“Renunciamos irrevocablemente a las
preferencias arancelarias con que nos quería comprar EE.UU.”, dijo Correa.
La posibilidad de que el ex técnico de los servicios secretos
de la CIA Edward
Snowden recibiera asilo político en Ecuador, tal como se señalara en los
últimos días de junio, mostró un movimiento inverso por parte de cierto sector
del establishment que, aprovechándose de esa situación, pasó a la ofensiva,
intentando enrostrarle al gobierno de Rafael Correa el hecho de que la Ley Orgánica de
Comunicación sancionada el pasado 14 de junio resulta un atropello a la
libertad de expresión, e incluso a los parámetros de la democracia. Una campaña
orquestada principalmente desde organizaciones y medios externos, incitando la
resonancia interna. A esto se agregó, además de lo específico de la ley, la
renuncia unilateral de Ecuador a los beneficios arancelarios que EE.UU. les
brinda a los países que colaboran en la lucha contra el narcotráfico, y de
igual modo un llamado telefónico que el vicepresidente norteamericano Joe Biden
le realizara al mandatario Correa el viernes 28, un día después de la decisión
de la renuncia. Todos estos acontecimientos, enmarcados en la posibilidad del
asilo a Snowden, hicieron que desde los principales medios ecuatorianos se
intentara mostrar el aislamiento del país andino con respecto al mundo
occidental, no sólo por lo del topo de la CIA , sino también por estar alterando las reglas
de juego del ejercicio del periodismo, y haciendo peligrar la democracia.
Para tener un panorama más claro conviene ir por partes, pero vale subrayar que todo este movimiento del establecimiento ecuatoriano no sería posible más que desde esa lógica de obsecuencia y servilismo que da por sentado el hecho de que haya naciones ejemplares, y que por esa razón (nunca comprobable) tienen el derecho de tutelaje e intromisión en cuestiones soberanas.
El 14 de junio, por una amplia mayoría,la Asamblea se expresó a favor de la sanción de la Ley Orgánica de
Comunicación, que entre las principales normativas destaca la del reparto
equitativo de las licencias de radio y televisión, señalando la ley, que el 33%
será para medios privados, igual porcentaje para medios públicos, y el 34% para
medios comunitarios, haciendo que de esta forma se impida la concentración
monopólica. Si bien para las corporaciones mediáticas ésta no resulta una buena
noticia, el punto álgido en el cual se centró la crítica fue el Artículo 26,
conocido como “linchamiento mediático”, donde se expone que: “Queda prohibida la
difusión de información que, de manera directa o a través de terceros, sea
producida de forma concertada y publicada reiterativamente a través de uno o
más medios de comunicación con el propósito de desprestigiar a una persona
natural o jurídica o reducir su credibilidad pública”, quedando facultada la Superintendencia
de la Información
y Comunicación para disponer, previa la calificación de la pertinencia del
reclamo, medidas administrativas consistentes en que los que hayan producido y
difundido dicha información estén obligados a realizar una disculpa pública, y
además publicarla en el medio o medios de comunicación, en días distintos, en
el mismo espacio, programas, secciones, tantas veces como fue publicada la
información lesiva al prestigio o la credibilidad de las personas afectadas.
Paradójicamente, los primeros que salieron a fustigar la ley ecuatoriana fueron
los medios de Colombia y fue así que la Asociación Colombiana
de Editores de Diarios y Medios Informativos (Andiarios) expresó sus inquietudes,
a través de un editorial, considerando “que los gobernantes hagan uso del poder
de manera ilegítima o arbitraria para limitar o cercenar las libertades de
expresión y de prensa” resulta un atropello, ya que según ellos “en Ecuador, su
Presidente acude a medidas de toda índole para silenciar a la prensa”. Tras
esto, Diego Cornejo, director de la Asociación Ecuatoriana
de Editores de Periódicos, dijo que “viene un período muy complicado para la
prensa privada y para el periodismo independiente en Ecuador, viene una suerte
de totalitarismo informativo, que se va a plasmar un estado de propaganda en
Ecuador, donde quiere imponerse un solo punto de vista sobre la realidad, y ese
punto de vista es de la presidencia de la República ”. Por su parte, Carlos Lauría,
coordinador para las Américas del Comité para la Protección de
Periodistas, con sede en Nueva York, aseguró que la nueva ley “podría limitar
severamente la libertad de expresión. Su carácter ambiguo permite una amplia
discrecionalidad para imponer sanciones y abre las puertas para la censura
gubernamental a la prensa”, dijo, añadiendo que “finalmente establece uno de
los objetivos claves que tiene Correa bajo su mandato, que es silenciar a los
críticos de su gobierno”. Estas fueron algunas de las primeras declaraciones
públicas contra la ley de comunicación ecuatoriana, pero faltaba que sucediera
otra cosa para pasar a una ofensiva más frontal, y eso pasó el 24 de junio
cuando se supo que Edward Snowden pidió asilo a Ecuador. Ante la posibilidad
cierta de que esto sucediera, y teniendo en cuenta que el 27 de junio Ecuador
renunció de manera unilateral e irrevocable a las preferencias arancelarias o
Atpdea que otorgan los Estados Unidos por la colaboración en la lucha
antinarcóticos, se volvió a encender la mecha para nuevas operaciones de
prensa. “Nos han presionado con quitar las preferencias arancelarias a nuestro
país por el caso Snowden. Nuestra dignidad no tiene precio y renunciamos
unilateral e irrevocablemente a las preferencias arancelarias,” dijo el
presidente Correa por esos días, mientras que en un comunicado oficial el
gobierno expresaba que “Ecuador no acepta presiones ni amenazas de nadie, y no
comercia con los principios ni los somete a intereses mercantiles, por
importantes que éstos sean”.
