La Unión Cívica Radical
produce inclinamientos tan pronunciados que ya le hicieron perder el equilibrio.
Vaya a saber por qué clase de cumplido, al radicalismo se lo ubicó como el partenaire
del Peronismo en la clásica escena del bipartidismo. Tal vez eso sea porque el
mentado bipartidismo en la Argentina nunca tuvo ninguna raigambre seria. Habría
que indagar en la historia para esclarecer esta cuestión. Lo cierto es que la
UCR en las presidenciales de 2011 hizo una alianza con el empresario colombiano
Francisco De Narváez, quien se alinea con el peronismo no kirchnerista, y que
es un exponente claro de una fracción de la sociedad que se inclina hacia la
derecha del tablero político. En esa oportunidad el candidato Ricardo Alfonsín
llevó como acompañante de fórmula al economista Javier González Fraga, un
hombre decididamente jugado hacia los intereses de los sectores más
concentrados de la economía argentina. En las elecciones legislativas de 2013,
el radicalismo volvió a una alianza con el resto de los sectores de la
socialdemocracia argentina (de la cual es parte), retornando así a sus viejos
socios del frente progresista.
En 2015 decidió
aliarse a la nueva derecha encarnada por el Pro de Mauricio Macri. No son
incoherencias ideológicas, es el resultado de la supervivencia de una
estructura que ya no resulta funcional a la sociedad. En 1983 con el triunfo de Raúl Alfonsín se
pensó que en la Argentina existía el bipartidismo. El alfonsinismo tal vez haya
sido un hecho anómalo en la existencia del radicalismo, una excepción a la
regla en un momento clave de la historia reciente, que implicaba el retorno de
la democracia tras la dictadura más sangrienta de todas las que vivió el país.
El radicalismo de la década del ochenta mostraba las banderas que había bajado
hacía varias décadas. Un temor fundado es que el kirchnerismo sea para el
peronismo, un equivalente del alfonsinismo para el radicalismo. Un retorno de
banderas históricas en coyunturas específicas.
La primavera
alfonsinista decayó ostensiblemente, y vale señalar que en las presidenciales de
1995, es decir dos elecciones presidenciales después de la de 1983, la UCR dejó
el supuesto bipartidismo atado al surgimiento de una nueva fuerza política: el
Frepaso. En los ’90 el radicalismo estaba en una crisis casi terminal, para que
en el ’99 la nueva fuerza emergente en el 95 le tirara una soga para salvarla.
En verdad ya desde las legislativas del ’97 el Frepaso constituiría junto al
radicalismo la olvidable Alianza. Sin dudas eso fue empujado por sectores de la
socialdemocracia y el socialcristianismo, entre los que se encontraba la CTA de
Víctor De Gennaro entre otros.
La llegada de un
presidente radical a la Rosada en el 99, no implicaba que el radicalismo se
haya recompuesto. La salida prematura de Fernando de la Rúa de la presidencia
implicó una fuerte crisis de hegemonía. Del “Voto Bronca” en las legislativas
del 2011 al “Qué se vayan todos” de diciembre habían pasado nada más que dos
meses. La presidencia interina de Eduardo Duhalde fue un escalón para la
recomposición de la gobernabilidad. La logró con represión. El peronismo
también sucumbió a la crisis. En ese escenario iría a aparecer Néstor Kirchner
en 2003 logrando un significativo cierre a
la crisis de representatividad, cubriendo así las fragmentaciones de los
partidos tradicionales. Ese hueco no está cerrado.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario