Macri, Scioli, De Narváez,
Capriles o Piñera son el fiel testimonio de un sector de la sociedad suramericana
que impugna el activismo social y la formación ideológico- política, deslizándose
sobre un territorio esencialmente despolitizado, en el cual predomina una
estética no militante.
El marketing dio lugar en
Latinoamérica a un nuevo estereotipo de actor político, abarcando un amplio abanico
en donde las nuevas derechas se sienten plenamente reflejadas. Este nuevo sujeto
debe ser lo menos parecido a lo que siempre caracterizó a un dirigente político.
Las sucesivas crisis de representatividad mucho tienen que ver con este modelo,
y los medios hegemónicos no son ajenos a esta construcción, más emparentada a
la sociedad del espectáculo, el consumismo, el deporte, y toda una variada
constelación a la cual el sentido común marca como deseable.
El nuevo sujeto protagónico,
es preferible que no provenga de la política, tiene que ser un empresario
exitoso, un deportista, alguien del ambiente artístico, debiendo conservar
todos los modos de sus anteriores actividades. Hablar poco sobre estrategias,
si alguna vez conoció alguna que no sea de marketing, sacarse fotos con los
famosos, salir en las revistas que no son precisamente de política, responder con
eslóganes, y realizar sus actividades con todo un cotillón de fiestas, donde haya
serpentinas y globos amarillos, anaranjados, o fucsia.
El advenido al mundo de la
gestión estatal, se acerca para realizar una carrera política, y quisiera
dirigir la sociedad como un showman, un Tinelli en el Estado. La existencia de
esta clase de estereotipos sólo se justifica por la supervivencia de un rechazo
social a la política misma, que debiera revertirse profundizando el combate
cultural, y generando espacios de militancia crítica.
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