La sociedad industrial
impone una condición ineluctable, a saber: el que produce, debe estar despojado
de los medios con los cuales lo hace. El obrero no puede ser nunca dueño de la
maquinaria, sino solamente saber utilizarlas, saber hacer. Esta es la condición
para que el propietario de esos medios, pueda vivir sin trabajar, utilizando
para sí, la fuerza laboral que compra en las condiciones que casi siempre
impone, a través de la ley o de la fuerza. La puja entre capital y trabajo es
la constante de la sociedad que emergió en Europa a fines del S. XVIII y que luego
se extendió por todo el planeta. La arbitrariedad patronal tiene su fundamento,
y es su propia rentabilidad.
Hoy recordamos la gesta
heroica de aquellos trabajadores que hace 126 años, peleaban en Chicago por la
reducción de la jornada laboral a 8 horas. Sin lucha, la balanza se desajusta,
tiende a que las condiciones laborales lleguen a un límite parecido a la
esclavitud. Pero la historia demostró que el maniqueísmo patronal es una
distopía inviable, ya que la dignidad resiste.
En los hechos, todas las
riquezas construidas de la sociedad, son obra de los trabajadores, y ahí radica
su fuerza, aunque “combatiendo al capital” sin la existencia de un Tercero, de
una “instancia Otra”, la dualidad inevitablemente se transforma en una
encerrona trágica. La revuelta obrera tuvo en sus inicios a la asociación como
su principal herramienta: el nacimiento de las uniones y los sindicatos, pero
esto era incipiente. Luego los partidos, incluidas las internacionales, y en la
realidad latinoamericana un elemento completamente original: el Estado.
Toda la etapa neoliberal
estuvo signada en nuestro país por la precarización, la flexibilización, el
desempleo, la pérdida de conquistas y la mayor burocratización de las
organizaciones gremiales, provocando una escisión creciente entre las
direcciones y sus bases, muchas de las cuales ni siquiera llegaban al derecho a
estar representadas sindicalmente. El desempleo constituyó el núcleo duro de la
desarticulación de la fuerza obrera, y el chantaje explícito para disciplinar a
los que conservaban un empleo.
Este 1ro de Mayo de 2012,
nos encuentra en una situación diferente, con un incremento de la fuerza
laboral, con la creación de miles nuevos puestos de trabajo, con la negociación
colectiva, con la posibilidad de generar una Argentina industrializada, y si
bien esto es el resultado de la resistencia popular, la existencia de un Estado
que es capaz de arbitrar la puja distributiva, resulta esencial.
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