2013/12/20

La política sin filosofía conduce a la inercia

Cuando se necesita dar cuenta de la realidad, para tomar una posición, para tomar partido, pareciera que la filosofía ya no es contada entre las armas fundamentales que tienen la capacidad de aportar elementos para realizar un diagnóstico certero. La posmodernidad desacreditó a la filosofía, la redujo a la reflexión de pequeños fragmentos, o la convirtió en una simple doxa, sin la intención de búsqueda de la episteme. De aquella máxima kantiana de que la filosofía es Kampf (lucha) y que por lo tanto “el filósofo es aquel que piensa contra sí mismo” esto pareciera haberse convertido en el enunciado de argumentaciones complacientes y muchas veces de autojustificación. La abundancia de palabras vacías, lugares comunes, y razonamientos ambiguos lejos de aportar alguna pista para resolver problemas concretos, la mayoría de las veces más que hacerlo, los enturbian. La filosofía no es ciencia, pero tampoco el ejercicio de una práctica no sujeta a rigurosidades propias, ni tampoco ajena a los vaivenes de la realidad histórico material. La filosofía es una herramienta teórica que necesariamente debe intervenir, en las construcciones del saber para delimitar todas aquellas concepciones que se convierten en obstáculos para abordar lo real, impidiendo una acción política transformadora. La práctica política se diferencia de la científica, pero sin ella está condenada a sucumbir en el agujero negro de la inercia, y por ende en el fracaso.

El idealismo filosófico siempre hizo un absoluto de la subjetividad, mientras que un materialismo dogmático privilegió solamente la objetividad, lo tangible, lo concreto. Esta divisoria de aguas es un problema netamente filosófico, y si no se establece correctamente se corre el riesgo de confundir deseos y sentimientos, con perspectivas inexorables. Esta pequeña introducción es solamente un ayuda memoria para que el que escribe, se haga una pregunta netamente política. Cómo se hace para ganar voluntades  para una posición que implique la transformación de la sociedad, en beneficio de las mayorías populares, y que a su vez esa suma se convierta paulatinamente en una fuerza que sea la expresión de una auténtica voluntad política.

En un texto de Lenin de 1919 que se denomina “La elección a la Asamblea Constituyente y la dictadura del proletariado” asombra que el autor afirme que los bolcheviques les hayan arrebatado los campesinos al partido de los eseristas en muy pocas horas. Claro, sin ningún proceso de toma de conciencia de larga data, solamente promulgando un “decreto sobre la tierra”. Los campesinos no dudaron que quienes hasta ese momento los representaban, estaban en desventaja con respecto a una fuerza que muy rápida de reflejos interpretó cuáles eran sus necesidades. El ejemplo pareciera paradigmático y también algo excesivo, pero bien vale para entender que los diferentes sectores sociales, se mueven por intereses concretos. Supongamos que en ese tiempo hubieran existido los grandes medios de comunicación que manipulan, mienten y tergiversan. “Les dieron las tierras, pero en algunos meses se las sacarán” podrían haber dicho y reproducirlo hasta el cansancio. Lo más probable es que muchos hubieran entrado a dudar e incluso a preparase para cuando fueran a perder lo que habían ganado, e incluso comenzar a generar odio contra los bolcheviques.

La realidad, la que sirve de base para que la política sea posible ni es simple manipulación, ni tampoco obtener nada más que beneficios materiales, es mucho más compleja. Ahí se evidencia la falta de una filosofía.  

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