Presidentes Barack Obama y Juan Manuel Santos |
Revelar en dos páginas y media, el accionar de la CIA en Colombia, como lo hiciera The Washington Post el pasado domingo –un día en que el diario tiene muchos más lectores que una jornada normal–, sin dudas no es un hecho aislado ni carente de significación. Si bien la Agencia Central de Inteligencia estadounidense siempre mantuvo operaciones en diversos lugares del planeta, actualmente no tiene permitido por el Congreso de su país el intervenir en Colombia, por ejemplo, y mucho menos ser –según decía el matutino–, la causante de la muerte de una cantidad importante de líderes de la guerrilla de las FARC, entre ellos Raúl Reyes, quien cayera asesinado el 1º de marzo de 2008 en tierras ecuatorianas. Pero la lectura de la nota, además, deja la impresión de que la CIA es capaz de actuar impunemente no sólo en Colombia sino en el resto del planeta con una sofistificación que hubiera sorprendido a cualquier escritor de ciencia ficción hace 50 años atrás, y que a cualquier ciudadano de a pie lo deja situado en el más crudo desamparo, ante la omnipotencia del accionar de la central de Inteligencia estadounidense. El Washington Post, si bien enfoca el accionar de la CIA en Colombia no deja de advertir su accionar en cualquier sitio en donde haya “terroristas” a batir, o narcotraficantes, y por eso especifica que también actúa en México contra los carteles de la droga, en donde la asistencia de inteligencia de Estados Unidos es mayor que en cualquier lugar del mundo por fuera de Afganistán. También incluye a América Central y África Occidental, en donde precisa elPost que las rutas de tráfico se han movido en respuesta a la presión de Estados Unidos contra los carteles en otros lugares.
Según cuenta el matutino estadounidense, la ayuda secreta de Washington al país suramericano se da casi en forma simultánea a la implementación del denominado Plan Colombia, que comenzara en el 2000, tras las fallidas negociaciones entre el gobierno del por entonces presidente de Colombia Andrés Pastrana y las FARC, cuando para ello se había desmilitarizado la región del Caguán, una zona equivalente en extensión “al territorio de Suiza” dice el Post, asegurando que lejos de asegurar el objetivo pacificador, todo ello envalentonó a la guerrilla que por ese entonces contaba con una fuerza de 18 mil hombres, haciéndola pasar a la ofensiva dando de baja a líderes políticos colombianos. “Fueron asesinados funcionarios electos locales. Se secuestró a un candidato presidencial (Ingrid Betancourt) y se intentó matar a un presidenciable favorito, de línea dura, Álvaro Uribe, a cuyo padre las FARC habían asesinado en 1983”, dice el informe periodístico. Si bien se consigna que la ayuda estadounidense se incrementó a partir del 11 de septiembre de 2001, a partir de contar como justificativo la guerra contra el terrorismo; el Post señala que ésta consistía principalmente en un puñado de iniciativas de inteligencia, a partir de pequeños pero eficaces programas de acción que además tenían lugar en todos aquellos países en los cuales los carteles del narcotráfico generaban inestabilidad política. La intervención concreta y encubierta de la CIA en Colombia, si bien se inició en 2000, se reinició con mayor fuerza en 2003 como una decisión del por entonces presidente George W. Bush. Cuando éste último llegó a la presidencia había dos conclusiones presidenciales que permitían el accionar encubierto por fuera de las fronteras estadounidenses: uno era la lucha contra cualquier foco terrorista, y otra, convalidada en los ochenta por el presidente Ronald Reagan, autorizando el combate contra los narcotraficantes internacionales. Todos los datos e información que brinda el diario, dicen partir de múltiples entrevistas realizadas con funcionarios que se mantuvieron en el anonimato, ya que el programa aún sigue vigente, y el actual presidente Barack Obama le dio continuidad desde su asunción en 2009. La asistencia secreta consiste además en servicios de espionaje a través de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) y es financiada a partir de un presupuesto negro consistente en 9 billones de dólares, que no son parte de ninguna información pública y que se acreditan en forma separada al dinero que insume sostener el Plan Colombia. Desde que la guerrilla de las FARC fue clasificada como “terrorista”, le dijo un funcionario de alto rango al diario que, financiar un presupuesto negro resulta mucho más fácil, ya que “recibimos dinero de muchas y diferentes ollas”. Para el año 2003, la participación de los Estados Unidos en Colombia implicaba tener allí 40 agencias que contenían a 4.500 empleados sin contar a los contratistas, todos ellos por fuera de la Embajada que por ese entonces era la más grande que el país del norte tenía en el mundo, siendo superada en 2004 por la Embajada estadounidense en Afganistán. Citado por el Post, William Wood, embajador estadounidense en Colombia entre 2003 y 2007, dijo que “salvo Afganistán, no había ningún otro país en el mundo en donde tuvieran más tareas por hacer”.