Lo interesante de la nueva escalada mediática contra el gobierno ecuatoriano, a pesar de sostenerse en el posible asilo de Snowden, comenzó a tener ribetes sumamente heterodoxos en relación no sólo con el ex agente dela CIA , sino también con el
fundador de WikiLeaks, Julian Assange, quien desde hace poco más de un año se
encuentra asilado en la embajada ecuatoriana ubicada en Londres.
José Hernández, director adjunto del diario Hoy, de Quito, en un análisis publicado en ese periódico el pasado 7 de julio, expresó que tanto Assange como Snowden representan la voz de los que quieren terminar con el abuso del poder, en contraposición manifiesta con los que para él están ubicados en los antípodas de ese posicionamiento. Hernández sugiere que “el problema empieza cuando en esa ecuación, los fervientes amantes de la libertad hacen coro con Rusia, China, los mulás iraníes, los Castro, el inefable señor Maduro... O cuando creen que lanzadores de alertas, como Assange y Snowden, por atacar ciertas prácticas de Estados Unidos, defienden teocracias y dictaduras”, en las cuales también ubica a Rafael Correa.
En un editorial publicado en el diario colombiano El Tiempo, Moisés Naím dice: “Pese a sus vicisitudes, Julian Assange y Edward Snowden son muy afortunados. Al menos no son periodistas ecuatorianos. De serlo, sus circunstancias serían peores. También tienen la suerte de que el presidente de la nación agraviada por sus filtraciones sea Barack Obama y no Rafael Correa”.
Las operaciones conllevan también el entrevistar a personajes de otros países para expedirse contrala Ley
de Comunicación, y así lo hicieron para el diario El
Comercio de Quito tanto el ex presidente de Costa Rica y Premio
Nobel de la Paz Oscar
Arias, como también Alejandro Santos, director de la revista colombiana Semana. Ambos,
en notas publicadas a principios de este mes, son muy duros contra el gobierno
ecuatoriano.
Pero la cosa también llegó a Madrid, y en esa capital otro Premio Nobel, pero esta vez de literatura, el peruano Mario Vargas Llosa condujo allí el foro “Iberoamérica de cara al futuro: desafíos institucionales, políticos y económicos. El rol de los medios de comunicación”, siendo organizado éste porla Fundación Internacional
para la Libertad ,
que preside precisamente el autor de La ciudad y los perros. En el foro que se
realizó el 4 de julio en la capital española Vargas Llosa dijo con respecto a
la ley ecuatoriana que “es una ley que va a recortar enormemente la libertad de
expresión y el derecho de crítica. Es una ley que está dictada fundamentalmente
con el objeto de defender al Gobierno e inmunizarlo contra las críticas
independientes”, agregando luego que “todos los amantes de la libertad deben
ser sumamente críticos con lo que el Congreso ecuatoriano, desgraciadamente
bajo la influencia del presidente, acaba de aprobar”. Lo que no dijo es que la
libertad que más le interesa no es otra que la libertad de empresa.
Para tener un panorama más claro conviene ir por partes, pero vale subrayar que todo este movimiento del establecimiento ecuatoriano no sería posible más que desde esa lógica de obsecuencia y servilismo que da por sentado el hecho de que haya naciones ejemplares, y que por esa razón (nunca comprobable) tienen el derecho de tutelaje e intromisión en cuestiones soberanas.
El 14 de junio, por una amplia mayoría,
Lo interesante de la nueva escalada mediática contra el gobierno ecuatoriano, a pesar de sostenerse en el posible asilo de Snowden, comenzó a tener ribetes sumamente heterodoxos en relación no sólo con el ex agente de
José Hernández, director adjunto del diario Hoy, de Quito, en un análisis publicado en ese periódico el pasado 7 de julio, expresó que tanto Assange como Snowden representan la voz de los que quieren terminar con el abuso del poder, en contraposición manifiesta con los que para él están ubicados en los antípodas de ese posicionamiento. Hernández sugiere que “el problema empieza cuando en esa ecuación, los fervientes amantes de la libertad hacen coro con Rusia, China, los mulás iraníes, los Castro, el inefable señor Maduro... O cuando creen que lanzadores de alertas, como Assange y Snowden, por atacar ciertas prácticas de Estados Unidos, defienden teocracias y dictaduras”, en las cuales también ubica a Rafael Correa.
En un editorial publicado en el diario colombiano El Tiempo, Moisés Naím dice: “Pese a sus vicisitudes, Julian Assange y Edward Snowden son muy afortunados. Al menos no son periodistas ecuatorianos. De serlo, sus circunstancias serían peores. También tienen la suerte de que el presidente de la nación agraviada por sus filtraciones sea Barack Obama y no Rafael Correa”.
Las operaciones conllevan también el entrevistar a personajes de otros países para expedirse contra
Pero la cosa también llegó a Madrid, y en esa capital otro Premio Nobel, pero esta vez de literatura, el peruano Mario Vargas Llosa condujo allí el foro “Iberoamérica de cara al futuro: desafíos institucionales, políticos y económicos. El rol de los medios de comunicación”, siendo organizado éste por
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