2014/02/16

Ecuador- Cambio de modelo económico para dejar atrás la dependencia

Arriba: perfil agropecuario. Exportador de cacao, bananas y
otros productos primarios, mira hacia Corea del Sur para cambiar
el rumbo.//Abajo: al pie del pozo. Elaborar el petróleo, obtener
sus subproductos, abre nuevos frentes comerciales.
La agricultura y la industria extractiva pierden en el intercambio desigual, pero el gobierno de Rafael Correa se propone el desarrollo industrial y la sustitución de importaciones. ¿Un modelo conveniente para la Argentina?
Desde los albores del siglo XXI se comenzó a dar en la América indiolatina un singular cambio de color político. La emergencia de nuevos líderes regionales enrolados en el progresismo y el centroizquierda fijó una nueva agenda, que es la de la integración y el fortalecimiento de derechos democráticos para las mayorías populares, hasta entonces postergados. Una creciente autonomía con respecto al Consenso de Washington no resulta para nada indiferente, y un paulatino despegue de las recetas neoliberales que fueron la moneda común durante los ’90 promovieron un nuevo modelo que prioriza una distribución más igualitaria de las riquezas, en una región en la cual todavía existe una muy notoria desigualdad social. En los últimos años, se está viviendo la posibilidad concreta de revertir el atraso estructural, pero no todas las naciones latinoamericanas siguen una misma línea, ni se avizora aún una estrategia común, más allá de algunos alineamientos como pueden ser el ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América) o la Unasur (Unión de Naciones Suramericanas). Lo cierto es que los cambios producidos en relación con la superestructura política, deben llevar como correlato un cambio sustancial en la estructura económica que, como principal base determinante, haga que el actual proceso se vuelva irreversible. Mientras no se avance con suma fuerza en tal sentido, lo alcanzado es factible de retrocesos. Así lo demuestran las anteriores experiencias e intentos de integración, que se fueron dando en el continente a lo largo del siglo XX, principalmente durante la década del ’40, cuando emergieron diferentes movimientos nacionales y populares que no pudieron revertir la tendencia histórica, a pesar de un creciente proceso de sustitución de importaciones, estimulado por la coyuntura favorable que daba por entonces la Segunda Guerra Mundial.
Latinoamérica, para despegar efectivamente, debe cambiar su principal matriz productiva, y producir un pronunciado salto en torno a dejar de ser un exportador de commodities para convertirse en una región industrializada, que cuente con un fuerte mercado interno y sea capaz de producir mercancías con alto valor agregado y desarrollar tecnología acorde.
En Ecuador, desde el comienzo de la denominada Revolución Ciudadana en enero de 2007, el presidente Rafael Correa Delgado al igual que la Alianza País vienen bregando seriamente para hacer que el país andino deje atrás un modelo primarizado, y se convierta paulatinamente en una nación independiente. Porque vale señalar que la estructural dependencia latinoamericana se sostiene principalmente en un modelo de exportación de materias primas, y en ser importadores de los principales objetos manufacturados y mecanizados. Siendo la región uno de los principales reservorios de recursos naturales del planeta, no se condice esto con la calidad de vida de sus habitantes. Es sabido que los commodities tienen un valor de cambio muy desfavorable en relación con los productos industrializados.
Sumak Kawsay y cambio de matriz productiva. Durante 2013, más precisamente entre mayo y agosto, se produjo un intenso debate en el cual participaron cerca de ocho mil ecuatorianos, para elaborar el Plan Nacional de Desarrollo para el Buen Vivir 2013-2017, que luego fuera aprobado por la Asamblea Ciudadana Plurinacional e Intercultural de Ecuador. En el documento elaborado, que cuenta con 602 páginas, se trazan las diferentes aristas de lo que debe ser la profundización de la Revolución Ciudadana, y en uno de sus apartados se propuso el cambio de la matriz productiva. “No podemos hablar de erradicar la pobreza sin transformar la matriz productiva, generar empleo y mejorar las condiciones de igualdad. No se puede hablar de transformar la matriz productiva si no se genera empleo de calidad y se erradica la pobreza” había dicho, en julio, el secretario nacional de Planificación y Desarrollo, Pabel Muñoz. En los considerandos del cambio de matriz no solamente se hace hincapié en el desarrollo de una matriz que agregue valor, en lo que hace a los medios de producción, sino que se pone especial énfasis en las condiciones laborales de los trabajadores, ya que si éstas no estuviesen enmarcadas en la dignidad del trabajo, para los ecuatorianos todo este plan no tendría sentido.
