En el juego de
naipes más popular: el truco, es posible mentir mientras nadie sabe las cartas
que se tienen en las manos. Se puede cantar el vale cuatro o la falta envido,
pero cuando las cartas están echadas, es decir dadas vueltas, visibles para
todos los que juegan, puestas sobre la mesa, ya “no hay tu tía”. O tenés 33 del
tanto, o el ancho de espada, venció al de bastos. Mientras tanto se puede jugar
a ese truco tan común en las sociedades posmodernas, que es la simulación y el
simulacro. Sin dudas la mejor forma de mostrar que las cartas son las
correspondientes es la gestión misma. Esa clase de demostraciones son realmente
contundentes. De todas formas, no existe gestión que no intente resaltar lo que
ni siquiera pudo llevar adelante. La apatía de gran parte de la ciudadanía es
un poco producto de ello, y a su vez es la condición de posibilidad de una zona
de malentendidos.
Éste cómo todos
sabemos es un año electoral. Y no de esos en los que se eligen legisladores y
concejales nada más. En 2015 se elegirá el nuevo presidente, los nuevos
gobernadores y localmente los nuevos intendentes. Por eso 2015 no es cualquier
año.
Desde el pasado
20 de junio ya se sabe cómo estarán constituidas todas las listas que participarán de las
Elecciones Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (Paso) que tendrán
lugar el 9 de agosto. Ellas serán el primer termómetro que indicará para qué
lugar podrá moverse el amperímetro en las elecciones de octubre. Probablemente
sean un fuerte indicador de sí cabe o no,
la posibilidad de una segunda vuelta en cuanto a la elección del nuevo
presidente. Tras bastante tiempo de especulaciones, sondeos, negociaciones,
acuerdos y desacuerdos; ya es posible saber quiénes serán parte de las
diferentes listas para precandidatos a presidente, gobernadores, intendentes,
legisladores nacionales y provinciales, y concejales en los distritos.
Tal como si se tratara
de una fiesta muy significativa, nadie de los que son parte de las diferentes
organizaciones políticas, quería quedar afuera. Por esa misma causa algunos
intentaron hacerlo yendo primero con tal invitado especial, y viendo luego que
no podían de esa forma, pasaron a engrosar las tarjetas de otros invitados a la
fiesta. Lo cierto es que hubo diferentes pasajes, de una fuerza a otra y se
produjeron algunas alianzas atípicas.
Tras el cierre de
las listas, el director de El Correo Gráfico
Omar “Copper” Zuccarini, se hizo algunos interrogantes en el programa radial,
acerca de todos estos movimientos en el seno de las organizaciones políticas,
considerando de alguna forma si la posibilidad de constituir diferentes frentes
y alianzas no representa de alguna forma la supresión gradual de las
principales identidades políticas. Copper de alguna forma emparentaba todo esto
a la supresión de las razas puras a través del mestizaje y observando que en
ese proceso, pareciera que las ideologías se fueran licuando. Atento a esa
pregunta, este cronista consideró que la cosa debería ser a la inversa, y que
es justamente la existencia de ideologías blandas la que lleva a unidades poco
convencionales, como también a pasarse de una opción electoral a otra, sólo
para poder llegar a entrar en la fiesta. Pero para entender o al menos intentar
explorar estos fenómenos de la política, vayamos por parte.
Desde los años
noventa, no sólo se declamó el fin de las ideologías, también se lo practicó en
lo referido a la política. Desde allí comenzó a hablarse de gestión, casi como
si un candidato o una fuerza que se proponen para gobernar, lo hicieran como
una empresa que se postula para realizar determinados trabajos, como si fuera
un llamado a licitación. De hecho la política en estas sociedades, si bien es
un hecho público, algo que nos incumbe a todos, fue convirtiéndose en un
espacio reducido al cual no todos tienen acceso. De derecho sí pero de hecho
no. Esa es una de las causas principales para entender la apatía de gran parte
de los ciudadanos, que ven a la política con malos ojos, y hasta la consideran
una mala palabra. Esto sin dudas en los últimos años cambió bastante, pero esa
marca persigue a las coyunturas.
