2025/10/23

Amores perros (y temores)

 


Amores perros (y temores)

 

Hay versos que envejecen como ruinas: no pierden fuerza, pero revelan de qué época vienen.

En “Vencedores vencidos”, canción de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota (1985), aparece uno de ellos:

“Leyendo diarios en un baño turco

empañando Ray Bans, mascando un hueso

tu perro, un perro cruel

con la costumbre de no contentarse con los restos.

¡Ovejero que descansa en manto negro!”

 

En los ‘80, ese “perro cruel” era un ovejero alemán.

No era casual: en la memoria urbana argentina, esa raza estaba asociada a la policía, el control, la represión y el miedo organizado del Estado.

Un simple perro podía condensar una escena política entera: botas, patrulleros, allanamientos.

Cuarenta años después, esa imagen ya no tiene el mismo filo.

El ovejero se volvió perro de familia. Su lugar simbólico como figura de amenaza fue ocupado por otras razas —pitbulls, rottweilers, dogos— que emergieron en un contexto social muy distinto.

 

🧬 Domesticación y época

 

En El día que el hombre encontró al perro, Konrad Lorenz muestra que la domesticación no es un proceso neutro: las sociedades moldean a sus animales de acuerdo a sus necesidades, miedos y formas de organización.

No hay “perro en abstracto”: hay perros de época.

El ovejero alemán fue perro de Estado: parte de una maquinaria represiva jerárquica, vertical, centralizada.

El pitbull, en cambio —y aquí Amores perros (Iñárritu, 2000) es un símbolo cultural perfecto— es un perro privatizado: arma personal, guardián de territorios rotos, metáfora de la violencia individualizada.

En apenas cuatro décadas, la figura del perro narra una mutación política profunda: del miedo institucionalizado al miedo difuso, fragmentado, callejero.

 

🐶 El poder con rostro amable

 

Mientras tanto, en muchas policías “civilizadas” del mundo, el perro de Estado también mutó: el labrador retriever, el spaniel, razas amigables y menos intimidantes, ocupan ahora tareas de vigilancia y control.

La autoridad ya no necesita mostrarse feroz: prefiere parecer protectora, colaborativa, “soft”.

 

Así, en el mapa simbólico:

el ovejero representa la autoridad dura, el pitbull la violencia privatizada, y el labrador la autoridad amable y tecnológica.

 

🪞 Lo que dice un perro sobre nosotros

 

No es sólo una historia canina: es una historia política y cultural comprimida en un signo.

Como intuía Lorenz, cada sociedad escribe su miedo sobre el cuerpo de un perro.

Lo domestica, lo selecciona, lo entrena, lo convierte en emblema sin necesidad de palabras.

Y así, un verso de rock que hablaba de ovejeros puede, 40 años después, servir como fósil vivo de una época: basta con cambiar el perro de la escena para comprender cómo el poder y el miedo se transformaron entre nosotros.

 

 

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