En la introducción al documento sobre cambio de matriz productiva realizado por la Secretaria Nacional de Planificación y Desarrollo (Senplades) se señala que “la economía ecuatoriana se ha caracterizado por ser proveedora de materias primas en el mercado internacional y al mismo tiempo importadora de bie­nes y servicios de mayor valor agregado. Los constantes e imprevistos cambios en los precios internacionales de las materias primas, así como su creciente diferencia frente a los precios de los productos de mayor valor agregado y alta tecnología, han colocado a la economía ecuatoriana en una situación de intercambio desigual sujeta a los vaivenes del mercado mundial”, considerado esto último como un rasgo de vulnerabilidad. La Senplades señala que a sabiendas de este diagnóstico, el gobierno de la Revolución Ciudadana desde sus comienzos se propuso un cambio del patrón de especialización productiva de la economía, cosa que propiciará el incremento en la generación de valor agregado, en el marco de la construcción de una sociedad del conocimiento. El actual modelo productivo en tanto, basado solamente en recursos naturales, es aún excluyente y concentrador, y por ende se debe encaminar la economía hacia un modelo democrático, incluyente, y fundamentado sobre todo en el conocimiento y las capacidades del pueblo ecuatoriano, se señala desde la Senplades. A su vez, en el documento se da una definición sobre qué es la matriz productiva, definiéndola como “la forma como se organiza la sociedad para producir determinados bienes y servicios” no limitándose “únicamente a los procesos estrictamente técnicos o económicos” sino a todo el conjunto de interacciones entre los distintos actores sociales que utilizan los recursos, teniéndolos a su disposición para llevar adelante las actividades productivas. “A ese conjunto, que incluye los productos, los procesos productivos y las relaciones sociales resultantes de esos procesos, denominamos matriz productiva” señalan. Transformar de esta forma el patrón de especialización productiva de la economía ecuatoriana tiene como propósito lograr una inserción tanto estratégica como soberana en la economía mundial, lo que permitirá que se puedan desarrollar nuevos esquemas de generación, distribución y redistribución de la riqueza; reduciendo así la vulnerabilidad de la economía ecuatoriana, pudiendo eliminar gradualmente también las inequidades territoriales; pero sobre todo incorporando a todos los actores, que fueran excluidos por la economía de mercado. Los dos ejes principales para transformar la matriz productiva son establecer una diversificación de la producción, que se base en el de­sarrollo de las que se consideran industrias estratégicas, e impulsando nuevas actividades. Por otro lado, promoviendo la agregación de valor en la producción existente a partir de la incorporación de conocimiento y tecnología en los procesos de creación de biotecnología, servicios ambientales y energías renovables. La planificación ocupa un lugar central en el planteamiento del cambio de paradigma productivo, y esto porque en Ecuador se la rescató para no duplicar esfuerzos y evitar el desperdicio de recursos que tanto retrasó al país en tiempos del neoliberalismo. “Si sabemos dónde vamos, llegaremos más rápido, porque sabremos cómo sortear los obstáculos que se presenten”, dicen, subrayando que si la planificación fue menospreciada y reducida a su mínima expresión por las políticas neoliberales, esto no fue por ideología sino por intereses económicos. Si bien en el capitalismo la “planificación” resulta mala palabra, ya que se refiere en primer lugar a las economías planificadas del denominado socialismo real, habría que señalar que las grandes corporaciones del planeta nunca la descuidan, sino que la objetan en tanto sea un Estado nacional quien la tome como regla.
Si existe en Ecuador un sector gubernamental que se considere como capital para velar por el de­sarrollo del cambio de matriz, este sector es la Secretaría Nacional de Planificación y Desarrollo, la cual articula los diferentes procesos, de modo de garantizar la concreción de metas de corto y mediano plazo que vayan en la dirección de alcanzar los objetivos de largo plazo. El rol principal de la Senplades es el de articular coherentemente a la política pública con la visión de largo plazo, en concordancia de lo que es una política de Estado.
Fander Falconí, titular de la Senplades, apuntó que el cambio de matriz se desarrolla en cuatro fases, en las cuales las tareas de corto, mediano y largo plazo deben pasar necesariamente por las fases de sustitución selectiva de importaciones, generación de un superávit energético, la diversificación de exportaciones y la reconversión productiva.
El gobierno de la Revolución Ciudadana es consciente de que la actual matriz productiva es la principal limitante para alcanzar una sociedad del Buen Vivir, y por esa razón emprender la revolucionarización estructural es la tarea principal para alcanzar los objetivos por los cuales el pueblo ecuatoriano le dio su voto y el apoyo permanente al presidente Rafael Correa.
Industrias priorizadas e industrias estratégicas. Catorce sectores productivos, tanto de bienes como de servicios, se priorizan en el desarrollo económico. Estos son los de alimentos frescos y procesados, biotecnología, calzado, energías renovables, industria farmacéutica, metalmecánica, petroquímica, productos forestales de la madera, servicios ambientales, tecnología (software, hardware y servicios informáticos), vehículos automotores y autopartes, construcción, transportes y logística, y turismo. Por su parte, las consideradas industrias estratégicas son cinco. La refinería aplicada al metano, butano, propano, gasolina, gasoil y querosene que tendría lugar en el proyecto Refinería del Pacífico; la industria naval para la construcción y reparación de barcos; la petroquímica, pensada en primer lugar para la producción de pesticidas, fertilizantes y otros productos que se utilizan para los cultivos; la industria metalúrgica (cobre) para la confección de cables eléctricos, tubos y laminación y, por último, la siderurgia. Las 14 industrias priorizadas como las 5 estratégicas serán las que faciliten la articulación efectiva de la política pública y el establecimiento de objetivos. Lo que el gobierno ecuatoriano no quiere es que se produzca la dispersión y que a su vez se concentren todos los esfuerzos. Un rasgo muy importante de la planificación.
