No hace tanto, cuando los intereses
de los más poderosos, entraban en peligro, aparecían las camarillas militares a
socorrerlos. De esta forma no sólo en nuestro país sino en toda Latinoamérica,
las dictaduras más sangrientas ejercidas por las fuerzas armadas en connivencia
con sus socios civiles, se encargaban de recomponer los privilegios de pocos, en
detrimento de las mayorías populares.
Si bien las clases
dominantes aliadas al Imperio, cambiaron de táctica, esto no significa que
hayan resignado todas las herramientas que le permiten mantener posiciones dominantes
en la estructura económico- social.
Las democracias surgidas post
dictaduras, tuvieron el carácter de restringidas y tuteladas, más allá de que
la ciudadanía pudiese elegir a sus representantes, pero hay estamentos que no se
eligen, como antes no se elegía a una junta de comandantes.
Si bien a partir de este
nuevo siglo, las mayorías suramericanas avanzaron sustancialmente en cuanto a
profundizaciones democráticas, y ampliación de derechos, hay poderes que aún
siguen intocables, y que a su vez resisten tenazmente a que eso suceda. El
Poder Judicial, es uno de los tres poderes que el pueblo no eligió, y que la
mayoría de las veces ni sabemos como funciona. Un verdadero enclave dentro del
Estado, que impunemente y descaradamente, convalida los intereses de los más poderosos,
en detrimento de la voluntad popular.
Una problemática a tener muy
en cuenta, si se trata de profundizar y ampliar la democracia.
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