que entendiera nada de lo que trataba; pero era el tono, el ataque, esa violenta agresividad”, dijo, lo que logró una fuerte identificación desde su adolescencia e hizo que tuviera una relación con el escritor a lo largo de toda su vida.  Es esa invitación a volver a ver, escuchar o leer una obra que fue moderna en su tiempo, lo que convierte a su autor en un clásico. Ingmar Bergman encaja a la perfección en esa categoría.  A lo largo del Siglo XX los cambios en lo estrictamente cultural se comenzaron a dar a una velocidad que no es comparable a los tiempos precedentes. Esa actualidad que permanece a pesar de los cambios es lo que torna clásico tanto a una obra como a su productor. Desde el surgimiento de la cultura pop, el arte secular y posteriormente el mainstream, los catálogos se engrosan permanentemente. Algunas producciones son completamente desechables, no duran más que el tiempo de su confección. Al poco tiempo ya nadie las recuerda.

Decir algo en el cine

Señalaba Walter Benjamin en La obra de arte en la era de la reproductibilidad técnica (1936) que la proliferación de imágenes producida por el mecanismo de la reproducción mecánica hace que se pierda el aura de la obra. Esto se condice con un cambio profundo de la percepción humana. Es de destacar que en esa crisis se produjo el surgimiento de nuevas artes, entre ellas el cine. Un quehacer emanado de la misma reproducción y el avance tecnológico. Tal vez el desafío es hacer irrumpir desde ahí un nuevo aura.
En el documental señalado de Gunnar Bergdahl, en el que más que una entrevista a Bergman lo que se produjo fue un prolífero diálogo sobre el cine, el gran cineasta en un momento citó a Michelangelo Antonioni. Recordó Ingmar que su par italiano alguna vez había dicho que “si alguien algo tiene para decir, ese lugar es el cine, aunque exista la posibilidad de ser torpe para hacerlo”. No siempre un director de cine encuentra en su producción los elementos necesarios para transmitir lo que desea. Pero luego agregó que “Los actuales jóvenes directores están muy preparados con lo técnico de un rodaje, aunque no siempre ocurre que tengan algo para decir”.
Existe un montón de cosas que normalmente percibimos y que por carecer de un nombre no nos resulta fácil comunicar. Algo de todo eso es probable que en un arte como el cine, se transmita sin tener certeza de ello. Porque no es posible preguntar si se vio tal cosa, cuando eso no cuenta con un nombre. Es precisamente por ello que, a través del cine es posible decir lo que con las palabras no alcanza.Suponer que un “genio” es producto de sí mismo, es caer en una visión metafísica de la creación artística. “El genio es laboriosidad” decía W. Benjamin en Calle de sentido único, a lo que habría que agregar que también es con quiénes logró asociarse. Para Ingmar Bergman: August Strindberg fue su principal referencia literaria. Sven Nykvist fue su genial maestro de fotografía. Max Von Sydow fue tal vez su alter ego en la interpretación actoral, quien en diversos filmes con diferentes nombres pudo interpretar al director encarnado en algún circunstancial personaje. Párrafo aparte representan sus mujeres: Liv Ullmann, Bibi Andersson, Ingrid Thulin o Harriet Andersson. Erland Josephson debe significar sin dudas algo así como un mejor amigo, mientras que Gunnar Björnstrand podría representar el lugar o de su padre o el de su tío Carl, a quien Ingmar en sus memorias -publicadas bajo el título de La Linterna Mágica (1987)- consideraba como alguien diferente entre sus propios familiares.
Un refugio insular

Comienza señalando Bergman en sus memorias que, de niño padeció “toda una serie de enfermedades indefinibles; era como si no acabara de decidirme a vivir”, escribió en la primera página. Al recordar esos sufrimientos se daba cuenta que no habían sido ellos los que le producían el miedo, “el miedo llegó más tarde”. Ese mismo miedo se convirtió en una fuente inagotable de inspiración. Tenía que ver con sus “demonios”. Promediando los sesenta Bergman encontró su refugio cuando fue a vivir a la isla de Fårö en el Báltico. La soledad isleña, los acantilados y la tranquilidad de un mar casi cerrado se convirtieron en el lugar elegido por el cineasta para vivir hasta el día de su muerte. Allí trasladó gran parte de sus estudios e incluso hizo construir una sala de cine. Varias películas fueron realizadas en la isla a partir del ’66 cuando hizo Persona.
En Vargtimmen del 68 también rodada en Fårö, el escenario es isleño. Allí Alma (Liv Ullmann) cuenta que cuando llegaron ahí creyendo que no había nadie y que su marido Johan Börg (Max Von Sydow) al encontrar pisadas en el trayecto a su casa, se puso muy mal. Según una nota a Ullmann publicada por el diario noruego ABCNyHeter el pasado 30 de septiembre, ella afirma que el personaje de Von Sydow coincide plenamente con Ingmar. El miedo no era producido por la soledad.