El 13 de febrero de 2003, un avión Cessna 208 se estrello en la selva por acción de las FARC, y de los cinco tripulantes, dice The Post, fueron ejecutados el oficial colombiano que piloteaba la nave y uno de los 4 contratistas norteamericanos, mientras que los otros tres fueron retenidos por la guerrilla. Vale recordar que éstos fueron liberados por el ejército colombiano en la Operación Jaque realizada en julio de 2008, junto a la ex candidata presidencial Ingrid Betancourt, y otros 12 rehenes. Según dice en el extenso informe, a partir de ese momento el presidente Bush, apoyándose en el director de la CIA George Telnet, se decidió a dar inicio en Colombia a la búsqueda de los tres contratistas. A pesar de que la CIA concentraba en ese momento todo su accionar en Irak y Afganistán se decidió conformar un especial y sofisticado bunker en Colombia, equivalente al que se utilizaba para el combate contra Al-Qaeda, le dijo al Post un ex alto funcionario de inteligencia que había estado involucrado en las discusiones.
El propósito de la acción encubierta de la CIA en Colombia, según afirman, proporciona dos servicios esenciales al combate que ese país lleva adelante contra las FARC y al pequeño grupo insurgente Ejército de Liberación Nacional (ELN): “Inteligencia en tiempo real que permite a las fuerzas colombianas dar individualmente caza a los líderes de las FARC y, a partir de 2006, una herramienta particularmente eficaz con la cual matarlos”, asegura el informe.
Según cuenta el matutino estadounidense, la ayuda secreta de Washington al país suramericano se da casi en forma simultánea a la implementación del denominado Plan Colombia, que comenzara en el 2000, tras las fallidas negociaciones entre el gobierno del por entonces presidente de Colombia Andrés Pastrana y las FARC, cuando para ello se había desmilitarizado la región del Caguán, una zona equivalente en extensión “al territorio de Suiza” dice el Post, asegurando que lejos de asegurar el objetivo pacificador, todo ello envalentonó a la guerrilla que por ese entonces contaba con una fuerza de 18 mil hombres, haciéndola pasar a la ofensiva dando de baja a líderes políticos colombianos. “Fueron asesinados funcionarios electos locales. Se secuestró a un candidato presidencial (Ingrid Betancourt) y se intentó matar a un presidenciable favorito, de línea dura, Álvaro Uribe, a cuyo padre las FARC habían asesinado en 1983”, dice el informe periodístico. Si bien se consigna que la ayuda estadounidense se incrementó a partir del 11 de septiembre de 2001, a partir de contar como justificativo la guerra contra el terrorismo; el Post señala que ésta consistía principalmente en un puñado de iniciativas de inteligencia, a partir de pequeños pero eficaces programas de acción que además tenían lugar en todos aquellos países en los cuales los carteles del narcotráfico generaban inestabilidad política. La intervención concreta y encubierta de la CIA en Colombia, si bien se inició en 2000, se reinició con mayor fuerza en 2003 como una decisión del por entonces presidente George W. Bush. Cuando éste último llegó a la presidencia había dos conclusiones presidenciales