2013/07/28

Colombia- Días de paz y días de guerra

El 20 de julio, Colombia festejó 203 años de su Independencia con un desfile en Bogotá de 12 mil soldados exhibiendo nuevos armamentos y tecnologías. Pero la ostentación no concordó con la realidad: el mismo día, en las afueras de la ciudad, el Ejército perdió al menos 21 soldados a manos de la guerrilla en uno de los golpes más duros a lo largo del prolongado conflicto armado. A pesar de las negociaciones entre el gobierno de Juan Manuel Santos y la guerrilla de las FARC, lo que sucede en el campo de combate está fuera de la mesa de La Habana hasta que se logre la firma de un tratado de paz efectiva y duradera.
“Así como tenemos la mano tendida al diálogo, también tenemos el garrote”, dijo el presidente Santos, una forma de expresar que el gobierno se puede sentar a negociar con quienes ya se encuentran entre las cuerdas. Terminar el prolongado conflicto no es tarea fácil si no es a partir de una salida negociada. Esto, Santos lo sabe y por esa misma razón es que se dio a la tarea de propiciar la paz, mientras que la guerrilla ya sabe que es iluso pensar que desde frentes y enclaves rurales cada vez más aislados se pueda ganar una guerra revolucionaria. Conocer los límites actuales llevó a ambas partes a negociar, sabiendo que siempre se lo hace desde relaciones de fuerza. Así hay que interpretar los últimos enfrentamientos, y no como avances estratégicos que vayan a construir una victoria sobre el enemigo.
Para dimensionar la importancia que tiene el proceso de paz, vale señalar los datos que el martes presentaran desde el Centro Nacional por la Memoria Histórica. Entre 1958 y 2012 se produjeron 220 mil víctimas fatales, mientras que 3 de cada 10 muertes en Colombia son producto del conflicto armado.
Todo esto recrudece a partir de la irrupción de diferentes conflictos sociales, que se están produciendo actualmente. A los campesinos del Catatumbo se le sumaron las protestas de los pequeños y medianos productores mineros, y un nuevo paro de los cafeteros es inminente. Es en tal sentido que la derecha agita la necesidad de ejercer mayor represión estatal, sin discriminar si se tratan de organizaciones sociales o grupos guerrilleros.
Duro revés. En el departamento de Arauca ubicado en el extremo norte de la Orinoquia, tanto como en Caquetá ubicada en el sur, las fuerzas militares perdieron el sábado 20 unos 22 soldados. Si bien se presume que fue la guerrilla quien les propinó ese duro golpe, ni las FARC ni el Ejército de Liberación Nacional (ELN) se adjudicaron los hechos, y al menos hasta la fecha no indicaron en sus respectivos portales de internet ningún comunicado al respecto.
En la vía que separa a los municipios de Tame y Fortul en Arauca, según informaciones y testimonios brindados principalmente por campesinos, se pudo precisar que se produjo un duro enfrentamiento que se prolongó por más de dos horas, en el cual perdieron la vida unos 17 militares, mientras que cuatro resultaron heridos y uno desaparecido. El portal del Ejército no dio cuenta de este combate por lo que algunas informaciones podrían resultar imprecisas. Lo que no caben dudas es que el hecho existió, ya que el oficialista diario El Tiempo dio la información, aseverando que fue una emboscada realizada por aproximadamente 80 guerrilleros de las FARC, mientras los militares se encontraban descansando. El presidente Santos se refirió a estos acontecimientos, asegurando que no descansarán hasta encontrar a los guerrilleros que produjeron los asesinatos. A pesar de todo, Santos aseveró que seguirá propiciando la paz. “He dicho en repetidas ocasiones: allá en La Habana estamos dialogando como si aquí no hubiese terrorismo. Atacar los tubos, atacar los puentes, afectar a la población civil, es terrorismo. Y aquí no tendremos ninguna contemplación en nuestra lucha contra el terrorismo”, dijo, pidiéndole a la fuerza pública “no dejar de disparar hasta que se llegue al final del conflicto” indicando luego que “les he dicho en el día de hoy al ministro de la Defensa, al comandante de nuestras Fuerzas Militares, al general Navas; al comandante de nuestro Ejército, al general Mantilla, y a los demás oficiales: no podemos bajar la guardia un solo milímetro. Hay que poner más tropas. Hay que ser más contundentes”.
Los militares abatidos en Arauca pertenecían al Batallón Especial Energético y Vial Número 14 dependiente de la 18ª Brigada del Ejército Nacional.
Mientras tanto, ese mismo día se produjo en el departamento sureño de Caquetá otro serio enfrentamiento, en el cual 4 soldados de la 12ª Brigada del Ejército resultaron muertos. Esto sucedió en el municipio de Doncella, y tampoco hubo al respecto partes militares de la guerrilla. En este caso, las fuerzas militares presentaron un comunicado en su portal de internet ofreciendo la información de los caídos, como también sobre las operaciones registradas.