Escribir sobre Ingmar Bergman podría representar muchísimas líneas más, para hacer justicia con su obra. Esto es sólo un escaso aporte para saciar la necesidad de indicar una profunda admiración.

2017/10/16

Entre Syd Barrett y Jimi Hendrix- Mucho más que rock’n’roll

Una aproximación a dos figuras legendarias de un género musical que se salió de los pentagramas para influir y transformar una época.

Promediando la década del ’60 se producía uno de los acontecimientos culturales más importantes de Occidente, el surgimiento del Rock ya no como estilo musical exclusivamente sino como movimiento cultural de masas. El rock aglutinaba así a millones de jóvenes no sólo detrás de un ritmo y una melodía sino principalmente a través de ideas contestatarias que expresaban un profundo cambio estético en lo social. Si bien emergió en Inglaterra y tuvo un gran desarrollo en los Estados Unidos, es importante señalar que en un país alejado como la Argentina tuvo un desembarco prematuro, casi simultáneo, y un desarrollo considerable. Por esa razón es importante no descuidar la impronta que el rock generaba por ese entonces.
El rock and roll como género musical había aparecido en la década del ’50, con figuras de la talla de Elvis Presley, Little Richard, Chuck Berry o Bill Haley entre muchos otros; pero lo que iría a surgir en los ’60 no sería una simple continuación de ello, sino principalmente una ruptura conceptual adoptada por jóvenes blancos de clase media que además de asumir una posición contracultural y alternativa a lo existente, se disponían a indagar en las raíces de la música afroamericana, principalmente el blues y el rhythm and blues para darles una nueva versión propia a los años en curso.  En esta nota abordaremos a dos íconos de aquel tiempo.

Syd Barrett, el diamante loco

El destino de convertirse en mito, desde Robert Johnson en adelante, parecía que tenía que ser la muerte prematura. Ese rasgo marcó a las grandes leyendas del rock, que fallecieron igual que el mítico y legendario guitarrista de blues, a los 27 años. El camino de Syd Barrett fue diferente; fue desaparecer, recluirse y que se pierda todo rastro de él. Barrett falleció en 2006, cuando tenía 60 años, pero desde hacía más de tres décadas ya era un mito viviente. Nadie sabía ni dónde estaba, ni qué hacía, y aunque estuviera vivo, para casi todos ya era parte del pasado.
En Shine on You Crazy Diamond, tema del álbum Wish You Were Here (1975) de Pink Floyd, Roger Waters, lo invocaba, pidiendo que el loco diamante vuelva a brillar como lo había hecho tiempo atrás y que, tal vez por haber encontrado al secreto demasiado pronto, o haber quedado atrapado en el fuego cruzado entre la niñez y la fama, esto le haya dejado en sus ojos una mirada que parecieran dos agujeros negros en el cielo…
El grupo ensayaba la grabación del álbum señalado cuando de repente un intruso se precipitó dentro de los estudios de Abbey Road, con una guitarra en sus manos como para grabar también su parte. Todos se preguntaron quién era esta persona con la cabeza y las cejas afeitadas, y bastante obesa. David Gilmour quien fuera compañero del secundario, después de mirarlo varias veces, supo que Syd estaba ahí, demasiado cambiado en su figura, pero llegado casi como si lo hubieran llamado. No grabó, ya que su parte ya estaba hecha. Ese mismo día Gilmour contraía matrimonio y en la fiesta de boda que se realizaría en el bar de la compañía EMI, fue cuando todos los integrantes de Pink Floyd lo vieron por última vez, tras perderse el loco diamante entre la multitud. Esto sucedía en 1975.
Desde 1964 Roger Waters, Rick Wright, Nick Mason y Bob Klose, ya eran parte de un agrupamiento musical que fue mutando su nombre, hasta que se incorporó un nuevo integrante: Syd Barrett, y si bien ellos por ese tiempo se llamaban Tea Set, el nuevo integrante además de darle el estilo psicodélico característico, rebautizaría al grupo con el nombre The Pink Floyd Sound. Este nuevo nombre vale la pena precisar de dónde provenía. Los sonidos de Pink y de Floyd evocaban el nombre de dos viejos negros bluseros, que seguramente cuando murieron, ni supieron que habían entrado en la historia del rock, es decir en la narrativa de la versión blanca del rhythm and blues. Pink Anderson había nacido en Carolina del Sur, en 1900, y tras una vida de bluesmen, falleció en 1974 en la miseria, subsistiendo como músico en las tabernas, mientras que Floyd Council nacido en Carolina del Norte en 1911 fue otro guitarrista de blues que desde finales de los ’60 a partir de un derrame cerebral no pudo seguir su actividad, y falleció en 1976. Cuando ambos murieron Syd hacía varios años que ya había desaparecido de escena, y es probable que nunca los haya conocido más que por el texto escrito en la tapa de un disco de Blind Boy Fuller de 1962, en el cual decía: “Curley Weaver y Fred McMullen, (…) Pink Anderson o Floyd Council – estos eran algunos entre los muchos cantantes de blues que podían escucharse en las onduladas colinas de Piedmont, o serpenteando con los arroyos entre los arbolados valles”.
Cuenta la historia que Syd durante su largo retiro vivió casi encerrado en la casa de sus padres y que allá por los ’90 cuando una periodista especializada pudo ubicar su paradero intentó realizarle una entrevista. La madre de Barrett se opuso diciendo que su hijo estaba enfermo. A pesar de ello la periodista pudo cruzar pocas palabras con Syd, quien le dijo que nunca había conocido algo que se llamara Pink Floyd.
Jimi Hendrix, la guitarra mágica

