China y Rusia despuntan hoy en la
región que históricamente fue el “patio trasero” de los Estados Unidos,
tratando de ganar espacio. Este mes en Fortaleza, Brasil se realizará la sexta
reunión del BRICS, en la que Argentina participará como invitada de Rusia,
buscando un reacomodamiento de sus relaciones internacionales.
Desde los albores del Siglo XXI
hasta hoy, la realidad latinoamericana cambió. Comenzó a darse un creciente
grado de integración de los países de la región, y una autonomía considerable
sobre el Consenso de Washington. Que se rompa con la estructural dependencia
que aquejó al continente durante un prolongado tiempo no será fácil, pero hoy
existen posibilidades concretas para hacerlo. Deberán confluir para eso,
algunos elementos que van desde terminar con ser nada más que un reservorio de
recursos naturales (el más grande del planeta) y exportar materias primas, con
la construcción de fuerzas políticas que incluyan a las mayorías postergadas,
principalmente a la clase trabajadora, y que éstas les den un empuje sustantivo
a un cambio que priorice la industrialización necesaria, la resolución de la
cuestión agraria y que se pueda dar vuelta la hegemonía semántica que imponen
el Imperio, el capital monopolista y sus socios locales a través de los grandes
medios de comunicación.
Si bien se considera que este
empuje regional, tiene mucho que ver con el repliegue de los EE. UU. en su
“patio trasero”, o con la fuerte iniciativa de algunos de los líderes latinoamericanos,
poco considerada es una tercera opción, que no excluye a las dos anteriores. Es
la incidencia en el continente de nuevos actores globales, potencias emergentes
que se abren camino para desplazar a imperialismos en crisis, como son el
yanqui y el europeo.
Si bien el acrónimo BRIC
(Brasil, Rusia, China e India) data de 2001 fue en 2008 tras la crisis
inmobiliaria que sufriera el Mundo Uno (EE. UU. y Europa) que este nuevo
clúster económico emergiera con mayor fuerza, haciendo que sus países se recuperaran
de la crisis de una forma desigual con respecto a los países capitalistas más
desarrollados. Los BRICS que en 2011 sumaron a Sudáfrica están considerados,
como el agrupamiento más importante de los mercados emergentes, y según algunos cálculos como el que
hace el grupo inversionista Goldman Sachs, en 2050 podrían llegar a ser las
principales economías planetarias, si prosiguiera la actual tendencia.
La incidencia de Brasil en la
integración latinoamericana es decisiva, ya que el gigante suramericano es hoy,
la sexta economía mundial. Si la integración debiera ser igualitaria, la
presencia casi hegemónica de Brasil ya resulta un obstáculo, aunque sí un
contrapeso necesario para contrarrestar la hegemonía yanqui.
En su conjunto, estos países
representan el 25% del Producto Bruto Mundial, 43% de la población de todo el
planeta, y movilizan el 20% de la inversión en todo el mundo.
Para la sexta reunión de los
países socios, este 15 de julio en Fortaleza, Brasil, la Argentina fue invitada
especialmente por Rusia. Si bien es cierto que los BRICS suelen invitar a
países emergentes cercanos al lugar donde se realiza su cumbre, las recientes
confirmaciones del potencial y la capacidad energética del yacimiento no
convencional Vaca Muerta, no parecen ser elementos como para dejar de lado. Al
mismo tiempo, la participación llegó en los días en que nuestro país pagaba las
cuentas con el Club de Paris y busca una salida a la disputa con los fondos
buitres.
Del soviet y la comuna a la economía de mercado.
Las dos grandes revoluciones
socialistas producidas en el Siglo XX, tanto la soviética como la china no
prosperaron en el tiempo, tal vez por la falta de una conducción estratégica
adecuada, pero sobre todo, porque no pudieron revertir y transformar las
tendencias capitalistas, que en el propio seno de sus sociedades terminó por
fagocitarse la revolucionarización de las relaciones de producción. Cuando en
1991 se desarticuló a la ex Unión Soviética, ya había habido en esa federación
señales muy claras de que el capitalismo retornaba. En China aún se conserva un
régimen que dice ser comunista, pero desde fines de la década del setenta,
cuando falleciera el legendario líder Mao Tse- tung, la República Popular China
emprendió un viraje hacia la economía de mercado. La construcción de una
sociedad socialista no es un resultado inevitable de la historia, sino una
formación sujeta a la lucha entre el capital y el trabajo, una lucha que si no
se lleva adelante con la mayor precisión posible se corre el riesgo de
retroceder. Pero lo cierto es que tanto en Rusia como en China -si bien hoy
ganó el capital-, de ser ambas sociedades económicamente atrasadas, pasaron a
ser economías capitalistas avanzadas. Sin que hubiera pasado una revolución por
ambas que destrabase las fuerzas productivas, eso hubiera sido imposible. China es la segunda economía mundial,
mientras que Rusia en 2102 fue la novena según la lista que elabora el Fondo
Monetario Internacional (FMI). Hoy esas dos economías buscan pista en el
mercado global, y Latinoamérica resulta de lo más atractivo que tienen a su
vista.