Recordemos que en
diciembre de 2001, hace apenas poco más de una década, se produjo en la
Argentina la mayor crisis de gobernabilidad, plasmada en una escasa
representatividad y en una casi nula legitimidad. “Qué se vayan todos” fue la
consigna de ese momento, que terminaba con un “Qué no quede ni uno solo”. Para
entender diciembre de 2001 hay que remontarse a las elecciones de medio término
que tuvieron lugar dos meses antes. Ya parece historia antigua, pero no lo es.
En las legislativas de 2001 hubo un gran vencedor, se llamó el “Voto Bronca”.
La gente ponía la foto de Bin Laden o Siete Sacos en el sobre, o votaba en
blanco o ni siquiera fue a votar. Ni la gobernante Alianza ni el entonces
opositor Partido Justicialista pudieron zafar de esa hecatombe. En diciembre el
por entonces presidente radical Fernando de La Rúa, huía de la Casa Rosada en
helicóptero. El 2 de enero de 2002 sería nombrado Eduardo Duhalde como
presidente interino. Desde el 20 de diciembre a esa fecha habían dimitido ya 3
presidentes. El 26 de junio se iría a producir la Masacre de Avellaneda en la
cual fueran asesinados los militantes Darío Santillán y Maximiliano Kosteki.
Por ese entonces el diario Clarín titulaba “La crisis se llevo nuevas muertes”.
Si hacemos un raconto de lo sucedido en aquel tiempo es porque no se podría
entender de ninguna otra forma la llegada de Néstor Kirchner a la Rosada en
2003, ni tampoco entender muchas de las políticas que comenzó a llevar
adelante. Lo cierto es que las identidades partidarias estaban partidas e
incluso debilitadas. La Unión Cívica Radical por ejemplo había sucumbido ya al
tercer lugar en el podio de los partidos, en el 95, cuando hizo su debut el
Frepaso con la fórmula Bordón- Chacho Álvarez quedando esa fuerza en el segundo
lugar. El radicalismo se había recompuesto algo uniéndose precisamente a esa
fuerza del centroizquierda para conformar la Alianza en el ‘97, pero después de
eso quedó completamente debilitada. Por su parte el peronismo en 2003 iría a
marcar su primera vez electoral en tres opciones diferentes. Ya no se trataba
de no sacar los pies del plato, ahora había tres platos: el Frente para la
Lealtad de Carlos Menem, el Frente para la Victoria con Néstor Kirchner y el
Frente Movimiento Popular con Adolfo Rodríguez Saá. Esa fractura del peronismo,
nunca se resolvió. Es más muchas de las fracciones peronistas anti K se pasaron
a otras opciones como lo es ahora el Frente Renovador, e incluso los peronistas
que anidan en el Pro o se aliaron a él, como el Momo Venegas, Carlos Reutemann
y Cristian Ritondo. La existencia actual de 5 centrales sindicales
diferenciadas, no es para nada ajena a la fragmentación política.
La apuesta de
Néstor Kirchner a la construcción de una fuerza transversal obedecía en primer
lugar a esa crisis de los partidos políticos, pero si bien pudo ir articulando
un frente bastante amplio, esa experiencia aún no pudo romper el anclaje en
fuerzas tradicionales.
Vale señalar que
en el actual proceso latinoamericano, la gran parte de las fuerzas que
gobiernan bajo el sello del progresismo son fuerzas que emergieron en el
proceso mismo. La Alianza País del presidente ecuatoriano Rafael Correa, el
Partido Socialista Unido de Venezuela que fundó el comandante Hugo Chávez o el
Movimiento al Socialismo que conduce el mandatario boliviano Evo Morales. El
Siglo XXI de alguna forma recién comienza, promediamos la segunda década. En la
Argentina al igual que en el resto del continente se están dando cambios que
nadie imaginaba hace no mucho tiempo atrás. En ese camino lo nuevo superará a
lo viejo. Es una ley histórica.
Nota para El Correo Gráfico
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