2025/12/24

Ciencia y psicoanálisis I

 Lo que hoy prolifera no es una modestia epistemológica sino una retirada defensiva.

Decir “el psicoanálisis no es una ciencia” suele funcionar menos como tesis rigurosa que como coartada: una forma de sustraerse a la exigencia de conceptualización, de formalización y de contraste con lo real. Y en ese gesto, paradójicamente, el análisis se desliza hacia aquello que dice evitar: la sugestión, la autoridad carismática, la magia blanda.

El planteo puede ordenarse así —sin forzarlo:

  1. Clínica no es lo contrario de ciencia
    La medicina no es una ciencia “pura”: es un abordaje clínico de realidades que sí son científicas (biología, fisiología, bioquímica).
    Nadie concluye de eso que la medicina sea magia. Al contrario: su potencia depende de cuánto logra articularse con esas ciencias.

  2. El psicoanálisis ocupa una posición análoga
    El inconsciente, la pulsión, los procesos primarios, el trabajo del sueño no son metáforas literarias.
    Son conceptos operatorios, construidos para dar cuenta de regularidades, transformaciones, efectos verificables en la clínica.
    Eso es exactamente lo que hace una arquitectura científica: construir objetos teóricos donde antes no los había.

  3. Sigmund Freud no hereda un marco: lo produce
    Freud no aplica una teoría previa: inventa un método y, forzado por ese método, produce los conceptos.
    Procesos primarios, represión, pulsión, transferencia: no surgen de especulación libre, sino de una coacción de lo real clínico.
    Eso es ciencia en su momento naciente, no en su versión escolarizada.

  4. “De lo particular a lo particular” no invalida cientificidad
    La singularidad del caso no elimina la estructura.
    En psicoanálisis, como en biología evolutiva o en geología histórica, la ley no borra la singularidad: la atraviesa.
    La ciencia no es sólo predicción estadística; también es inteligibilidad de procesos.

  5. El verdadero riesgo
    Cuando se renuncia a la cientificidad del psicoanálisis, no se lo vuelve más humilde:
    se lo vuelve irresponsable.
    Sin exigencia conceptual, el analista queda autorizado a decir cualquier cosa —y eso sí es magia.

Dicho en una frase:

Negar la cientificidad del psicoanálisis no lo protege: lo degrada.
Lo despega de lo real que lo fundó y lo entrega a la creencia.

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