A lo largo de la historia de la Argentina, con la salvedad de
algunas coyunturas y procesos fugaces, nunca se pudo vivir colectivamente de
una forma óptima. La dependencia, el atraso relativo, el desarrollo desigual,
las interrupciones, la sensación de que nada es para siempre; muy propio de la
realidad continental; nos aleja considerablemente de un modelo capitalista como
el que siempre nos quisieron imponer desde las grandes metrópolis. Un modelo
que es principalmente ideológico, porque no se condice con la realidad en la cual
estamos insertos. Más allá de cualquier narrativa revolucionaria, lo que
siempre empujó a las grandes masas argentinas a luchar, fue el de pretender ese
modelo del bienestar capitalista. Los lapsos fugaces de nuestra historia
hicieron de esa ilusión su principal paradigma. Si bien uno desearía la ruptura
del orden capitalista para comenzar a construir una nueva sociedad que aspire a
ser de iguales, esas coyunturas especiales señaladas pueden haber producido
aunque sea una ilusión de mínima, que si se hubiera producido nos permitiría
soñar con más. Ni el peronismo del 45- 55, ni el del 73-76, ni el retorno de la
democracia, ni tampoco el kirchnerismo en 12 años, pudieron revertir la
estructura dependiente del capitalismo argentino. Es decir poder dar vuelta un
modelo productivo principalmente exportador de materia prima, por otro de
sustitución de importaciones de productos manufacturados e industriales, que
termine con una estructura agraria primitiva y pueda desarrollar una pujante
industria. Nunca pudimos salir del lugar que los imperios nos asignaron en la
división internacional del trabajo.
La pregunta que subyace, es si alguna vez se podrá. La respuesta a ese interrogante la tienen las grandes masas populares argentinas, pero convengamos que hace falta además un interlocutor válido para ello, que pueda funcionar como un intelectual colectivo que sistematice todas las experiencias realizadas, y que ello le permita al conjunto pararse de otro modo.
La pregunta que subyace, es si alguna vez se podrá. La respuesta a ese interrogante la tienen las grandes masas populares argentinas, pero convengamos que hace falta además un interlocutor válido para ello, que pueda funcionar como un intelectual colectivo que sistematice todas las experiencias realizadas, y que ello le permita al conjunto pararse de otro modo.
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