Cuando quien
escribe descubrió a Jacques Lacan, y posteriormente a los diferentes popes de
la pléyade estructuralista, es cuando se acordó de algo que había escuchado en
una clase de filosofía del secundario, a saber que, todo pensamiento –según Hegel-
está construido con palabras.
Para ser más
precisos con los tiempos, podemos decir que quien escribe tiene 61 años.
Escuchó decir la frase de Hegel a los 17, y se encontró con Lacan a los 28,
cuando la labor de analizante le demostró que la experiencia de Freud era tan
científica como la de Marx, Lenin y Mao que quien escribe conocía desde su
adolescencia. Decir 28 años es hablar del ocaso de la dictadura cívico- militar
argentina. Digamos que en el ’82. Un sobreviviente que si no fue aniquilado por
las armas y la violencia de los aparatos represivos del Estado, debía al menos
salir del aniquilamiento que producen los aparatos ideológicos del Estado. Esa
salida fue con el psicoanálisis. Esta perorata autorreferencial sólo sirve para
darle un contexto a lo que acá se intenta subrayar, aunque quien esto escribe
da por sentado que no es el único ejemplar de lo acá se intenta decir. Al menos
es lo que cree.
Desde esos
tiempos señalados, la idea de que toda idea es construida sólo con
significantes perduró hasta no hace tanto. Podemos decir que hasta algunos
meses atrás. Obviamente que hablamos de lo más reciente. Y todo esto a pesar de
haber leído no pocas veces que en la enseñanza de Lacan “No todo es
significante”.
Marx y Freud. Lacan y Althusser.
Según la
espléndida lectura que hizo Louis Althusser sobre Marx, vale señalar que la
ideología, es decir el edificio de la superestructura (Überbau), a ésta no hay que entenderla como un mero artificio, sino como algo que
se despliega en la realidad social de forma tan material como la economía, esa
que Engels muy bien señala en su carta a J. Bloch, es aquello que es determinante
sólo en última instancia.
En La interpretación de los sueños (Die Traumdeutung), Freud realiza una elaboración muy
interesante acerca de lo que él denomina el trabajo de sueño (traumarbeit). El sueño, lo que nos
visita luego de la vigilia es algo que se elabora mientras ella reina. Sólo que
se ordena de acuerdo a otros parámetros y a otros códigos. Freud dirá que son
los del principio del placer (lustprinzip).
El trabajo del sueño recopila todos esos elementos de la vida diurna y los articula,
les da tiempo. Esa es la tarea del sueño, y el material resultante, es ese
fragmento discursivo que Freud considera elemental para el análisis y que a su
vez considera como la realización del deseo. No ahondaremos sobre esto, sólo
señalar el valor fundante de la articulación de los significantes para entender
que el sueño es una construcción discursiva que no necesariamente debe coincidir
con lo que el Yo consciente considera como tal.
En la clínica psicoanalítica lo que vale
es la verbalización del sueño, es decir poner en palabras, lo que en lo onírico
fueron secuencias. Pero vale preguntarse si todo lo que se recupera de ello es
¿significante?
Hoy hay que preguntarse si todo lo que
nos rodea puede verbalizarse. En otros términos habría que ver qué relación
tienen con nuestros pensamientos, elementos ajenos a la lengua -pero no al
significante-, como lo son la topología o la lógica matemática. En algunos
casos imposibles de verbalizar.
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