Uribe condecorado por George W. Bush |
El “padrino” de la derecha extrema en el
área del Caribe.
Luego que el presidente de Venezuela Nicolás Maduro
involucrara al ex presidente de Colombia Álvaro Uribe Vélez como uno de los
promotores de la violencia ejercida por los grupos opositores que intentan derrocarlo, el ex mandatario
neogranadino no titubeó en lanzar una campaña por un millón de firmas para que
en ellas se exprese la solidaridad de la ciudadanía colombiana con el pueblo
venezolano y contra “la dictadura sangrienta” que los gobierna, asegurando que
el presidente Juan Manuel Santos es cómplice de todo ello. Esto, se dio casi en
simultáneo con el envío de copias que la
Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia de Colombia les acercara a la Comisión de Investigación
y Acusación de la Cámara de Representantes,
para que se investigue si hay mérito para abrir un proceso contra Uribe. La
razón radica en que el capo del narcotráfico Diego León Montoya (a) Don Diego le haya dicho al alto tribunal
que él mismo financió con dineros del narcotráfico, una de las campañas
presidenciales de Uribe.
Maduro le cantó el tanto- El mandatario venezolano conoce muy bien los movimientos
a los que Uribe está predispuesto, e incluso a qué puertas sabe tocar para
llevar adelante sus más pérfidos designios. Maduro que se desempeñó como jefe
de la diplomacia de su país entre 2006 y 2013, sabe que Uribe no es un “bebé de
pecho”. No pocas veces tuvo que mediar con su par colombiano, en los momentos
más ríspidos de la relación entre el Palacio de Miraflores y la Casa de Nariño,
cuando ambas sedes presidenciales eran ocupadas por Hugo Chávez y Álvaro Uribe,
incluida la rotura de lazos diplomáticos entre ambos países. Chávez no pocas
veces culpó a Uribe de enviar grupos paramilitares a Venezuela para
desestabilizar, mientras que su por entonces par colombiano, le retrucaba al
mandatario bolivariano de refugiar guerrilleros de las Farc en territorio
venezolano, incluida la patraña de decir que contaba con pruebas concretas
sobre ello, las cuales estaban presentes en las memorias USB de los ordenadores
del extinto jefe guerrillero Raúl Reyes. Conociendo muy bien al ex mandatario
colombiano, Maduro no titubeó y lo acusó de estar detrás de la violencia de
ciertos grupos opositores que están intentando a sangre y fuego desestabilizar
al gobierno bolivariano.
Durante la marcha por la paz
realizada en Caracas el sábado 15 de febrero, Maduro dijo que “A nivel
internacional los fascistas se regodean en los medios de comunicación y han
dicho que los hechos de violencia contra la Fiscalía General y la Ciudad de Caracas
son culpa mía. Ellos dicen que yo convoqué a un autogolpe de Estado” asegurando
luego que “La mediática mundial ha dejado un mensaje muy claro. Ya le he mandado un mensaje muy
claro (...) a este canal de noticias (colombiano NTN24) donde detrás está la
mano de un fascista enemigo de Venezuela, Álvaro Uribe, fascista que
está detrás de todos estos movimientos violentos que se desarrollan en
Venezuela” repitiendo con fuerza “Así lo declaro: Álvaro Uribe Vélez está
detrás dirigiendo y financiando a estos movimientos fascistas, y pretende a
través de un canal de noticias anti venezolano hacer lo mismo que hicieron
aquel 11 de abril de 2002” generando caos y zozobra que justifiquen posteriormente
un golpe de Estado efectivo. Maduro
señaló a la derecha internacional, pero la personificó en Uribe como principal
ariete de la misma.