El rock progresivo, ése que llevaría toda la impronta de construir nuevos sonidos, a partir de la explosión tecnológica, y que tendría un contraste y equilibrio importante entre los diferentes instrumentos musicales, sin dudas es el resultado del desarrollo del sonido electrónico y de toda la tecnología propia al tiempo de su irrupción. Pero, por qué a un instrumento o a un conjunto de ellos, habría que hacerle emerger sonidos, que de por sí, no estaban contemplados en lo que se refiere a lo estrictamente pentagramático. Tal vez eso sea una respuesta al porqué de la existencia e invención de diferentes instrumentos, en tiempos en los que la tecnología no era avanzada, pero el interrogante se vuelve interesante cuando los diferentes sonidos, necesariamente tendrían que salir de un mismo instrumento, como si desde un solo sitio debieran irradiarse todas las variaciones posibles. La respuesta sin dudas no es obvia, pero responder aunque sea algo de ella sería comprender mínimamente  el surgimiento de un Jimi Hendrix.
Ya en los primeros tiempos del blues, tanto Robert Johnson como Elmore James, intentaron extraer sonidos de la guitarra, no previstos. Fue así el surgimiento del slide y el bottleneck, la utilización del cuello de una botella para que se desplace por encima de las cuerdas para generar un sonido indeterminado, pero cargado de significación. Eso podría casi considerarse como la invención de instrumentos complementarios para un instrumento principal. Sin este antecedente, es impensable la explosión sonora Hendrix. La tecnología es parte del desarrollo de las fuerzas productivas, y solamente tiene validez si como correlato existe  el desarrollo y el surgimiento de un sujeto, que sea capaz de producir con esa nueva tecnología. Porque claro, las máquinas solas no funcionan, y mucho menos si se trata de generar con ellas una estética o un arte.

2017/10/06

Introducción a la “Grieta”

La denominada “Grieta” en nada favorece a los sectores populares ni a la oposición política. Es el montaje de un escenario imaginario para encubrir la realidad social.

Por Osvaldo Drozd*

Mientras algunos intentan descifrar si el macrismo ha logrado construir una hegemonía o no, o en todo caso saber si está en camino de lograrlo, -cosa que sería de gran importancia para los sectores populares, pues saberlo permitiría diseñar de manera más precisa una política propia- no se debieran obviar algunas aristas que hacen a la cuestión. Una es la falta de caracterización rigurosa de qué es la famosa “Grieta”, y otra el lugar de la denominada “Clase media” en dicho asunto. En esta nota intentaremos abordar ese istmo llamado “grieta”.

Si un sector de la sociedad se planteara verdaderamente una estrategia orgánica de poder no podría prolongar una “Grieta” indefinidamente. La utilización desmedida que hace el macrismo de ella muestra a las claras que su acción no va encaminada a construir una hegemonía sino a producir un brutal saqueo, una profundización de sus negocios corporativos mientras produce un incremento de coacción y represión sobre los sectores más vulnerables. Todo ello haciendo promoción de su gestión gubernamental a través de un montaje mediático casi pornográfico. Las luchas contra la inseguridad, el narcotráfico, la pobreza, son productos intangibles que no dejan de promocionar pero que nadie percibe con certeza. Allí es donde la “Grieta” les es muy útil.  Como bien señalara el economista Jorge Beistein “No se trata del retorno del viejo neoliberalismo de los años 1990 ni mucho menos de una imitación del régimen oligárquico de fines del siglo XIX, sino de la tentativa de instauración de un sistema mafioso parasitando sobre una población desarticulada albergando grandes espacios de marginalidad y superexplotación laboral, realizando un saqueo sin precedentes de recursos naturales. En esa dirección se van imponiendo los instrumentos esenciales del régimen dictatorial: control completo de los medios de comunicación, reconversión integral del sistema de seguridad como apéndice del de los Estados Unidos, implantación de mecanismos de destrucción económica y social a gran escala, despliegues mediático-judiciales tendientes a extirpar a las oposiciones que no se subordinen al nuevo régimen” (1).

