Si existen
conducciones exógenas a los movimientos que producen los saqueos: los agitadores,
los infiltrados,
los instigadores,
las manos negras por detrás
de todo eso, podría caber perfectamente una afirmación como la del jefe de
gabinete, Juan Manuel Abal Medina: “Estos hechos violentos quieren frenar la
paz social y este gran momento que vive la Argentina. Hay sectores
interesados en que esto ocurra. Hay sectores del delito, pero también sectores
vinculados a la política, a Camioneros, a Gastronómicos, a ATE”, señaló el
funcionario nacional.
Cada vez que llegan estas fechas cercanas a las Fiestas, viejos fantasmas destituyentes se acercan a la realidad. Hace dos años, los disturbios en la estación Constitución o las tomas de terrenos como fue en el parque Indoamericano abren las conjeturas ciertas a que existen sectores que, desde la política, intentan sembrar una sensación de caos. La historia reciente de nuestro país puede corroborar esa hipótesis de conflicto, principalmente si se evalúan los hechos del 19 y 20 de diciembre de 2001. Pero no solamente la más recalcitrante derecha es capaz de organizar este tipo de hechos, sino que a veces hay sectores del campo popular que son proclives a apuntalarlos, basándose en ese viejo axioma de “cuanto peor mejor”.
Lo antedicho, si bien es parte de la verdad, es sólo una parte de ella. Los acontecimientos que se iniciaron esta semana en Bariloche y se propagaron a otros lugares del país exigen una lectura más atenta, y no solamente una basada en una teoría conspirativa de la historia. El que escribe no duda que haya organización detrás de todo esto, apuntando a fines inciertos. La masiva movilización realizada el 8/N también contó con organizadores siniestros como ciertas ONG financiadas por el poder global. Todo esto es verdad, pero las respuestas masivas, tanto de los caceroleros como de los saqueadores, no se justifican solamente por la existencia de dichas direcciones, que operan sobre la espontaneidad. Pensar así conlleva una teoría explícita de la manipulación.
Las imágenes de saqueadores en 4 x 4, y el robo de plasmas y otros electrodomésticos podrían justificar los dichos del gobernador Daniel Scioli, de que no se trata de “hambre, sino de un hecho vandálico”, pero las imágenes también muestran el saqueo de alimentos por parte de sectores postergados de la sociedad.
Una organización exógena: los agitadores, solamente puede instrumentalizar a una masa crítica de marginados, si existe previamente un cierto malestar social; pensar lo contrario es maniqueísmo. Suponer que solamente se trata de delincuencia, sería una visión muy pesimista acerca del estado social actual, ya que habría de esa forma mucha mano de obra para la conformación de bandas delictivas.
El Gobierno Nacional debiera investigar seriamente estos hechos, y encontrar responsabilidades, pero no tendría que obviar cierto sedimento social existente.
El 8/N no se movilizaron solamente gorilas golpistas, de igual forma que los saqueadores seguramente no son sólo delincuentes y agitadores. Se trata de dos franjas de la sociedad a las cuales hay que ganar y organizar para los cambios sociales necesarios, para profundizar el rumbo iniciado en 2003. Sin dudas una “larga marcha”.
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