Es interesante leer a un vocero de la derecha más reaccionaria, como es Joaquín Morales Solá opinando sobre los hechos acaecidos en las últimas horas.
En su editorial de hoy del matutino La Nación, el columnista tucumano nos presenta a los saqueos como una catástrofe social sin precedentes, intentando mostrar una crisis casi apocalíptica, y de muy difícil resolución. Tal vez Morales Solá piense en medidas de exterminio, como las que ejerciera su amigo, el genocida Domingo Bussi, o cargar a todos los pobres en un avión y enviarlos a otro lado, como lo hiciera en los ’90 el ex gobernador de Tucumán.
“El conflicto es complejo y no podría explicarse con un solo argumento” expresa JMS, para luego decir que: “El discurso del resentimiento y la política de la confrontación, tan propios del gobierno nacional y popular, borraron cualquier frontera entre el bien y el mal”.
Es el mismo gobierno para JMS quien creo las condiciones para que los marginados se subleven en contra de la propiedad privada. “Durante una década, el discurso del poder, que tiene una enorme influencia en la construcción de la cultura social, demonizó a los que tienen algo o mucho, y los enfrentó con los sectores más marginales de la sociedad. En ese contexto, era predecible la certeza de muchos de que la propiedad del otro es un derecho propio”.
Construir la posibilidad de inclusión de las grandes mayorías, pareciera que para él, sería demonizar a los que más tienen. Posiblemente en su razonamiento se condensen los efectos de la aplicación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, la reestatización de YPF, o la vuelta al Estado del predio de la Sociedad Rural, entre algunos de los ejemplos que se podrían citar. Sin dudarlo JMS se ubica en la defensa de los intereses corporativos más concentrados, pero intentando mostrar que los sectores más vulnerables, estarían dispuestos a ir por todo ello. “Existen organizaciones sumergidas con vocación de promover esta clase de vandalismos. Existe Quebracho, cuyo líder, Fernando Esteche, suele compartir actos y palco con funcionarios kirchneristas”agregando posteriormente que “Ese gusto por el desorden social que tiene el kirchnerismo, la debilidad por una autoridad omnímoda sólo aplicable a las estructuras de poder, es una de las peores herencias que dejará el actual oficialismo. Durará más allá que el circunstancial poder de los contradictorios funcionarios”.
En términos que no son los del columnista de La Nación, pero que significan lo mismo, el gobierno habría creado el sedimento para una situación revolucionaria, y eso ya es un problema que la derecha debería resolverlo más allá de recuperar el gobierno en 2015.
JMS apunta sin dudarlo a la necesidad de los aparatos represivos del Estado: “Las policías locales, incluida la Federal, se han convertido en impotentes. Fueron patéticamente estériles en Río Negro, en Santa Fe y, sobre todo, en la provincia de Buenos Aires. Ninguna pudo hacer nada para frenar los primeros asaltos. La Federal también se paralizó, o fue paralizada, durante los recientes hechos de vandalismo de los hinchas de Boca o en la Casa de Tucumán en la Capital. ¿Nadie les dio ninguna orden durante los saqueos? ¿O se las dieron y no las cumplieron? ¿Acaso las policías ya han perdido, de tanto ser forzadas a no hacer nada, el imprescindible entrenamiento para reprimir en tiempo y forma?”
La derecha sabe que para gobernar, es prioritaria la represión, y aunque no gobierne la reclama persistentemente. Morales Solá no es ninguna excepción a la regla, es uno de sus cuadros más lúcidos.
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