que permitían el accionar encubierto por fuera de las fronteras estadounidenses: uno era la lucha contra cualquier foco terrorista, y otra, convalidada en los ochenta por el presidente Ronald Reagan, autorizando el combate contra los narcotraficantes internacionales. Todos los datos e información que brinda el diario, dicen partir de múltiples entrevistas realizadas con funcionarios que se mantuvieron en el anonimato, ya que el programa aún sigue vigente, y el actual presidente Barack Obama le dio continuidad desde su asunción en 2009. La asistencia secreta consiste además en servicios de espionaje a través de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) y es financiada a partir de un presupuesto negro consistente en 9 billones de dólares, que no son parte de ninguna información pública y que se acreditan en forma separada al dinero que insume sostener el Plan Colombia. Desde que la guerrilla de las FARC fue clasificada como “terrorista”, le dijo un funcionario de alto rango al diario que, financiar un presupuesto negro resulta mucho más fácil, ya que “recibimos dinero de muchas y diferentes ollas”. Para el año 2003, la participación de los Estados Unidos en Colombia implicaba tener allí 40 agencias que contenían a 4.500 empleados sin contar a los contratistas, todos ellos por fuera de la Embajada que por ese entonces era la más grande que el país del norte tenía en el mundo, siendo superada en 2004 por la Embajada estadounidense en Afganistán. Citado por el Post, William Wood, embajador estadounidense en Colombia entre 2003 y 2007, dijo que “salvo Afganistán, no había ningún otro país en el mundo en donde tuvieran más tareas por hacer”.
El 13 de febrero de 2003, un avión Cessna 208 se estrello en la selva por acción de las FARC, y de los cinco tripulantes, dice The Post, fueron ejecutados el oficial colombiano que piloteaba la nave y uno de los 4 contratistas norteamericanos, mientras que los otros tres fueron retenidos por la guerrilla. Vale recordar que éstos fueron liberados por el ejército colombiano en la Operación Jaque realizada en julio de 2008, junto a la ex candidata presidencial Ingrid Betancourt, y otros 12 rehenes. Según dice en el extenso informe, a partir de ese momento el presidente Bush, apoyándose en el director de la CIA George Telnet, se decidió a dar inicio en Colombia a la búsqueda de los tres contratistas. A pesar de que la CIA concentraba en ese momento todo su accionar en Irak y Afganistán se decidió conformar un especial y sofisticado bunker en Colombia, equivalente al que se utilizaba para el combate contra Al-Qaeda, le dijo al Post un ex alto funcionario de inteligencia que había estado involucrado en las discusiones.
El propósito de la acción encubierta de la CIA en Colombia, según afirman, proporciona dos servicios esenciales al combate que ese país lleva adelante contra las FARC y al pequeño grupo insurgente Ejército de Liberación Nacional (ELN): “Inteligencia en tiempo real que permite a las fuerzas colombianas dar individualmente caza a los líderes de las FARC y, a partir de 2006, una herramienta particularmente eficaz con la cual matarlos”, asegura el informe.
