2015/02/21

Sentido común y espontaneidad. Del iluminismo a la tarea gris

Según Gramsci el sentido común es una concepción disgregada, fragmentaria. A pesar de ello el sentido común es el lugar donde se asienta la hegemonía. En Gramsci es posible encontrar dos vetas principales, a saber, una de tipo filosófico o de reflexión sobre los métodos conceptuales del marxismo, y otra que es profundamente política, o más precisamente de teoría de la política. La noción de sentido común es esbozada principalmente en el lugar de la reflexión sobre la filosofía. Pero como un profundo autor marxista que nunca pierde la visión de la totalidad, aunque aborde las particularidades, Gramsci no deja de lado al sentido común en sus elaboraciones sobre teoría política. En “Espontaneidad y dirección consciente” de 1931, Gramsci encuadra al sentido común dentro de lo que Lenin había designado como lo espontáneo. El autor señala que no existe la espontaneidad pura, ya que de esa forma ella coincidiría con la mecanicidad pura, y que en el movimiento más espontáneo no es que no haya elementos de dirección conscientes sino que los mismos son incontrolables, no han dejado documentos identificables. A su vez afirmaba que en la espontaneidad se da una multiplicidad de elementos de dirección consciente que no sobrepasan el nivel del sentido común imperante, ya que a su vez ninguno de ellos alcanza a constituirse en preponderante.

Tal vez la oposición leninista entre lo espontáneo y lo consciente debiera ser reformulada. No por sus implicancias políticas sino principalmente por las derivaciones semánticas a las que condujeron interpretaciones alejadas de la práctica. Tanto Lenin como Gramsci sabían a qué se referían con esa diferencia pues la efectivizaron en prácticas revolucionarias. El problema es suponer que la conciencia es un estado superior escindido de la acción espontánea de las masas. Concretamente se podría afirmar que no es otra ideología la que irrumpe sorpresivamente en los trabajadores en oposición a otra anterior, considerada como ideología de las clases opresoras. Un nuevo sentido común no surge ex nihilo sino a partir del trabajo cotidiano sobre el sentido común imperante. La conciencia denominada revolucionaria no irrumpe como los rayos del sol iluminando la oscura espontaneidad, sino que también es un trabajo gris de dotar a los trabajadores de instrumentos que les permitan construir otra perspectiva de la realidad. Lo denominado consciente debiera ser lo elaborado, lo trabajado, lo instrumentado, mientras que su opuesto, lo espontáneo lo que nos viene dado, sin ninguna objeción o crítica y reproduce al sentido común. Si en lo consciente tendría que prevalecer lo instrumentado, necesariamente se opondría a la instrumentalización, como una de las artimañas políticas de utilización de lo espontáneo para fines ajenos. 

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