2013/05/26

Colombia- Un año por delante de idas y vueltas electorales

Colombia. Los precandidatos a las elecciones presidenciales de 2014 juegan todas sus cartas para establecer alianzas y frentes que los coloquen en el poder. Mientras tanto, tambalea el proceso de negociaciones con las FARC.

Camino sinuoso. La agenda electoral está marcada por las negociaciones de paz con las FARC.

Durante la semana pasada se cumplieron seis meses del inicio formal del proceso de paz en Colombia, que viene sosteniendo el gobierno del presidente Juan Manuel Santos con la guerrilla de las FARC en la mesa de negociaciones establecida en La Habana. El mismo genera entusiasmo desde ambas partes a pesar de cierta lentitud, lo que debiera considerarse natural y verosímil, ya que se trata de resolver un problema que data de varias décadas. Y si bien este proceso despierta simpatías en las diferentes naciones suramericanas, e inclusive recibió la bendición del Papa Francisco, cuando éste recibió a Santos en el Vaticano, pareciera que su futuro dependiera más de las contiendas sectoriales al interior de Colombia, que es donde se viene dando una difícil y entramada partida de ajedrez político que podría hacer tanto fracasar el proceso como llevarlo a buen término.
Si se pensara que un conflicto armado que data de sesenta y cinco años fuera el resultado de la malicia y del capricho de quienes se enfrentan, entonces la solución al mismo indudablemente tendría que ser el aniquilamiento de una de las partes por parte de la otra o, en todo caso, que uno de los contendores se arrepienta arrodillándose ante su enemigo y que, a pesar del gesto, sea pasado igualmente por la guillotina, tras firmar previamente que acepta que su destino será el Averno. Sin dudas un conflicto no es parte de pensamientos mágicos ni hechos fantásticos, aunque una de las partes para legitimarlo, intente hacerlo pasar por eso. El conflicto armado colombiano tiene importantes sellos tanto geopolíticos como geoestratégicos, y es por esta misma razón que no debiera ser un tema menor en la agenda suramericana, en un tiempo donde el continente intenta plantarse ante el tablero global de una forma que nunca antes pudo hacerlo.
Por su situación geográfica, Colombia es la entrada por tierra al continente, y en un abanico que va desde el Atlántico al Pacífico, incluyendo a Venezuela, forman el límite sur de lo que para la geopolítica de los Estados Unidos resultaba su primer radio de influencia en el patio trasero, teniendo como límite norte al Río Bravo. Pero también por sus condiciones orográficas, la presencia de una cordillera duplicada que dificulta la comunicación entre regiones, más una extensa y frondosa selva en la región amazónica, todo eso ha exacerbado la diferencia entre lo urbano y lo rural, haciendo del último el sitio donde se diriman las principales contradicciones del espacio privado, convirtiendo a la ciudad en una simple caja de resonancia en donde el espacio público, como siempre, fuera algo completamente reducido y sujeto a la supremacía de los grandes intereses corporativos tanto nacionales como de los que responden a la rapiña imperial. En esas desigualdades sociales y geográficas es donde se desarrolló el conflicto armado, dando lugar a enclaves de la guerrilla, al igual que de diferentes grupos irregulares como paramilitares y narcotraficantes. Y es, a su vez, donde una oligarquía de estilo casi mafioso se enriqueció, tanto con el desplazamiento de campesinos e indígenas como formando parte de negocios ilegales.
El primer punto de la agenda de negociaciones entre el gobierno y la guerrilla no podía ser otro que el tema rural. Y a seis meses de iniciado el proceso, si bien aún hoy no hay acuerdos plenos, ninguna de las dos partes siente inconformidad por lo alcanzado, y existe en ambas la predisposición a proseguir. Es la derecha más retardataria, encarnada principalmente en el ex presidente Álvaro Uribe Vélez, la que intenta sabotear por diferentes formas el proceso de paz para que nada cambie en Colombia y que los sectores corporativos a los cuales representa mantengan sus antiguos privilegios e incluso ciertas cuotas de impunidad. Por su lado, tanto el sector político en el que se apoya el presidente Santos como las diferentes alas del progresismo y de la izquierda, ya vienen tejiendo diversas estrategias para que el proceso no se detenga, intentando neutralizar a la ultraderecha, y teniendo en cuenta que el año entrante serán las próximas elecciones presidenciales, y donde a su vez se renovarán mayorías legislativas.
