2013/03/01

Sobre el nombre propio, en "El Nombre" de Griselda Gambaro.




Intro lacaniana- Desde la lectura que Jacques Lacan hizo de Freud, enunció algunas cosas como las siguientes: que el sujeto del inconsciente es aquel al cual un significante (nombre, palabra) lo representa ante otro significante. En este sentido el sujeto se fundamenta en un no ser o falla-en-ser, y por eso hay un nombre que lo marca y lo identifica ante los otros. Si el sujeto necesita de la identificación para ser alguien, esto lo que muestra es un claro déficit de identidad. El sujeto está prisionero de los significantes que lo determinan y lo hacen fluir a través de toda la cadena simbólica, haciendo que el sujeto sea justamente ahí dónde en verdad no es. En el psicótico la realización de la identificación a un nombre propio siempre es endeble, lábil, frágil, cuando en el brote es inexistente, a saber se pierde de lo simbólico o para decirlo de otra forma lo simbólico le pasa por afuera. En este sentido se podría decir que en la locura hay más realidad que en nuestra neurosis cotidiana. Es por esta misma razón que Lacan enunció que “la psicosis es la personalidad”, mientras que en toda su obre alude a la personalidad como una fantasía del yo. Solamente un loco tiene personalidad y más aún en el brote. Para decirlo con un rodeo, en el brote aparece la personalidad. Y para decirlo así debemos decir que en la irrupción de la personalidad no hay “nombre propio”

Sobre el texto de Gambaro- En el monólogo “Ernestina” es el significante que representa a nuestro sujeto ante otro significante:”Tito”, este significante alude a un significado impreciso “una abuela o (no recuerda)”. Luego “Lucrecia” será el significante que represente al sujeto ante la vieja, constituyendo al hecho de ser hija de ella un nuevo significado al sujeto. Así fluyen los nombres y los otros “...y así fui Lucrecia. ¿Qué me costaba? Un nombre vale lo que otro...” pero así también los distintos nombres van constituyendo en nuestro sujeto significaciones distintas, identidades distintas en tanto falta una identidad. Digamos que falta desde el sentido-común-neurótico, ya que la identidad, la personalidad irrumpe en el brote, en el hospital.  ” Me enfermé y en el hospital me llamaban la Muda porque hablaba poco. No sabía que decir...” La Muda viene a ser un nombre de lo que para ella era innombrable. Luego va a acontecer la vuelta a su estado fronterizo (entre la psicosis y la “normalidad”)”Y después se me dio por hablar. Hablaba como si tuviera a Tito y fuera Ernestina, o cuidara a la vieja y fuera Lucrecia, o tuviera los nombres que me pusieron las señoras, y cuando me acordaba que había sido una ciudad, entonces murmuraba como un río que pasa por la ciudad, y todos se ríen de mi y a mí no me gustaba....” 
María que era su verdadero nombre tenía hasta quizás menos peso que los otros nombres. Ante el hecho de repetirse “Eleonora”, y no admitir que la llamen “María” va a decir “Señora” para seguir navegando por la cadena de significantes que identifican a un sujeto. Desde el punto de vista del neurótico incapaz de saber qué es la personalidad y estar acostumbrado a fingir siempre el mismo personaje llevando siempre el mismo nombre, María es algo anormal, pero quizás María o como se llame nos dé la muestra más patética de porqué a nosotros que creemos saber quienes somos, siempre estamos embriagados en una duda existencial acerca de qué es lo que efectivamente deseamos, y a la vez nos resulte muy difícil respondernos a la pregunta de quién somos. Es por esto quizás que sea tan importante que los otros nos digan qué somos para ellos, aunque nos cueste preguntarlo.


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