Esta semana se
conocieron 2 noticias del ámbito suramericano, que no son para desdeñar.
Cuentan ambas de singular relevancia. Que en La Habana el presidente colombiano
Juan Manuel Santos se haya dado un apretón de manos con el líder de las Farc
Rodrigo Londoño, alias “Timochenko”, para fijar un tiempo límite para alcanzar
el definitivo acuerdo de paz; y que hoy la Corte Internacional de Justicia (CIJ)
haya emitido un fallo en el cual se rechaza la postura de Chile, y abre
posibilidades concretas para que Bolivia acceda en corto tiempo a su centenario
reclamo marítimo; son dos noticias que generan esperanzas para destrabar
cuestiones que vienen desde muchas décadas atrás. La conformación de un bloque
regional, no implica solamente que los mandatarios se junten y hagan acuerdos
multilaterales, es necesario revertir todas esas trabas estructurales que
condenaban a la fragmentación.
Si las únicas
excusas que el Imperio tiene hoy para meterse en nuestros territorios son el
terrorismo y el narcotráfico, que se dé un pacto de paz en Colombia para que
las Farc se conviertan en un movimiento político es un dato aliciente. Hace varios
años atrás el comandante bolivariano Hugo Chávez le pedía eso al jefe histórico
de la guerrilla Manuel Marulanda Vélez “Tirofijo”.
Los conflictos
bilaterales en Suramérica son un lastre que hay que acabar para siempre, si se
desea realmente la integración. Si no es palabrería. Un ejemplo válido es la
realización de gabinetes binacionales entre algunos países de la región, entre
los cuales Ecuador va a la vanguardia. Negarse a negociar la salida marítima al
Pacífico, como lo viene haciendo Chile, no dista demasiado de la actitud del
Reino Unido con respecto al conflicto del Atlántico Sur. Si en guerras de
rapiña se lograron apropiaciones territoriales, lo conveniente es revisar la
historia y hacer justicia.
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