Intro lacaniana- Desde la lectura que Jacques Lacan
hizo de Freud, enunció algunas cosas como las siguientes: que el sujeto del
inconsciente es aquel al cual un significante (nombre, palabra) lo representa
ante otro significante. En este sentido el sujeto se fundamenta en un no ser o
falla-en-ser, y por eso hay un nombre que lo marca y lo identifica ante los
otros. Si el sujeto necesita de la identificación para ser alguien, esto lo que
muestra es un claro déficit de identidad. El sujeto está prisionero de los
significantes que lo determinan y lo hacen fluir a través de toda la cadena
simbólica, haciendo que el sujeto sea justamente ahí dónde en verdad no es. En
el psicótico la realización de la identificación a un nombre propio siempre es
endeble, lábil, frágil, cuando en el brote es inexistente, a saber se pierde de
lo simbólico o para decirlo de otra forma lo simbólico le pasa por afuera. En
este sentido se podría decir que en la locura hay más realidad que en nuestra
neurosis cotidiana. Es por esta misma razón que Lacan enunció que “la psicosis
es la personalidad”, mientras que en toda su obre alude a la personalidad como
una fantasía del yo. Solamente un loco tiene personalidad y más aún en el
brote. Para decirlo con un rodeo, en el brote aparece la personalidad. Y para
decirlo así debemos decir que en la irrupción de la personalidad no hay “nombre
propio”
Sobre el texto
de Gambaro- En el monólogo “Ernestina” es el significante que representa a nuestro
sujeto ante otro significante:”Tito”, este significante alude a un significado
impreciso “una abuela o (no recuerda)”. Luego “Lucrecia” será el significante
que represente al sujeto ante la vieja, constituyendo al hecho de ser hija de
ella un nuevo significado al sujeto. Así fluyen los nombres y los otros “...y
así fui Lucrecia. ¿Qué me costaba? Un nombre vale lo que otro...” pero así
también los distintos nombres van constituyendo en nuestro sujeto significaciones
distintas, identidades distintas en tanto falta una identidad. Digamos que
falta desde el sentido-común-neurótico, ya que la identidad, la personalidad
irrumpe en el brote, en el hospital. ” Me enfermé y en el hospital me
llamaban la Muda
porque hablaba poco. No sabía que decir...” La Muda viene a ser un nombre de lo que para ella
era innombrable. Luego va a acontecer la vuelta a su estado fronterizo (entre
la psicosis y la “normalidad”)”Y después se me dio por hablar. Hablaba como si
tuviera a Tito y fuera Ernestina, o cuidara a la vieja y fuera Lucrecia, o
tuviera los nombres que me pusieron las señoras, y cuando me acordaba que había
sido una ciudad, entonces murmuraba como un río que pasa por la ciudad, y todos
se ríen de mi y a mí no me gustaba....”
María que era su verdadero nombre tenía hasta quizás menos peso que los
otros nombres. Ante el hecho de repetirse “Eleonora”, y no admitir que la
llamen “María” va a decir “Señora” para seguir navegando por la cadena de
significantes que identifican a un sujeto. Desde el punto de vista del
neurótico incapaz de saber qué es la personalidad y estar acostumbrado a fingir
siempre el mismo personaje llevando siempre el mismo nombre, María es algo
anormal, pero quizás María o como se llame nos dé la muestra más patética de
porqué a nosotros que creemos saber quienes somos, siempre estamos embriagados
en una duda existencial acerca de qué es lo que efectivamente deseamos, y a la
vez nos resulte muy difícil respondernos a la pregunta de quién somos. Es por esto
quizás que sea tan importante que los otros nos digan qué somos para ellos,
aunque nos cueste preguntarlo.
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