La denominada Grieta no deja de ser una invención de los medios hegemónicos y equipos de marketing político. Implica un escenario desfavorable para los sectores populares. Allí no se debaten sus intereses en lo más mínimo. Esos intereses no entran en el temario de la Grieta.

El gobierno tras las Paso de agosto, saludó el hecho de que no se haya votado con el bolsillo. Hay que considerar al respecto que los temas económicos no llegaron a la Grieta, no debieran llegar. Los popes mediáticos eso no hablan de este aspecto. El principal tema es la corrupción y las causas judiciales: “la que se robaron”, “el traje a rayas que les espera” y como contrapartida “el cambio”, “el decir siempre la verdad”, el “sueño que vos podés hacer realidad” y un conjunto de enunciados que siempre apuntan a una salida fantástica e individual. “El sujeto social del macrismo es el individuo” dijo el gurú del gobierno Alejandro Rozitchner. El macrismo sólo es posible ante una seria desarticulación del tejido social y una rotura sistemática de las potencialidades de movilización.

En la entrevista que Cristina Kirchner le diera a Infobae, la ex mandataria aseguró que la grieta existió siempre y que la misma es la confrontación entre dos modelos de país que cohabitan la Argentina. Si bien eso es verdad habría que señalar que la denominada Grieta no coincide con ese enfrentamiento histórico, aunque de alguna forma se apoye en él. Más bien -en lo concerniente a la grieta- se trata de una cierta futbolización de la concurrencia política como si se tratara de un duelo de hinchadas. Si bien la Grieta se produce por enfrentamientos profundamente ideológicos, éstos se dan de manera sumamente grotesca y atraviesan todos los estratos sociales. No son patrimonio exclusivo de ciertas clases acomodadas o marginadas. No es que de un lado están los trabajadores y del otro la oligarquía. La Grieta no deja de ser el resultado de la apelación permanente de los medios para tomar partido sobre ella y su exacerbación morbosa a través de las redes sociales en las que un ejército de trolls lleva adelante la propaganda “políticamente incorrecta“ del gobierno. Si éste se cuida de no derrapar, de ser políticamente correcto, sus seguidores muestran honestidad brutal. En la Grieta no se dirimen fundamentos ni argumentaciones. Se decía que “El amor vence al odio”, en la Grieta prima el odio.

La Grieta es asimétrica y la encabezan los Lanata, Majul, Novaresio, TN, Intratables, etc. No se puede decir que le sirva a alguien que no sea el propio gobierno que se legitima con la Pesada Herencia y la Grieta, ya que otra cosa no puede mostrar más que ser lo opuesto de lo que gobernó antes que él. Afirman que hacen lo que los anteriores no hicieron, aunque lo que dicen hacer es siempre una cortina de humo. La construcción mediática de acontecimientos inexistentes es abrumadora en lo que va de gobierno macrista. Desde la supuesta lucha contra el narcotráfico y “las mafias”, pasando por la judicialización de la política, hasta la provocación de disturbios en las movilizaciones utilizando infiltrados. Lo pueden hacer porque cuentan con la cobertura mediática, las fuerzas de seguridad y la Justicia de su lado.

Una estrategia orgánica de poder al servicio de los sectores populares debiera enterrar la Grieta y poner el acento en ganar a la más amplia mayoría social. De otra forma imperará la barbarie.

Berisso, 27 de septiembre de 2017

*Periodista

Referencias:


Jorge Beistein- Argentina después del golpe blando. La marcha apresurada del capitalismo mafioso- 3/4/2016 http://beinstein.lahaine.org/b2-img/Beinstein_Argentina_abril_2016.pdf

2017/10/05

“De las cosas que pueden ponerse en duda”



“De las cosas que pueden ponerse en duda” es el título de la primera meditación cartesiana. Un texto que uno releyó en diferentes tiempos porque sin dudas marca. Lo que hoy puedo decir es que el límite que separa lo que puede ponerse en duda y lo que ofrece certeza podría compararse a esas fronteras que las guerras violentaron permanentemente.