Cuando Jacques Lacan emprendió su enseñanza psicoanalítica, allá por los cincuenta, basó la misma en lo que denominó “Retorno a Freud”. Este programa si resultaba necesario fue para oponerlo a lo que - en el nombre de Freud- llevaban adelante los impulsores de la Ego Psychology.
Los vieneses Heinz Hartmann y
Ernst Kris junto al franco polaco Rudolph Loewenstein; fueron tres analistas que,
huyendo del nazismo, a finales de los 30, se exiliaron en los Estados Unidos y
desarrollaron la Psicología del Yo. Es bueno
señalar que, en su estadía en Francia, Loewenstein fue el analista de Lacan.
A lo largo de su larga enseñanza,
Lacan en su retorno al padre del psicoanálisis, llevó un exhaustivo debate con
Hartmann, Kris y Loewenstein hasta sus propios límites.
La obra de los artífices del Yo
autónomo, puede ser catalogada sin lugar a error dentro de lo que en la
historia del marxismo se llamó “revisionismo” teórico, a saber, una corriente que,
con la idea de completar, mejorar o incluso actualizar un cuerpo conceptual,
termina corrompiendo las principales bases en las que se sostiene un
pensamiento, transformándolo en otra cosa.
…
Resulta importante antes de
proseguir realizar una aclaración necesaria. Este trabajo no está destinado a
desarrollar la originalidad de Freud para contraponerla a la escuela americana,
sino mostrar como las principales tesis de esta última, emprenden una práctica
y una conceptualización acorde a lo que décadas posteriores irá a servir como
base ideológica del “Sálvese quien pueda”. Más que un trabajo referido
explícitamente a la clínica psicoanalítica, se intentará mostrar un modelo
ideológico que no es exclusivo de esta derivación del freudismo. Se puede
afirmar que las diferentes disciplinas de la hoy difundida Autoayuda o el
Coaching, se enmarcan en una misma concepción ideológica. Hacer referencia a
los textos de Freud resultará ineludible y en algunos casos muy necesaria.
…
La Ego Psychology tendrá como
punto de partida, una particular lectura sobre El Yo y el Ello de 1923. En este
texto Freud nos va a presentar un modelo sobre el aparato psíquico, acorde a
las observaciones clínicas que venía desarrollando desde el inicio de su
peculiar método terapéutico -hacía ya poco más de dos décadas-, en el que puso
sobre la mesa la existencia del inconsciente, como esa instancia de la
subjetividad que escapa a nuestra percepción consciente, pero que a la vez la
determina y condiciona permanentemente.
El Yo, el Ello y el Superyó;
venía a ser la segunda tópica. La primera, desarrollada luego de 1910:
Inconsciente, consciente y preconsciente no iba a ser algo contrapuesto a la
segunda, sino un esfuerzo más del padre del psicoanálisis por dar cuenta de una
experiencia que él necesitaba sistematizar lo máximo posible. Freud siempre
intentó que su descubrimiento no sea ajeno al discurso de la ciencia y para
ello realizó un exhaustivo esfuerzo argumentativo, durante casi cuatro décadas.
La formulación de la segunda tópica no representaba un cambio de estrategia clínica,
como tal vez hayan interpretado los creadores de la Psicología del Yo.
Hay una frase en el Yo y el Ello
que –a partir de cómo se la lea- nos va a dar una interpretación diferente o incluso
contrapuesta de lo que Freud quiso decir con ella. Se puede decir incluso que
una frase –más allá de su ambigüedad- debiera ser leída en el contexto general
de una obra y no aislarla de ella.
En el texto original wo es war soll ich werden, fue interpretada
por la escuela americana como que el Yo debía desplazar al Ello, creando así
una zona libre de conflictos. Lacan en tanto, a mi parecer, mucho más fiel al
texto freudiano, señaló que “Dónde Ello es, el Yo debe advenir”.
Uno de los riesgos que se corre
en la lectura de textos, no sólo psicoanalíticos, es reificar nociones y
conceptos, y aislarlos. El Yo o el Ello
no tienen existencia separada. En la realidad concreta del aparato psíquico,
las dos tópicas y todos sus componentes existen en simultáneo. Cabe señalar que
el aparato psíquico freudiano no es estrictamente individual, ya que para tener
realidad se precisa la presencia del analista. En tal sentido Lacan dirá que
“el analista es parte del concepto de inconsciente” como un indicador claro de
una clínica bajo transferencia. De igual forma existe una visión muy difundida
sobre la diferencia entre lo subjetivo y la objetividad del cuerpo, que a veces
pareciera escindir eso que existe en una sola unidad. Se trata de una visión
metafísica que repele lo concreto. Los conceptos analíticos no están para ser
aplicados, sino para verificarlos en tanto son capaces de hacer geométrica la
representación de la experiencia. Mostrar
señuelos y observables que la hagan inteligible y por ende reproducible.
La escuela americana parte del
supuesto de una relación del sujeto con el mundo que se encuentra enturbiada,
en gran parte por el asedio interno de las fuerzas oscuras de la mente. Es por
esto que el sujeto debe adaptarse a la realidad, logrando que su Yo se vuelva
fuerte y desplace a un Ello caracterizado principalmente como el portador de
las fuerzas instintivas.
Reducir al Ello, a simple
reservorio pulsional, sin advertir que su originalidad consiste en ser un
proceso simbólico anudado al cuerpo, implica una severa confusión. Las
pulsiones son la infraestructura, esa base real que puede ser leída subjetivamente
como una gramática o conjugación verbal. Lo real de la pulsión para Freud
siempre aparecerá mediado por las fantasías.
Cuando nos referíamos a la
simultaneidad de las tópicas y sus elementos, y sosteníamos que eso se produce
en la experiencia clínica, el legado del Freud de Lacan, es que la centralidad
no la ocupa un Yo sino el fantasma. Mientras el analista aquí invita a la
travesía por la selva de las fantasías reprimidas, desde la escuela americana
se trata de reforzar al Yo, intentando poner un cortafuego contra lo otro. El
analista ubicado en el lugar del Superyó apuntalará a su paciente hacia una
determinada economía del goce que lo transforme en un ser exitoso y feliz.
Podría ser un buen objetivo
reforzar al Yo, pero sin dudas no fue ésa, la idea principal de Freud. En una
coyuntura específica de la realidad estadounidense, la clínica del Yo, era
completamente funcional a las ideologías de la libre empresa.
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