En la realidad política
no es lo homogéneo lo que perdura. Es justamente lo contradictorio, lo
heterogéneo lo que sí tiene vitalidad. De otra forma no podría entenderse la
supervivencia del peronismo. En él sobreviven diferentes tendencias históricas,
todas amoldadas a un estricto y gramsciano “teorema de las proporciones
definidas”. La derecha y la izquierda,
los avanzados y los retardatarios, los traidores y los arribistas, el borracho
y el perro; siempre en una proporción definida en cuanto a cuánta dirección y
cuánta base, siempre verticalizada. Las bases en el peronismo casi siempre
esperan las órdenes, a menos que quienes deban darlas, se encuentren fuera del
radio de actividad. La resistencia peronista con el líder en el exilio, no
esperaba, se autogestionaba. Uno esperaría igual conducta de los autoconvocados
K, qué no caigan en obedecer o encolumnarse con dirigentes dudosos.
Muchas de las
diferentes posiciones encontradas, casi siempre tienen su referencia en el mismísimo
Perón, y de ahí cómo el líder aunaba lo diferente. Desde su surgimiento en la escena política
Juan Domingo Perón se enfrentó a diferentes coyunturas, con determinados aliados
en determinadas situaciones, cambiando planes y aliados de acuerdo a sus
previsiones tácticas. No siempre acertó, y eso por ejercer una conducción
algunas veces solitaria y siempre demasiado vertical. No siempre, sus supuestos
seguidores lo hicieron de forma acorde a la denominada “lealtad”. No pocas
veces se impusieron las interpretaciones, una hermenéutica del decir del líder,
para justificar el accionar autónomo. Hay un peronismo de los trabajadores,
otro de los burócratas (sindicales y políticos), un peronismo de los doctores, otro
de los empresarios, incluso hubo un peronismo militar, pero en su mayoría un
peronismo arraigado en las masas populares. Hay un peronismo libertario y otro
que siempre está dispuesto a negociar con los poderosos su integración. Cada vez que se pone en marcha una
reestructuración todos esos sectores quieren conducir. La derecha nunca dejó de
tomar partido con respecto a quiénes deben conducir y de qué forma al
peronismo. Para eso contó siempre con ese sector especulador. La izquierda en
su gran mayoría se priva de hacerlo debido a un rasgo inercial de infantilismo.
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