Uribe le echó la falta-
Sin inmutarse por las declaraciones de Maduro, el ex presidente Uribe salió con
los tapones de punta a escribir en la red social Twitter, un medio en el cual
se mueve como pez en el agua, siendo ya un hiperactivo usuario. “Dictadura de Venezuela y su socia
Farc hacen su labor: asesinan lo que queda de ímpetu de libertad”
escribía Uribe, invitando a que un millón de colombianos firmen “este mensaje de
solidaridad con los hermanos venezolanos maltratados por la dictadura
Castro-Chavista que prolonga Nicolás Maduro”. Expresaba a su vez que “Desde Colombia, mantendremos nuestro corazón latiendo en
solidaridad con el grito democrático de Venezuela y nuestra decisión
inclaudicable para que a nuestra Patria no la lleven al mismo camino
Castro-Chavista” escribía Uribe, afirmando que “Cada firma es un apoyo del alma
a la democracia y al hermano pueblo venezolano. Apoyamos la Democracia en
Venezuela y rechazamos el Castro Chavismo en Colombia”. Por otro lado
aseguraba que el gobierno de Juan Manuel
Santos “por temor a Farc se
vuelve cómplice de dictadura sanguinaria de Venezuela”. Para entender un
poco la lógica uribista, habría que precisar que al igual que en el discurso
del megalómano, su principal enemigo siempre ocupa el centro de un universo
especular. Uribe quien acusa a las Farc de haber matado a su padre, no vacila
en tildar de pro Farc a los gobiernos de Venezuela, también de Ecuador, y ahora
al gobierno de Santos por el hecho de sentarse a negociar una salida pacífica
al conflicto armado más viejo del continente. Todo lo que no vaya en la
dirección de proseguir una guerra sanguinaria contra la guerrilla, en la cual
el sector terrateniente del que Uribe es parte, se benefició anchamente con el
desplazamiento de campesinos e indígenas, y les permitió no sólo conformar
tropas irregulares como las del paramilitarismo, sino que a su vez les dio
licencia para involucrarse en el negocio del narcotráfico.
Le cantaron 82-
En 1991 un informe del Pentágono -en el cual aparecía la lista de los
principales narcotraficantes del mundo-, ubicaba en ese lugar (el 82) a Uribe,
asociándolo al cartel de Medellín y como un amigo cercano del ya célebre capo
narco Pablo Escobar Gaviria. La relación de Uribe con el paramilitarismo y el
narcotráfico siempre estuvo en la superficie, pero nadie se animó a tocarla. Un
síntoma tal vez de un poder que aún tiene vigencia. No resulta ocioso destacar
que el alcalde de Bogotá Gustavo Petro haya considerado que Colombia aún
conserva una estructura estatal narco mafiosa, y que cuando existía la
posibilidad concreta de que algunos paramilitares pudieran declarar sobre los
nexos del ex presidente con el delito, ellos fueran extraditados a los EE. UU.
para quedar silenciados. Pero la rueda da vueltas y las voces retornan. Fue así
que el sindicado como jefe del Cartel del Norte del Valle Diego León
Montoya Sánchez (a) Don Diego y también conocido como el “Señor de la Guerra”, quien
actualmente está extraditado en los Estados Unidos y recluido en una prisión de
alta seguridad de Arizona, haya declarado ante magistrados de la Corte
colombiana, que él les entregó recursos a diferentes dirigentes políticos, precisando más específicamente que financió la
campaña de Uribe para alcanzar su primera presidencia en 2002. Debido a esta
declaración la Sala Penal de
la Corte Suprema de Justicia compulsó copias a la Comisión de Acusación de la
Cámara de Representantes, para que se investigue si hay mérito para abrirle
un proceso penal a Uribe. La
Sala Penal también compulsó copias a la Fiscalía, para que determine si hay
lugar para abrir investigación en contra de la ex congresista Dilian Francisca
Toro, Juan Carlos Martínez, Rocío Arias, Leonora Pineda y Luis Helmer Arenas, a
quienes, según Don Diego, también les realizó aportes en dinero para financiar
sus campañas.
Ante
esta situación Uribe puso en acción para su defensa al abogado Jaime Granados,
quien le aseguró a la prensa que denunciará a Don Diego por tres delitos. “Cabe una denuncia por falso
testimonio, fraude procesal y una querella por calumnia" dijo Granados y
expresó que “El presidente Uribe tiene una política de cero tolerancia con ese
tipo de manifestaciones que lo único que buscan es confundir a la opinión
pública”. La mejor defensa es un buen ataque. En 2002 en plena campaña
presidencial, el periodista Joseph Contreras de la revista Newsweek le preguntó a Uribe acerca de aquel vínculo que lo
sindicaba en el lugar 82. Uribe
se erizó y terminó abruptamente la entrevista, y luego acusó a Contreras de
tratar de manchar su reputación, diciendo que "como político, he sido
honorable y responsable”. Durante 8 años de gobierno Uribe llevó adelante las
principales recetas estadounidenses tanto en la economía como en la guerra,
cosa que seguramente hizo que le perdonaran el estigma clasificatorio realizado
en el ’91. La doble moral le dicen.
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