Los procesos
políticos sean del color que sean, nunca conservan la misma direccionalidad ni
intención. Sólo una dirección muy aceitada, es decir con una masa crítica como
base que le permita revertir tensiones o elementos inerciales, o modificar
tendencias en el momento de mayor necesidad podría atenuar los vaivenes y declives. En
la Argentina excluyendo el proceso de desmantelamiento del Estado,
privatizaciones y entrega del patrimonio llevado adelante por Menem en el
primer lustro de los noventa, éste pudo llevarse de acuerdo a un rumbo de dirección
cuasi militar. Había un sentido común que lo convalidaba, pero, a partir de la
mitad de la década comenzaría a profundizarse una resistencia que lo iría a desgastar
facilitando la llegada de la Alianza al gobierno en el ’99. Ya en las
elecciones de medio término del ’97 se avizoraba eso. Aún no existe un balance
crítico del porqué, desde esa resistencia no se pudo generar una alternativa
que no hubiera sido un rejunte con el radicalismo a la cabeza. Mucho menos de
por qué ese gobierno no cumpliría más que medio mandato. Es probable que el
armado de la Alianza y esa fragilidad para gobernar no sean más que las dos
caras de una misma moneda. Y que el Establishment haya sido el principal
mentor, aunque una gran parte del progresismo de entonces se haya ilusionado
con ello. La salida prematura de Carlos “Chacho” Álvarez de la vicepresidencia
era todo un indicador de la labilidad de dicha fuerza.
Tras 12 años de
kirchnerismo es posible avizorar que no siempre se dio un ritmo parejo de
construcción y movilización. La gestión en muchos momentos -principalmente en
los primeros años- daba la sensación de ser bastante pragmática. Tras el
conflicto con las patronales del campo y con el impulso de la ley de medios, el
gobierno logró que la fuerza que lo sostenía se recomponga, tanto por la
negativa (con la salida de sectores retrógrados del peronismo) como por la
positiva con la llegada de sectores ubicadas a la izquierda, el nacimiento de nuevos
medios, y el surgimiento de nuevas organizaciones no ancladas en el peronismo
tradicional. Evidentemente estamos desarrollando un trazo muy grueso de lo acontecido
en los últimos años. Para quien escribe el 2010 (y no exclusivamente por el
fallecimiento del ex presidente Néstor Kirchner) fue el gran año del
kirchnerismo, el de más despliegue y movilización, que culminaría un año
después con el altisonante 54 %.
El año 2012 era
de escenario abierto. O el kirchnerismo se consolidaba en una fuerza política
diferente al PJ o sucumbía. La posibilidad de desarrollo de Unidos y
Organizados era una apuesta singular. No se dio. La posibilidad concreta de
llevar adelante un proceso constituyente para reformar la Constitución como en
los países bolivarianos, era otra posibilidad. Tampoco se dio. La
nacionalización de YPF ese año podía ser la punta del iceberg para profundizar
una estructura económico- social diferenciada a los peores tiempos de la
dependencia. La presidenta había planteado un año antes la industrialización de
la ruralidad, cosa que hubiera revertido la primarización. El kirchnerismo que llega
a 2015 no es igual al de 2010 (por dar un ejemplo). Si la cuestión Nisman
resulta uno de los engranajes de la puesta en marcha de un “golpe blando”, en
primer lugar habría que señalar que eso se produce por debilidad. Que después
de 12 años de gestión el kirchnerismo tenga como posible heredero al gobernador
Daniel Scioli, tal vez sea una señal de mayor debilidad aún.
La cuestión
planteada exige un desarrollo que sea lo más exhaustivo posible, sin invalidar
ni obviar datos de la realidad de los últimos años. Para quien escribe el año
2013 fue clave para llegar a esta configuración actual. Desde las negociaciones
secretas entre Sergio Massa y Daniel Scioli a la elección de Martín Insaurralde
como primer candidato del Frente para la Victoria, se produjo un cierto golpe
de timón, que para muchos pasó desapercibido. Desde ese momento las
perspectivas planteadas los años anteriores parecieran haber caído en saco
roto, y el gobernador bonaerense empezar a aparecer como el candidato natural
de la sucesión. Volveremos sobre este
tema…
1 comentario:
Acuerdos y desacuerdos. Scioli no es una figura que me atraiga, aunque lo respeto. Me hubieran gustado medidas profundizadoras como las que sugerís, pero creo que se hizo lo que se pudo en un contexto generalmente muy adverso. Seguramente hubo errores... todos cometemos errores. El caso Insaurralde es un error claro. Pero no me parece que haya habido grandes oportunidades desaprovechadas. No se hizo lo que no se pudo hacer, me parece.
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