El tablero político. Hace poco más de una semana, el presidente Santos expresó que desearía que sus políticas sean reelegidas. Una forma elíptica de manifestar su deseo de ir por la reelección, y de hecho revivió la Fundación Buen Gobierno que fuera fundada por él mismo en 1994, con la intención de convertirla en una asociación que promueva centros de pensamiento donde reconocidos dirigentes políticos e intelectuales se den cita, no sólo para debatir los principales problemas el país, y plantear posibles soluciones desde una perspectiva independiente y académica, sino que sirvan también como plataforma para la defensa de ideologías y programas de gestión. Buen Gobierno se convertiría en la principal usina para la reelección del mandatario, y en ella ya forman parte el ex ministro estrella del actual gobierno Germán Vargas Lleras, el general (r) Oscar Naranjo y la ex titular de la Unasur María Emma Mejía, entre otros. Esta posibilidad que se plantea desde el oficialismo, no parece asustar más que a la extrema derecha, ya que desde La Habana el dos de la guerrilla y actual negociador por las FARC Iván Márquez expresó que “necesitamos tiempo para construir un buen tratado de paz”, por lo que la posibilidad de que el presidente Santos se presente a una reelección es una circunstancia que “libera de presiones innecesarias” los tiempos del proceso. Otro jefe fariano, Rodrigo Granda, dijo que “la Constitución, modificada en un articulito para la reelección de Uribe, permite que se reelija” y que Santos “está en su pleno derecho”.
Si bien Santos fue elegido en 2010 por el partido de la U, hoy esta fuerza se encuentra dividida entre los que lo apoyan y los que son proclives a seguir al ex presidente Uribe, por lo cual, una de las estrategias que maneja el mandatario y que se encuentra en estado sumamente avanzado es sumar al Partido Liberal –del cual formaba parte– y a Cambio Radical. De hecho, Vargas Lleras es parte de este último agrupamiento. Otra variante para los comicios del año entrante es la posibilidad de que el progresismo y la izquierda, a través del llamado a una consulta constituyan un gran frente. Tanto el Movimiento Marcha Patriótica en el cual revista la ex senadora Piedad Córdoba, el Movimiento Progresistas del alcalde bogotano Gustavo Petro, el partido Visionarios del ex candidato presidencial Antanas Mockus, y País Común, que tiene como vocero al líder indígena Feliciano Valencia son parte de ese posible frente. Y si bien a pesar del movimiento revocatorio que viene desarrollando la ultraderecha, el alcalde de Bogotá Gustavo Petro sería el más indicado para ser el candidato presidencial de esa coalición, desde su entorno ya se deslizó que Petro sería candidato recién en 2018. Por su parte, el nuevo secretario de gobierno de Bogotá, el experimentado Guillermo Jaramillo, expresó en una entrevista realizada por el portal OlaPolítica, que siendo Progresistas una fuerza minoritaria debiera tejer alianzas con sectores que excedan el espacio de la izquierda, y en ese sentido se refirió tanto a Cambio Radical como al mismo presidente: “Santos necesita a Petro, tanto como Petro necesita a Santos. Si hay una Unidad Nacional con el Partido Liberal, con Cambio Radical o con la U, tenemos que entendernos con las gentes que apoyan a Santos, porque todos queremos la paz y la reconciliación de Colombia”, expresó Jaramillo agregando que los progresistas tienen total claridad de que deben “defender el gobierno del presidente Santos, porque así defendemos la democracia, para que los de izquierda podamos tener una oportunidad en Colombia”.
Mientras tanto, la ultraderecha, encarnada por Uribe, viene desplegando una activa campaña que va desde el intento por revocar a Petro, como revelar públicamente las coordenadas de una zona desmilitarizada por donde guerrilleros de las FARC iban a ser llevados a La Habana. Todavía no se sabe quién será el candidato presidencial, pero lo que sí barajan es llevar a Uribe a la cabeza de una lista, con la intención de meter 30 cupos en el Senado. La principal apuesta del progresismo colombiano para 2014 pareciera ser hacerle a la derecha un fuerte contrapeso en el Congreso, más que jugarse a una candidatura presidencial.


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