El Che, Lenin, y Mao |
Mucho se habla
sobre la necesidad para el cambio social, de construir un nuevo sentido común.
Es verdad, es una proposición valedera si se la toma solamente en su primer
enunciado, incluso desglosando el porqué de esa necesidad. El problema es que
si no se plantea el cómo, la propuesta resulta abstracta, y cercana al
idealismo. Queda sólo como una expresión de deseos, y se acerca así a la
crítica que Marx realizaba en la 3ra Tesis sobre Feuerbach, sobre el
determinismo de la educación y las circunstancias, sin tener en cuenta que a
las circunstancias es el sujeto quien las cambia, y que el educador antes debe
haberse educado. El determinismo economicista que esbozaba Stalin, y que fuera
constitutivo del desarrollo del socialismo en la ex URSS, cae en el mismo
vicio, es decir en suponer un futuro más propicio, solamente por el desarrollo
de una tendencia natural del flujo histórico. Plantear un nuevo sentido común,
sin siquiera esbozar el cómo, resulta así como un resultado tendencial,
subordinado a otras luchas, por ejemplo la política. Esto no deja de marcar una
cierta raigambre ideológica, que supone que todo lo ideológico es el reflejo de
las principales prácticas de la sociedad. La productiva y luego la política,
sin advertir que es el mismo sentido común imperante el que sobredetermina a
esas prácticas, condicionándolas. Hay sin dudas, una política convalidada por
el sentido común. Pensar que desde esa práctica es posible construir un nuevo
sentido común, es girar en redondo, y reproducir la inercia.
Construir un
nuevo sentido común, es una práctica que tanto Lenin, Mao o el Che, llevaron
adelante sin haber dejado más que indicaciones de cómo hacerlo. Volveremos
sobre esto…
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