El silencio de los grupos guerrilleros llamó la atención, ya que si bien muchos comunicados a veces tardan en aparecer en sus portales, hay otros que teniendo cierta actualidad, pero que no están referidos a los combates de Arauca y Caquetá, hacen alusión a los conflictos sociales en curso. Es de destacar que ni siquiera la agencia de noticias Anncol, que algunos consideran cercana al grupo guerrillero, se atrevió a adjudicar los hechos a algún grupo en particular. Anncol señalaba que podrían haber sido las FARC que a través del 10º Frente actúa en Arauca, o tal vez el ELN que tiene incidencia en esa región, o también quizás los dos grupos en forma coordinada, haciendo mención dicha agencia a una reunión que hace poco tiempo sostuvieron los máximos comandantes de ambas guerrillas. Tal vez este dato que destacan sea un buen indicador al respecto, ya que tanto Timoleón Jiménez como Nicolás Rodríguez Bautista de las FARC y el ELN, respectivamente, emitieron un comunicado conjunto el 1º de julio, tras conversaciones que sostuvieran durante el mes de junio en algún sitio de la montaña colombiana. Allí ambos grupos expresaban que “además de tratar, reflexionar y superar definitivamente diversos incidentes que condujeron en el pasado a contradicciones, distanciamientos y choques entre las dos fuerzas, abordamos diferentes asuntos de carácter estratégico para el futuro de la nación” destacando “la importancia de trabajar por la unidad de todas las fuerzas políticas y sociales empeñadas en la realización de cambios profundos en la sociedad, su economía, la política y la institucionalidad colombiana” enfatizando en “la importancia que tiene la Paz con Dignidad y Justicia Social para el futuro de la nación y el continente”. Con mucha fuerza ambos grupos se pronunciaban acerca de que “en Nuestra América soplan hoy poderosos vientos hacia la democracia, la soberanía, la justicia social, el buen vivir y la integración de nuestros pueblos. Los colombianos no podemos permanecer al margen de este proceso histórico hacia la definitiva independencia”.
Como es sabido el ELN no forma parte de la mesa de La Habana, pero las conclusiones a las que arribaron tras la reunión con las FARC que sí están en proceso de negociación con el gobierno, son un indicador de que ellos también estarían dispuestas a emprender un proceso similar, pero teniendo como primer interlocutor al grupo liderado por Timoleón Jiménez. La posibilidad de que ambos grupos lleguen a puntos de unidad resulta así también indicativa de eso que más arriba se señalaba, y que es que las negociaciones se realizan desde determinadas relaciones de fuerza. La irrupción el último tiempo de diversos conflictos sociales también juegan en el mismo sentido, ya que lo que en verdad está en debate en La Habana no es solamente la paz entre el gobierno y un grupo armado irregular, sino las causas estructurales de por qué hay conflicto armado. Esta coyuntura pone a prueba la voluntad del gobierno de Santos de proseguir con el proceso de paz, ya que los hechos dan muestra de que sin emprender ciertas transformaciones, esto resultaría inviable. Mucho más cómoda era la posición de un presidente como Álvaro Uribe que metiendo plomo y garrote, se eximía de abordar las razones del conflicto. En Colombia la derecha más recalcitrante instaló la idea de que la cuestión principal es la existencia de grupos de forajidos a los que hay que exterminar para terminar con el problema, y que los reclamos sociales o sindicales siempre son producidos por la incidencia que los grupos armados tienen sobre ellos. Esta caracterización dio pie a que la labor sindical, como la político-legal de los partidos de la izquierda, siempre fuera una tarea difícil de sostener, sin correr riesgos reales. El asedio que viene sufriendo el Alcalde Mayor de Bogotá Gustavo Petro, es una señal inequívoca de eso, y la posibilidad o no de continuar con su mandato, ya creó en la izquierda colombiana un alerta rojo, sobre la posibilidad real que ese sector tiene de poder gobernar. Algunos analistas sostienen que si Petro cayera, sería un duro revés para la mesa de La Habana, ya que las FARC comprobarían empíricamente que la participación política resultaría una simple quimera.
El presidente Santos hoy debe enfrentar un gran dilema, o profundizar la paz, abordando seriamente las causas concretas del conflicto, o dejar que se le venga encima la derecha más obtusa, encarnada por el Puro Centro Democrático de Álvaro Uribe, a menos que sobre el ex presidente se acelere la causa que lo sindica como patrocinante de los grupos paramilitares.


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