La nueva oleada de gobiernos neoliberales
en la región pone en jaque a un organismo creado para fortalecer la
integración, defender la democracia y poner un freno a la avidez de los
mercados. El papel de los Estados Unidos.
Nota
Socompa
El 23 de mayo de 2008 se aprobaba en
Brasilia el tratado constitutivo de la Unión de Naciones Suramericanas
(Unasur). Era el corolario justo de una realidad que se desplegaba a lo largo
del continente y que tenía como antecedente reciente la conformación en 2004 de
la Comunidad Suramericanas de Naciones como una ampliación de organismos
ya existentes como el Mercosur y la Comunidad Andina. El nuevo bloque tenía
como principales elementos de cohesión la necesidad de integrar a la región y
fundamentalmente promover la autonomía en cuanto a la resolución de conflictos
sin la interferencia de actores externos. También crear una arquitectura
financiera propia que no permita dejar a la intemperie a los diferentes países
ante las inclemencias del mercado mundial.
Desde la firma del tratado constitutivo, la Unasur
comenzó a tener cierta relevancia en el escenario político, sobre todo por
haber intervenido de manera efectiva en algunos conflictos desatados en la
región. Es de destacar la incidencia del organismo ante el intento
desestabilizador que se produjo en la media luna boliviana en 2008, el debate
sobre las bases militares estadounidenses en Colombia, el respaldo al
presidente ecuatoriano Rafael Correa ante la asonada golpista en 2010, la
mediación en el conflicto de Colombia con Venezuela y Ecuador alcanzando que
esos países restablezcan relaciones diplomáticas. Posteriormente tuvo gran
incidencia en la promoción de un acuerdo de paz entre el gobierno de Colombia y
la guerrilla de las Farc y el conflicto por la salida al mar para Bolivia.
Hoy a partir de la llegada de diversos gobiernos
neoliberales al continente se produjo un abandono orquestado del organismo con
la intención de decretar su perennidad. En abril de este año varios países de
la región: Argentina, Brasil, Colombia, Chile, Paraguay y Perú se alinearon en
una posición crítica contra el organismo y suspendieron su participación.
Recientemente el nuevo presidente de Colombia Iván Duque presentó su renuncia a
Unasur con el pretexto de que no está condenando a la “dictadura” venezolana.
En diciembre de 2014 se estrenó en Ecuador la suntuosa
sede del organismo situada en el Complejo Mitad del Mundo ubicada a 14 km de
Quito. Hoy el actual presidente ecuatoriano Lenin Moreno a pesar de mantener a
su país en el bloque está pidiendo que devuelvan el edificio para hacer ahí una
universidad intercultural. Antes había solicitado que el busto del ex
secretario general Néstor Kirchner sea sacado del lugar aduciendo que alguien
comprometido con la corrupción tal como es detallado en los famosos “cuadernos
de las coimas” no puede permanecer en el lugar. De hecho hoy Unasur está
compuesta por Uruguay, Ecuador, Bolivia y Venezuela. Los dos primeros en
actitud contemplativa y algo crítica.
Interior de otros mundos
Abunda la idea de que la integración latinoamericana o
más precisamente suramericana tiene como causa el descuido estadounidense por
su “patio trasero”. Si bien esto no deja de ser cierto poco se dice sobre la
incidencia sustantiva de los nuevos actores globales hegemónicos a partir de la
primera década de este siglo: China y Rusia. La incidencia comercial
principalmente de China en nuestro continente llegó a ser dominante. El gigante
asiático es el principal socio comercial del gigante suramericano Brasil. Este último
además es parte del estratégico clúster Brics (Brasil, Rusia, China, India y
Sudáfrica). Sin entrar en la consideración sobre si para desplazar a un enemigo
puede uno aliarse o no con otros actores aunque sea riesgoso, hay que decir que
en el pensamiento de los fundadores de Unasur estaba también la idea de ir
suprimiendo paulatinamente toda incidencia estadounidense en cuanto a bases
militares, cooperación y logística. El aprovechamiento de conflictos interpares
en la región siempre fue la excusa perfecta para que EEUU se inmiscuya en
asuntos internos. También lo es su guerra santa contra el narcotráfico y el
terrorismo. EEUU hoy no tiene una agenda comercial importante con la
región, pero lo que sí no descuida es el tener apuntaladas a las diversas fuerzas
de seguridad y militares para asegurarse el control estratégico de los grandes
recursos naturales y trasladar al territorio continental la nueva guerra fría
que lleva adelante contra China y Rusia. Un organismo como Unasur sería un
impedimento serio para llevar adelante esa política. Por lo contrario necesita
la subordinación exclusiva de las seguridades nacionales a su órbita tanto
ideológica como armamenticia expresada en agendas concretas.
De todos los intentos anteriores de
integración continental podemos decir que éste fue el que más esperanzas
despertó tanto por su duración temporal como por la incidencia concreta que
tuvo ante determinados conflictos.
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