2015/01/15

La apuesta del pensamiento

El sentido común, eso que Marx ubicó en una de las dos partes de la superestructura (Überbau)  y a lo que se conoce también como ideología, no es un pensamiento, al menos no en el sentido clásico de lo que así se denomina. Es una secuencia de órdenes, de claves, de códigos de comportamiento y convivencia. Pero no es una sistematización rigurosa de ideas y representaciones. Tal vez bien vale emparentar esta idea esbozada con lo que Jaques Lacan denominaba el Sujeto-Supuesto-Saber. El psicoanalista francés denominaba así al efecto que a partir de la transferencia, se produce en análisis y hace que el sujeto en análisis le suponga un saber al destinatario de su decir. Lacan ubicó la escucha analítica en lo que él llamaba el lugar del Otro (Autre). Desde ese lugar el analista durante el transcurso del análisis, a través de la escucha y la interpretación, produce esa “otra escena” que lleva el nombre de inconsciente. El supuesto saber que irrumpe en análisis es un efecto residual. Es la racionalización de todos esos elementos que fueron a parar al basural de la lógica, a saber: el sueño, el chiste, el lapsus, el acto fallido… El paciente puede descubrir elementos que le pasaban desapercibidos, aprende a escucharse en esa otra escena, que el analista interpreta, y que él mismo logrará decodificar a partir de la experiencia misma. Lacan en cierta forma fue escéptico con respecto a las sorpresas que Freud tuvo en el lapso del descubrimiento del inconsciente, y a eso que se elabora en análisis Lacan se animó a no denominarlo “Saber” sino “Supuesto- Saber” . El gran Otro, el principal destinatario de todos los mensajes de los sujetos hablantes, si bien históricamente podía haber sido equiparado a Dios, y por ende haber sido un Otro completo y sabio, para Lacan se transformó en Otro barrado, un sitio que si bien puede mostrar cierta consistencia, ella no deja de ser  una supuesta consistencia. El Otro lacaniano, no deja de ser una totalidad paraconsistente, es decir una estructura caracterizada por no alcanzar la completud. Todo este rodeo sobre Lacan sirve para esbozar una primera aproximación hacia el sentido común, como uno de los dos elementos de lo que Marx llamaba superestructura en la denominada metáfora del edificio. El mismo estaba constituido por dos elementos, la infraestructura y la ya mencionada superestructura. La primera era lo que Marx (y Engels) denominaba como “determinante en última instancia”, mientras que la segunda estaba compuesta de dos instancias diferenciadas. La ideología ya mencionada, y la superestructura político jurídica. Tal vez si Marx no se hubiera formado en sus primeros tiempos  a través del hegelianismo, es probable que hubiese realizado una estructura de tres instancias, y no de dos. De todas formas esta suposición es parte de otras elaboraciones. Por ahora seguiremos concentrados en esa parte de la superestructura denominada ideología. La metáfora del edificio en el cual habitan varios elementos, pero en la cual uno de los elementos es determinante en última instancia, marca a las claras la autonomía relativa de las partes, y a su vez la unidad diferenciada del Todo. Althusser lo señaló, pero está claro en la Ideología Alemana que lo que tanto Marx como Engels llamaban ideología: “no tiene historia”. Toda la historia de despliega a partir de lo que determina en última instancia. La historia de los modos de producción, del desarrollo de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción. Pero si se entiende que el materialismo histórico no es parte de un planteo dualista, sino integral, entonces valdría resaltar que la ideología tiene la historia de lo que la determina (en última instancia), aunque no tenga historia propia.
Es probable que lo que corresponde en la Überbau a la ideología, tal vez tenga su correspondiente en la infraestructura. Desarrollar este punto puede ser el aporte más importante que podría hacer el psicoanálisis al marxismo. Hace más de tres décadas quien escribe suponía algo así como una economía pulsional. En 1988 me sorprendió leer a Slavoj Zizek hablar de una determinación del goce. Era una aproximación del mismo estilo. De todas formas ése es un abordaje diferente o al menos diferenciado, ya que lo que se está tratando de explicitar es la secuencia significante del sentido común. Obviamente que si todo ello se despliega en una misma totalidad, se mezclan, se confunden, forman parte de un mismo objeto.
Partíamos de la premisa de que la ideología no es un pensamiento, sino más bien un supuesto pensamiento; aunque ello no implique que no tenga consecuencias. Todo lo contrario, impone una normativa, un menú de lo que hay que hacer, y ello bien se articula con las satisfacciones pulsionales, las predetermina. Esas satisfacciones son lo que se debe alcanzar. No debe preguntarse  por qué. Eso es así. Es la eficacia de la ideología. Ella se realiza siempre que se niegue a sí misma como eso, como ideología.

El sentido común siempre tuvo algún desarrollo en la filosofía. Lo que habría que precisar es que eso es sólo posible en cierto estado de crisis. Tanto para acondicionar el sentido común deslegitimado como para construir uno nuevo. La apuesta del pensamiento…

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