Lethal weapon. Según consigna el informe del matutino, el arma utilizada para dar de baja a los líderes de la guerrilla es un Kit de orientación por sistema de posicionamiento global GPS que transforma una bomba de poca gravedad, en una bomba inteligente de alta precisión. Estas municiones o PGMs guiadas de precisión construidas por Triple Canopy son capaces de matar a una persona en la selva si su ubicación exacta se puede determinar a través de geocoordenadas que se programan en el pequeño cerebro de la computadora de la bomba, mientras que otra de las utilizadas Raytheon Paveway II mejorada es una bomba guiada por láser con una capacidad de guiado también por GPS, que funciona mejor contra objetivos en la espesa selva. Una clave de cifrado que se inserta en el sistema de orientación permite que la computadora de la bomba pueda recibir datos del GPS de uso militar que son los que se utilizan para guiar a una bomba a su objetivo. Pero aunque parezca, esto no es un videojuego ya que las víctimas fueron muy concretas. Eso sí, la Oficina de Asesoría Legal de la Casa Blanca había determinado que matar a los líderes de las FARC no serían considerados como asesinatos, y se los enmarcaría en el mismo análisis jurídico que los Estados Unidos aplicaba para con Al-Qaeda. Matar a un líder de las FARC no sería un asesinato, “porque la organización plantea una amenaza constante para Colombia, como tampoco podría esperarse que ninguno de los comandantes de las FARC se rindieran” razonan desde el diario, agregando “y, como además está considerada una organización de tráfico de drogas, resulta una amenaza a la seguridad nacional de Estados Unidos y eso ya se había resuelto años atrás con la lucha contra el narcotráfico, que fuera un hallazgo de Reagan”.
El 1º de marzo de 2008 las fuerzas armadas de Colombia dieron de baja a dos decenas de guerrilleros y estudiantes de la UNAM, en un campamento que estaba ubicado en la localidad ecuatoriana de Sucumbíos, en la zona fronteriza. Entre los caídos se encontraba el 2 de las FARC Luis Edgar Devia, más conocido como “Raúl Reyes”. La denominada Operación Fénix nunca fue bien aclarada por el gobierno del entonces presidente Álvaro Uribe, ya que según los cálculos los aviones que habrían bombardeado el campamento inevitablemente tendrían que haber violado el espacio aéreo ecuatoriano. De hecho, esta acción trajo consecuencias, ya que tanto Ecuador como Venezuela rompieron de inmediato relaciones diplomáticas con Colombia. Según el informe esbozado por The Washington Post, la operación fue desarrollada desde territorio colombiano con el envío de bombas inteligentes, tras descubrir con precisión las coordenadas en donde se encontraba el campamento. Según también señala el diario estadounidense, el por entonces Ministro de Defensa y actual mandatario Juan Manuel Santos estaba al tanto de todo, y aún prosigue su combate contra la guerrilla con la ayuda de la CIA, aunque desde hace poco más de un año se haya sentado su gobierno a conversar con las FARC en La Habana para encontrar la paz. De hecho, afirma The Post que, durante el gobierno de Santos, cayeron 47 jefes guerrilleros, mientras que durante el de su predecesor Uribe sólo 16.
El 1º de marzo de 2008 las fuerzas armadas de Colombia dieron de baja a dos decenas de guerrilleros y estudiantes de la UNAM, en un campamento que estaba ubicado en la localidad ecuatoriana de Sucumbíos, en la zona fronteriza. Entre los caídos se encontraba el 2 de las FARC Luis Edgar Devia, más conocido como “Raúl Reyes”. La denominada Operación Fénix nunca fue bien aclarada por el gobierno del entonces presidente Álvaro Uribe, ya que según los cálculos los aviones que habrían bombardeado el campamento inevitablemente tendrían que haber violado el espacio aéreo ecuatoriano. De hecho, esta acción trajo consecuencias, ya que tanto Ecuador como Venezuela rompieron de inmediato relaciones diplomáticas con Colombia. Según el informe esbozado por The Washington Post, la operación fue desarrollada desde territorio colombiano con el envío de bombas inteligentes, tras descubrir con precisión las coordenadas en donde se encontraba el campamento. Según también señala el diario estadounidense, el por entonces Ministro de Defensa y actual mandatario Juan Manuel Santos estaba al tanto de todo, y aún prosigue su combate contra la guerrilla con la ayuda de la CIA, aunque desde hace poco más de un año se haya sentado su gobierno a conversar con las FARC en La Habana para encontrar la paz. De hecho, afirma The Post que, durante el gobierno de Santos, cayeron 47 jefes guerrilleros, mientras que durante el de su predecesor Uribe sólo 16.
