El próximo
miércoles 18 se cumplirán dos meses de la muerte del fiscal Alberto Nisman.
Desde el hecho sucedido en enero hasta hoy corrió mucha agua por debajo del
puente. Tal vez sobre el caso mismo no
exista demasiada luz, pero nadie puede no observar que fue terriblemente
instrumentalizado, y que el escenario político que se va desplegando este año
es bajo la impronta de la muerte del fiscal. Existen hechos que sirven para
marcar la cancha, que son disciplinadores, que establecen agenda, y que en
definitiva plantean un terreno de juego, en el cual muy pocos advierten que
podría ser posible elegir otras coordenadas. Los medios no dejan de recordar
que ése es el campo de juego, y que igual que lo que le sucedió a River en Perú
no le queda otra que jugar en una cancha de pasto sintético. El terreno de
juego es sin dudas, el lugar que se pretende como natural aunque no lo sea.
Obviamente no nos referimos nada más que al caso Nisman, ya que si uno se
detuviera a examinar los detalles de la acción política, nos encontraríamos con
un exceso de reglamentaciones. Ese fue siempre el juego de las democracias
liberales y con el agotamiento parcial de ese paradigma, que sume a gran cantidad
de la población en el descreimiento y la apatía, son los medios quienes se
convierten en grandes protagonistas.
Nadie puede negar
que hoy el conocimiento de la política, sea bastante insuficiente. La Democracia
sobre la que se habla entró en ese piñón fijo de remarcar constantemente la
división de poderes. Que el Poder Judicial debe ser independiente es un cliché
de moda, ya que debe controlar al Ejecutivo. Sin dudas en esas afirmaciones, lo
que nunca aparece es la voluntad popular, mucho menos la posibilidad de que si
el pueblo no gobierna sino a través de sus representantes, tenga la posibilidad
de controlar efectivamente. Nada más lejano al Pueblo que el Poder Judicial, y
esto no es un juicio de valor, es una realidad incontrastable. Nunca los sectores populares formaron parte de ese Poder.
Hoy pareciera que
el escenario político fuera simplemente un exasperado diálogo, por no decir
enfrentamiento, entre un gran arco opositor tanto social ideológico como
político institucional, con la cúpula del gobierno (es decir los sectores duros
del kirchnerismo) dejando como espectadores al conjunto de la sociedad. Esto no
quiere decir que los espectadores no jueguen, lo hacen. Mucho se le ha
reprochado a este gobierno el hecho de crear confrontaciones, pero cuando uno
observa detenidamente las conductas políticas, es probable encontrar un nivel
de agresión muy fuerte en los sectores sociales opositores al gobierno, una
violencia muy grande en todos esos ciudadanos de base rabiosamente Anti K. En
los foros que los medios tienen en internet es posible presenciar esa guerra
mediática entre “cacerolos” y “choriplaneros” que no es más que una sarta de
agravios en los cuales nunca es posible compatibilizar ideas. No muy diferente
de los comentarios de los hinchas de fútbol en las páginas deportivas. Entre
los que tildan de “asesina” a la “Yegua” y los que intentan defenderla aunque no
haya hecho nada, no existe ningún Tercero que pueda poner algún orden al debate.
No hay Otro, hay una encerrona entre dos contendientes. Bueno si la lógica de
los adherentes es esa, es posible que si la misma se cayera o colapsara, el “Qué
se Vayan Todos” podría estar a la vuelta de la esquina.
Volvamos a los
que militan desde el Poder. Mientras que el diario La Nación asegura que el
Gobierno busca una tregua con el Poder Judicial para llegar a diciembre sin
grandes novedades, pareciera que la tregua está planteada por otros sectores.
Muy concretamente, puede señalarse que el sobreseimiento en tres causas que
implican a civiles como cómplices de la última dictadura, en el lapso de una
semana, resulta una señal muy clara e inequívoca, de que el Poder Judicial no
está dispuesto a avanzar en un territorio en el cual la derecha argentina tiene
una posición definida. Mucho más en un año electoral en el cual el retorno de
la derecha al gobierno ya no es una mera suposición, e incluso teniendo en
cuenta que dentro del Frente para la Victoria existen grandes sectores
principalmente del PJ que nunca movieron el avispero por un tema como el de los
DDHH, e incluso que podrían ser capaces de retornar a la teoría de los dos
demonios. El mensaje del Poder Judicial es muy concreto, es hacia el
kirchnerismo puro, y hacia los diferentes organismos de Derechos Humanos, y por
qué no también a sectores de la izquierda. Sin una masiva marcha como la del
18F a la corporación judicial se le tornaría mucho más difícil contrarrestar el
avance en causas por delitos de lesa humanidad.
La marcha del 18F
fue una expresión masiva del rechazo que las clases medias y altas tienen (y
tuvieron siempre) con respecto a políticas de ampliación de derechos al pueblo.
Un gobierno de raigambre popular debiera
siempre en nuestro país trabajar la conciencia social de esos sectores, ya que
no se trata de que hayan perdido derechos, o que su nivel de vida haya
empeorado, todo lo contrario, la resistencia de los sectores medios es en
primer lugar ideológica, expresa un sustrato de derechismo que impregna nuestra
sociedad, y que en coyunturas de reflujo reaparece inevitablemente. Otra señal
clara fue la de la Unión Cívica Radical. El centenario partido de las clases
medias argentinas decidió rumbear hacia la derecha, y encolumnarse con Mauricio
Macri. Según el presidente de la UCR Ernesto Sanz se trata del “Republicanismo
contra el Populismo”. Para los que indagamos en las definiciones, esa
definición suena bastante abstracta.
Poco es tenido en cuenta el avance del Imperio contra la soberanía de Venezuela. Un avance que apunta a toda la región.
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