La muerte del dictador genocida,
en primer lugar a uno le produce reacciones espontáneas como decir que fue un
gusano, que si Satanás existiera lo recibiría en el Averno; pero eso es lo
espontáneo, casi como suponiendo que él fue el Malo, separando de esa forma Bien y Mal tal cual
lo hace el sentido común, la ideología dominante.
Obviamente no hay que dejar de putearlo, ni escatimar esfuerzos para que haya Memoria, Verdad y Justicia, pero hay
que saber que Videla hizo lo que él pensaba que era correcto, él se puso a la
cabeza de la defensa de la más rancia ideología oligárquica argentina, de los intereses
de su clase, no traicionó a nadie. Asesinó o mando asesinar creyendo que era lo
necesario, y por eso nunca se arrepintió. Al enemigo no hay que subestimarlo,
hay que observarlo, conceptualizarlo, encontrarle sus flancos débiles sabiendo
cuáles son los fuertes. Sino, no morirá nunca, y la batalla del Pueblo por su
emancipación sería una simple quimera.
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