Repercusiones. El ministro de Defensa de Colombia, Juan Carlos Pinzón, dijo “todo el mundo sabe, aquí no hay nada nuevo, que tenemos una cooperación muy fuerte con Estados Unidos, que esa cooperación es en materia de inteligencia, en operaciones especiales y que la tenemos con otras naciones para que eso sí, sean los soldados (colombianos) los que las realicen “asegurando que dicha cooperación se hizo de forma secreta en un plan diferente al Plan Colombia, que fue diseñado para combatir el narcotráfico”, y recalcó que aunque la CIA sí colaboró en la inteligencia de estas operaciones, fueron las Fuerzas Armadas colombianas quienes las planearon y ejecutaron con total independencia. Por su parte, el ex presidente Uribe escribió el 25 por la noche en su cuenta de Twitter que “bajo mi responsabilidad fueron (los) operativos militares. Con hombres y equipos nuestros. USA ayudó para detectar ubicación de narcosecuestradores”, agregando luego “Operativos militares bajo Mi Responsabilidad permitieron liberar a: Ingrid, Gral. Mendieta, 3 norteamericanos. Muchos colombianos”.
El mandatario ecuatoriano Rafael Correa, también a través de Twitter, pero antes de la Nochebuena, expresó en relación a lo dicho en The Washington Post: “¡Gravísimo! Pero, ¿serán casualidad estas ‘revelaciones’?, ¿O se busca afectar...las relaciones con USA, con Colombia y, sobre todo, el proceso de paz? A estas alturas, ya no creo en ‘casualidades’”, dijo, aseverando que “la extrema derecha colombiana e internacional es capaz de todo. Feliz Navidad, con la paz de las conciencias tranquilas. ¡Los buenos somos más!”.
También se expresó el canciller ecuatoriano Ricardo Patiño: “Hay que andar con pies de plomo frente a estas revelaciones”, dijo, aseverando que su país siempre sospechó que la CIA apoyó a Colombia en el ataque en el que fue abatido el jefe guerrillero Raúl Reyes, por lo que actuará con cautela ante los informes de la prensa estadounidense. No podemos “dejarnos llevar adonde posiblemente nos quieren llevar: a afectar las relaciones con Colombia, incluso con Estados Unidos”, agregó Patiño, y subrayó que ese tipo de revelaciones también podrían ir en la búsqueda de alterar el proceso de paz que lleva a cabo el gobierno colombiano con la guerrilla de las FARC.
El mandatario ecuatoriano Rafael Correa, también a través de Twitter, pero antes de la Nochebuena, expresó en relación a lo dicho en The Washington Post: “¡Gravísimo! Pero, ¿serán casualidad estas ‘revelaciones’?, ¿O se busca afectar...las relaciones con USA, con Colombia y, sobre todo, el proceso de paz? A estas alturas, ya no creo en ‘casualidades’”, dijo, aseverando que “la extrema derecha colombiana e internacional es capaz de todo. Feliz Navidad, con la paz de las conciencias tranquilas. ¡Los buenos somos más!”.
También se expresó el canciller ecuatoriano Ricardo Patiño: “Hay que andar con pies de plomo frente a estas revelaciones”, dijo, aseverando que su país siempre sospechó que la CIA apoyó a Colombia en el ataque en el que fue abatido el jefe guerrillero Raúl Reyes, por lo que actuará con cautela ante los informes de la prensa estadounidense. No podemos “dejarnos llevar adonde posiblemente nos quieren llevar: a afectar las relaciones con Colombia, incluso con Estados Unidos”, agregó Patiño, y subrayó que ese tipo de revelaciones también podrían ir en la búsqueda de alterar el proceso de paz que lleva a cabo el gobierno colombiano con la guerrilla de las FARC.
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