Según escribiera en diciembre
del año pasado, el periodista mexicano Luis Hernández Navarro, columnista del
diario La Jornada “La actual bonanza económica de América Latina está estrechamente
asociada a la entrada de China en el hemisferio. El dragón asiático es un voraz
consumidor de los alimentos, minerales y metales, y combustibles que se
producen en la región. La inversión de ese país fue central en permitirle al
área enfrentar sin grandes descalabros la recesión económica de 2009”. Según precisaba Hernández,
las inversiones chinas pasaron de 15 mil millones de dólares en 2000 a 200 mil
en 2102, mientras que se prevé que para 2017 podrían ascender a 400 mil. Para
no ir muy lejos, nuestro país que en la actualidad tiene como base principal de
la economía la exportación de soja, tiene al gigante asiático como su principal
comprador. La dependencia de la región con respecto al dragón asiático se
traduce hoy en que de cada 1 % que crece el PIB en China, eso repercute en un
crecimiento de 0,4 en nuestras tierras, y que por cada 10 % que crece la
economía china, hace que Latinoamérica incremente en un 25 % sus exportaciones.
El caso de Rusia es algo diferente, pero su incidencia
también es superlativa, en ámbitos en los cuales no hay yuxtaposición con
respecto a su gran socio asiático. Si en el cuarteto que conforman Brasil,
Rusia, India y China, existe una sintonía, esta es según analistas
internacionales el hecho de haber dividido bien sus roles. Tanto Rusia como
Brasil, son más exportadores de materias primas, mientras que India y China
privilegian la producción manufacturada. Pero si hay un elemento distintivo del
oso euroasiático, es que es un gran productor de armamentos y hoy tiene
consolidado en esa materia un cierto mercado regional. Desde 1999 a 2008 Rusia
intensificó su venta de armamentos a la región en un 900 %, sin condicionar
esto a diferencias políticas como lo hace EE. UU. En 2008 la flota rusa llegó a
Venezuela para realizar junto a las fuerzas armadas de ese país maniobras
militares conjuntas, incluido el vuelo de bombarderos en el mar Caribe.
En 2010 el por entonces presidente ruso Dmitri Medvédev, en visita a
Buenos Aires declaró que nadie debe preocuparse por la intensificación de las
relaciones entre Moscú y América Latina. "Espero que no molesta a nadie, y
si le molesta, no nos importa", le dijo Medvédev a los medios, al
responder si su visita a Argentina provocaría recelos en EEUU, indicando que el mundo es global y
nadie tiene el monopolio de la verdad.
Ventajas y peligros
Si las armas que
llegan de Rusia a la región permiten que los países afiancen sus soberanías, y
si los capitales y la tecnología que China va introduciendo permiten que las
economías primarias, vayan en el sentido de la industrialización, todo sería
muy loable. El problema radica en si los dos gigantes euroasiáticos están
dispuestos a que Latinoamérica se desarrolle plenamente o sólo consideran a
nuestras tierras como base de maniobras de sus políticas expansivas, ante el
reflujo estadounidense. La ayuda a economías como las de Ecuador y Bolivia
parecieran alentar en el buen sentido, pero la reprimarización que se da en
Brasil, Argentina o Venezuela, pareciera ir en sentido contrario. De todas
formas, mientras el águila del Norte, no esté completamente vencida, tanto el
dragón como el oso, juegan su partido en la patria que alguna vez soñaron
independiente y soberana Martí, Bolívar y San Martín.
Publicada
originalmente en Mascaró de julio de 2014
No hay comentarios.:
Publicar un comentario