El balotaje que
se realizará el próximo 22 de noviembre generó un gran debate en el seno del
más amplio campo de la izquierda. Eso es lo que se percibe en las redes
sociales. Suponer que lo que divide la opinión es si votar a Scioli o en
Blanco, oscurece la percepción de lo que se debate.
La izquierda, y
cuando me refiero a ella lo hago de la manera más amplia posible, hoy se
encuentra en una de esas encrucijadas históricas que no se dan muy seguido. Si
desde su nacimiento el peronismo representó su principal competidor en relación
a la representación de una misma base social, hoy al igual que en 2001, la
fuerza política nacida en el 45 se encuentra en una gran crisis.
La izquierda
percibe eso y ahí hay que focalizar el debate. Si el voto divide es porque se
vuelven a repetir viejos dilemas, como por ejemplo qué hacer con gran parte de
la militancia de base peronista y ahora con las expresiones más interesantes
del arco kirchnerista. Lo nuevo es también qué posición tomar en relación a las
experiencias más avanzadas del continente. La izquierda más abstracta pone en
un mismo lugar a los gobiernos de Bolivia o Cuba, con los de Colombia o Paraguay.
Pero
principalmente el gran debate es si la izquierda está dispuesta a dejar atrás
viejos sectarismos y dogmatismos, que en lugar de acercarla al pueblo
trabajador, la dejaron siempre en un lugar de aislamiento; y comenzar un
proceso de acumulación que la transforme en una fuerza política de masas y con
vocación de poder. Esta situación propicia para la izquierda es invariable gane
quien gane en el balotaje.
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