Según Gramsci el
sentido común es una concepción disgregada, fragmentaria. A pesar de ello el
sentido común es el lugar donde se asienta la hegemonía. En Gramsci es posible
encontrar dos vetas principales, a saber, una de tipo filosófico o de reflexión
sobre los métodos conceptuales del marxismo, y otra que es profundamente
política, o más precisamente de teoría de la política. La noción de sentido
común es esbozada principalmente en el lugar de la reflexión sobre la filosofía.
Pero como un profundo autor marxista que nunca pierde la visión de la
totalidad, aunque aborde las particularidades, Gramsci no deja de lado al
sentido común en sus elaboraciones sobre teoría política. En “Espontaneidad y
dirección consciente” de 1931, Gramsci encuadra al sentido común dentro de lo
que Lenin había designado como lo espontáneo. El autor señala que no existe la
espontaneidad pura, ya que de esa forma ella coincidiría con la mecanicidad
pura, y que en el movimiento más espontáneo no es que no haya elementos de
dirección conscientes sino que los mismos son incontrolables, no han dejado
documentos identificables. A su vez afirmaba que en la espontaneidad se da una
multiplicidad de elementos de dirección consciente que no sobrepasan el nivel
del sentido común imperante, ya que a su vez ninguno de ellos alcanza a
constituirse en preponderante.
Tal vez la
oposición leninista entre lo espontáneo y lo consciente debiera ser
reformulada. No por sus implicancias políticas sino principalmente por las
derivaciones semánticas a las que condujeron interpretaciones alejadas de la práctica.
Tanto Lenin como Gramsci sabían a qué se referían con esa diferencia pues la
efectivizaron en prácticas revolucionarias. El problema es suponer que la
conciencia es un estado superior escindido de la acción espontánea de las
masas. Concretamente se podría afirmar que no es otra ideología la que irrumpe sorpresivamente
en los trabajadores en oposición a otra anterior, considerada como ideología de
las clases opresoras. Un nuevo sentido común no surge ex nihilo sino a partir del trabajo cotidiano sobre el sentido
común imperante. La conciencia denominada revolucionaria no irrumpe como los
rayos del sol iluminando la oscura espontaneidad, sino que también es un
trabajo gris de dotar a los trabajadores de instrumentos que les permitan
construir otra perspectiva de la realidad. Lo denominado consciente debiera ser
lo elaborado, lo trabajado, lo instrumentado, mientras que su opuesto, lo espontáneo
lo que nos viene dado, sin ninguna objeción o crítica y reproduce al sentido
común. Si en lo consciente tendría que prevalecer lo instrumentado,
necesariamente se opondría a la instrumentalización, como una de las artimañas
políticas de utilización de lo espontáneo para fines ajenos.
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