2025/11/05

Malevich: Blanco sobre blanco


 En Blanco sobre blanco (1918), Kazimir Malevich lleva la pintura al límite de su propia desaparición. La obra no presenta una figura ni un fondo, sino la vibración mínima entre ambos: una sinapsis topológica que convierte el acto de ver en un bucle recíproco entre el ojo y la superficie. El blanco no borra, sino que anuda; no representa, sino que produce la continuidad perceptiva del campo visual. El cuadro es un toro de Íris: una luz que se pliega sobre sí para mostrar que lo visible y el acto de mirar son uno solo.

1. No hay figura: hay una diferencia mínima que vibra. Lo que se ve no es el cuadrado ni el fondo, sino la relación entre ambos. 

2. El cuadro es una sinapsis topológica. La mirada oscila entre dos blancos que se rozan sin fundirse. La pintura no representa: produce la zona de contacto entre lo visible y su desaparición. 

3. El espacio se curva. El plano deviene toro de Íris: superficie continua donde cada punto devuelve la mirada a sí misma. El ojo viaja por un bucle de luz, y en ese movimiento descubre que ver es entrar en el circuito de lo que se ve. 

4. Co-vitalidad del mirar. Sin el ojo que vibra, el cuadro es identidad muerta; con él, el blanco respira. La obra y el espectador forman un solo cuerpo perceptivo. 5. El blanco no borra: anuda. En él, lo real no se muestra: se manifiesta en la tensión del límite, en la oscilación entre presencia y desaparición. 6. El cuadro como acto. Blanco sobre blanco es la demostración de que toda percepción es relación: la forma visible de la sinapsis topológica.

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