Nervio y voz: la arquitectura sensible del símbolo
1. Schreber y la inscripción nerviosa
“El alma humana está contenida en los nervios del cuerpo; como profano que
soy, no puedo decir más sobre su naturaleza física; tan solo que son
formaciones de una finura extraordinaria –comparables a los hilos de seda más
tenues–, y la vida espiritual del hombre en su conjunto reposa en la facultad
que los nervios tienen de ser excitados por impresiones de origen externo.” —
D. P. Schreber
La frase de Schreber, nacida en un delirio, enuncia sin embargo una verdad
material: la vida psíquica se apoya sobre un sistema nervioso excitado. No
sobre una “alma” inmaterial, sino sobre huellas sensibles que se inscriben en
la carne y perduran como trazos.
2. Primer anudamiento: fisiológico
Antes de que exista la lengua, existe un mecanismo elemental —común a
humanos y animales— que retiene y organiza percepciones: un olor reconocido por
un perro, la forma aprendida por un ave, un ritmo percibido por una cría
humana.
Estas percepciones dejan huellas nerviosas, patrones de excitación que se
almacenan en el sistema nervioso.
Este primer anudamiento fisiológico garantiza que las percepciones no
queden flotando: se graban en la materia viva.
3. Ritual animal y formalización prelingüística (Lorenz)
Konrad Lorenz observó que muchas especies producen rituales y ceremoniales
conductuales, frecuencias repetidas de gestos, cantos, olores o posturas, que
estabilizan vínculos, regulan agresión o apareamiento, y organizan la relación
entre individuos.
Estos rituales no requieren lengua articulada, pero sí implican formas materiales
que generan orden y sentido: lo simbólico en estado elemental.
👉 No son “pre-simbólicos”
en el sentido de carencia, sino formas mínimas de organización sensible
compartidas entre cuerpos.
La lengua humana no surge en ruptura con esta base, sino como su
complejización: mientras los rituales animales son secuencias cerradas,
la lengua abre el sistema, lo vuelve recombinable, productivo e inagotable.
4. Segundo anudamiento: simbólico
La lengua se injerta sobre la capacidad formalizadora y nerviosa ya
existente.
No reemplaza el primer anudamiento: se anuda con él.
La palabra, como sonido articulado, se acopla a la huella nerviosa.
Lo que antes era memoria sensorial se vuelve también memoria significante.
Ambos niveles no se oponen: constituyen una única trama de inscripción.
👉 Lo simbólico no es
abstracto: es sensible, material, rítmico, vibratorio.
5. Intercorporeidad del significante
Decir que “el significante está en el cuerpo” no basta.
El significante: se inscribe en el cuerpo individual, sí; pero proviene de
otros cuerpos: de voces, gestos, ritmos, presencias. se transmite en una red
intercorpórea de afectaciones sensibles.
👉 Lo simbólico no está
dentro de un cuerpo ni por encima de él: está entre cuerpos que se hablan, se
oyen, se tocan con sonidos, miradas y gestos.
Así se constituye el sujeto: no por interiorización de ideas, sino por la
materialidad compartida de la lengua.
6. La palabra como acto material
La “cura por la palabra” no es un efecto metafísico.
La palabra es sonido, vibración, ritmo, impacto auditivo sobre un sistema
nervioso que responde y conserva.
Por eso: un significante puede activar o disolver un circuito de
excitación,
un tono de voz puede modificar un estado afectivo, y la musicoterapia tiene
eficacia clínica: actúa sobre cuerpos excitables, no sobre almas abstractas.
7. El inconsciente como reconfigurador de huellas
El inconsciente no es un archivo etéreo: reconfigura huellas nerviosas
anudadas a cadenas significantes.
Condensa, desplaza, enlaza intensidades.
Actúa sobre la misma materia sensible que la palabra excita.
Y cuando el significante falla, el síntoma escribe directamente sobre el
cuerpo.
8. Cierre
Lo simbólico no es ideal ni abstracto.
Lo simbólico es sensible y circula entre cuerpos. La lengua no flota: vibra, se transmite, deja huellas.
El cuerpo no es mero soporte: es parte activa de la inscripción.
La eficacia de la palabra analítica se funda en esta materialidad
compartida.
“El significante no está dentro ni fuera: está en la vibración que un
cuerpo emite y otro recibe.”
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