Marx no
escatimaba hacer referencia a alguna metáfora para dar cuenta de la realidad,
ya sea aquella en la cual se van produciendo los cambios, como en la cual es
posible volver a practicar concretamente la transformación. Una de las
principales metáforas esbozadas por el genio de Tréveris fue la del viejo topo. Ese incansable y proletario
roedor, es aquel que durante la mayor cantidad de su tiempo, trabaja subterráneamente
para mover inquietantemente la tierra que está por encima. El trabajo del topo
es sin duda gris, es una tarea sin reconocimientos más que la que podría
devenir de un futuro en el cual se produjeron los cambios soñados. Pero habría
coyunturas históricas en las cuales ese incansable topo, podría despertar y
lograr una visibilidad inaudita. Esos son los tiempos de la Revolución. En un
incomparable film como Novecento, el
topo intenta salir de la tierra, pero se queda ahí. El fascismo estaba presente
aún. El topo es la figura de ese elemento emergente -vaya a saber por qué causa-,
de aquel que se pasa la vida bregando por transformar lo dado por algo que sea mejor
no sólo para él sino para el resto, y no por una cuestión religiosa sino porque
está convencido de que es así. Nada justifica eso sino esa actitud. Esa lucha…
En la historia de
la lucha de clases proletaria, el topo es ese que labura sin descanso en lo
gris de la cotidianeidad, e intenta transformar lo espontáneo. Ese topo no
tiene lugar en la heroicidad burguesa, tampoco en la cristiana que convirtió al
caído en hijo del creador. El topo es invisible, ya sea porque labura subterráneamente
o porque se confunde con el conjunto.
En una letra de
la banda de rock Divididos que lleva
el nombre de Vida de Topos, aparece
una reflexión que podría superar largamente la esbozada por los intelectuales
que se refirieron a ello. Le dice ahí Ricardo Mollo al Topo que no despierte
más, que su eternidad es no despertar, mejor dicho que su eternidad es ese
trabajo de zapa subterráneo. Ese laburo que carcome las neuronas anquilosadas
por el sentido común. El Topo no es más que ese Otro que nos recuerda que en la
sociedad que vivimos hay algo que no funciona y que podemos cambiarlo. Nos lo
recuerda mientras labura por abajo, sin que siquiera sepamos que ese roedor
anda por ahí….
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