Si algo se esperaba de los diferentes gobiernos progresistas
de la región, no era por cierto la revolución socialista. Pecan de ingenuos
algunos izquierdistas criticando eso, a
esos gobiernos. Lo que si podía esperarse era la posibilidad concreta de romper
definitivamente con la dependencia capitalista. La división internacional del
trabajo condenó a la región a ser nada más que un exportador calificado de materias
primas diversas. Es justamente ese rol el causante del atraso estructural
relativo. Las diversas expresiones “nacional-
popular” y progresistas, no sólo en el ciclo que concluye, sino también en
ciclos anteriores aprovecharon las crisis del mundo desarrollado sin poder
generar condiciones para el tiempo posterior. Hoy nos queda saber si los
gobiernos de Bolivia y Ecuador son capaces de revertir esa tendencia a partir
de la acumulación realizada en un tiempo favorable.
Plantear un programa alternativo a sabiendas de un ciclo
concluido debe tener mucha inventiva, y no puede ser hecho por una persona o
una organización, debe incluir diferentes actores sociales e incluso tener
propuestas muy concretas para ganar a sectores difíciles como es la denominada “clase
media”, que se fue convirtiendo en un actor decisivo por su rol de arbitraje.
Romper con el capitalismo dependiente en la Argentina como
en el resto de Latinoamérica es casi lo mismo que plantear el cambio de la
matriz productiva. Es un desafío muy grande porque ataca de frente al
desarrollo desigual y combinado presente en el planeta. Un posible gobierno de izquierda debiera
atacar los privilegios de los sectores más comprometidos con la dependencia.
Justamente el gobierno de Cambiemos lo que hizo fue favorecer a las mineras y
exportadoras de materias primas agropecuarias, quitándoles las retenciones. Fuertes
retenciones a esos sectores incluso ahogándolos debiera ser una política
progresiva.
El surgimiento de un sector muy fuerte de la economía social
y autogestiva, debiera ser acompañado fuertemente por el Estado, e incluso
lograr que sea en algunos casos el relevo lógico de una burguesía lumpen y
deficitaria. La recuperación de empresas por parte de los trabajadores en la
Argentina es una muestra palmaria de ello.
Las derechas hicieron de la lucha contra la inseguridad y el
narcotráfico, un estandarte para socavar la legitimidad de los gobiernos
progresistas. Sabiendo cuáles son los mecanismos y los intereses presentes en
esos flagelos, es impensable que la derecha pueda erradicar algo que es parte
de sus mismos intereses. Todo lo concerniente a las economías sumergidas
(trata, narco, armas, delito) son otras formas de acumulación de capital,
complementarias de la acumulación legal. La corrupción generalizada en las
fuerzas de seguridad son parte de un problema que no podría resolverse
manteniendo fuerzas que organizativamente y culturalmente vienen de los tiempos
oscuros de las dictaduras más sangrientas. Las guerras santas promovidas por
los EEUU no hacen otra cosa que monopolizar lo que supuestamente combaten. Una
verdadera lucha contra la delincuencia organizada no puede ser desarrollada más
que por las izquierdas, incluyendo a las organizaciones sociales en el control
territorial.
Una profunda lucha cultural e ideológica contra el más
exacerbado consumismo, debe ser otra pata principal. Promover un nuevo sentido
común apoyado en filosofías del Buen Vivir, es algo que puede lograr alcanzar a
las diferentes clases sociales. El medio ambiente, la alimentación saludable,
la actividad física son incluso hoy ítems que convocan más a los sectores
medios que al resto de la sociedad.
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