El lugar del trabajo. Más arriba se señalaba que la transformación económica debía ir acompañada de la dignificación del trabajo. En los regímenes políticos donde se intenta hacer un equilibrio de fuerzas entre el capital y el trabajo, un equilibrio sumamente inestable por cierto, resulta casi siempre que uno de los dos términos se prioriza sobre el otro. En las sociedades marcadas con el paradigma del Estado de Bienestar, si bien se alcanzaron grandes logros para los trabajadores, el aspecto principal casi siempre fue el del sector empresario. Si en el proyecto de cambio de matriz que se propone en Ecuador hay un dato saliente, resulta éste que los trabajadores ocupan el lugar predominante. El Plan Nacional del Buen Vivir propone que los asalariados ganen por lo menos el dinero suficiente para cubrir la canasta familiar básica, y que estén afiliados universalmente al seguro social. Pero no es sólo eso, ya que el eje principal pasa por establecer una nueva forma de producción y consumo, y que se dignifiquen las condiciones laborales. En los principales postulados del Buen Vivir no es compatible la existencia del trabajo en forma precarizada, ni mucho menos considerarlo como prescindible, de acuerdo con una lógica capitalista bastante arraigada. En la nueva Constitución de la República se señala expresamente en su Artículo 33 que el Estado garantizará a las personas trabajadoras el pleno respeto a su dignidad, una vida decorosa, remuneraciones y retribuciones justas y el desempeño de un trabajo saludable y libremente escogido o aceptado. El trabajo, además de ser digno debe ser estable, tener condiciones laborales saludables y un horario de trabajo que haga compatible la vida laboral con la familiar y privada. En Ecuador hoy se está ante la tasa de desempleo urbano más baja de su historia, mientras que en Suramérica es la más baja (4,8 %), en tanto que en 2012 la ocupación plena pasó a ser superior al subempleo. Entre los objetivos propuestos por el Plan 2013-2017 se cuenta con alcanzar que el 55% de la Población Económicamente Activa (PEA) tenga ocupación plena, que se aumente en 10 puntos el porcentaje de hogares que cubren la canasta familiar, e incrementar la PEA afiliada al seguro social a un 60% (en 2012 ya era de 41%). Y como gran apuesta se intenta para 2017 haber erradicado completamente el trabajo infantil.
Ecuador, habiendo sido (aún lo es) un exportador de cacao, bananos, flores y petróleo, hoy se propone comenzar a pararse en la economía mundial de otra manera. No resulta ocioso que el ejemplo al que aluden permanentemente sea al de Corea del Sur, que en cinco décadas pudo revertir una estructura económica muy atrasada, convirtiéndose hoy en un país que lidera la producción de tecnología y conocimiento. El caso coreano, se señala, puede aportar importantes elementos para que Ecuador trace una estrategia propia y soberana.
El contexto regional. Trasponer el modelo que privilegia la exportación de commodities (ya sea agroexportador o extractivista) hoy es la única opción en lo económico para superar la estructura del capitalismo dependiente. Si bien Brasil tuvo un de­sarrollo muy importante en cuanto a su industria, hoy tiende a la reprimarización a partir de la producción de soja y de agrocombustibles. Los procesos de sustitución de importaciones realizados en el continente fueron abortados debido en primer lugar a no haber tocado la estructura agraria, que es predominante desde los tiempos de la colonia, y de no haber desarrollado una industria que evite el retroceso. El proceso de desindustrialización que se efectuó durante la década neoliberal borró todos los rastros del intento de sustituir importaciones, dejando a su vez un ejército de reserva laboral muy pronunciado, que permitió flexibilizar la mano de obra ocupada. En la Argentina vale recordar que de tener una de las tasas de desempleo más bajas del continente, en 1993 llegó a trepar al 37,4%. Si bien se produjeron cambios muy importantes en los últimos tiempos, principalmente en cuanto a la integración regional y a la profundización de las democracias, aún el desafío de revertir el paradigma exportador de commodities, como se lo intenta en Ecuador, sigue siendo una deuda pendiente. Por otro lado, la menor incidencia de los EE.UU. en la región no deja de inquietar a partir de la gran injerencia que comenzó a tener China, que es un gran comprador de materias primas. En nuestro país si hubo un guiño importante para cambiar la matriz productiva fue cuando en 2011 la presidenta Cristina Kirchner planteó la industrialización de la ruralidad, agregando valor a toda la cadena de producción emergente del campo. También por ese tiempo la ministra de Industria, Débora Giorgi, planteó la industrialización de todo el proceso minero. Si bien son propuestas muy loables, faltaría implementar un plan que lleve adelante esas propuestas para superar el modelo agroexportador y extractivista, aún dominante. Pero bien vale señalar que los cambios en la economía sólo son plausibles a partir de generar una relación de fuerzas sociales favorable para poder implementarlos, ya que los sectores más concentrados se van a oponer a ello. La corrida cambiaria y desestabilizadora que se produjo en enero es una muestra sumaria de ello.


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